Siempre es difícil volver a una zona de guerra. Me dirijo hacia el este y sur de Ucrania, el punto más conflictivo de la invasión de Rusia a este país. Allí se producen combates prácticamente a diario en lo que se ha convertido en el bastión principal de Vladimir Putin en su alocada idea de anexar territorio ucraniano.
La situación que se vive sigue siendo dramática a pesar de que hay constantes intentos de alcanzar una vuelta a la normalidad. El espacio aéreo aún permanece cerrado y la única forma de arribar al país es por vía terrestre, ya sea por carretera o por tren. Resulta impactante observar la cantidad de gente que está volviendo a su país. Muchos lo hacen para pasar las fiestas con familiares y amigos que habían decidido quedarse; otros lo hacen para intentar instalarse definitivamente y volver a vivir allí. Pero un gran número de personas de este segundo grupo enfrentan el drama de llegar a destino y encontrar sus casas destrozadas por los ataques rusos. Ninguno de ellos sabe con certeza cuándo podrá reconstruir su hogar porque el nivel de destrucción que está a la vista en muchas zonas del país es enorme y da una clara idea de la crueldad, intensidad y salvajismo de los ataques.
Cientos de miles se ilusionan con el retorno a una normalidad que aún no llega. Todavía se escucha el sonido de las sirenas –todos los días– donde los combates continúan. La visita del presidente Volodimir Zelenski a los Estados Unidos ha vuelto a abrir la esperanza de que Ucrania reciba nuevo armamento y más moderno, lo que representa un aspecto fundamental para su resistencia. Y esto merece un comentario aparte: la decisión y voluntad de lucha de los ucranianos sigue siendo inquebrantable. Todos están dispuestos a ser parte de la resistencia, ya sea en el frente de combate o en la protección de las ciudades. Todos ellos tienen la convicción de que Ucrania va a ganar la guerra. Nadie acepta ceder ni un ápice de territorio al invasor.
La clave es la interacción entre el sector científico, el gobierno y la empresa privada
En nuestro viaje en tren conversamos con gente que regresaba no solo para pasar las fiestas sino pura y exclusivamente para luchar. La respuesta ante la pregunta sobre los riesgos que esto implica es siempre la misma: “No tenemos miedo a perder la vida si esto implica hacer lo necesario para preservar la independencia de nuestro país”.
La economía de Ucrania está dañada. La inflación alcanza niveles de entre el 28 y 30 por ciento –aun en una guerra–, lo cual impacta sobre todo si se lo compara con lo que sucede en materia económica en la Argentina. La falta de energía se nota en todo el territorio. Algunos son cortes programados y otros producidos por el efecto de la embestida de las fuerzas rusas. Hasta ahora el invierno ha tenido cierta benevolencia –aun con temperaturas por debajo de cero, no ha mostrado la crudeza a la cual los habitantes están acostumbrados–. Claramente, esta es una de las principales preocupaciones ante la falta de suministros para hacer frente a esta época del año.
Sorprende ver el nivel de abastecimiento que, aun en estas circunstancias, tiene Kiev. Los negocios cuentan con casi todo lo necesario para que los pobladores de la ciudad puedan llevar una vida más o menos normal. Si bien la gente se ha acostumbrado a vivir en esta situación, todos ellos anhelan el fin del conflicto que, a decir verdad, es imposible predecir cuándo llegará.
*Desde Ucrania.