Desde que lo ungieron, Sergio Massa se planteó la visita a los Estados Unidos como un hito determinante en su gestión. Para él, nacimiento u ocaso. Para sus interlocutores, una invitación al baile con tragos gratis. Desde entonces, “recargado” como en las series, se ocupa todos los días –entre Tigre, el Ministerio y sus oficinas porteñas– de ese itinerario que empieza la semana del próximo 6 de setiembre.
Ya atravesó singulares cambios su proyecto, vaya uno a saber si es por exceso de profesionalismo o por el ímpetu de la improvisación. Por ejemplo, no se viaja a Qatar como algún espontáneo le había hecho decir en la fantasía de abrir cajas de caudales árabes en favor de la Argentina. No es un casino ese mundo. Tampoco se traslada a París, como se anticipó: la ciudad luz va a perder su luminaria por la crisis de la guerra, en Europa no saben todavía cómo habrán de pagar los futuros precios de la energía.
Se concentra Massa en solo dos puntos: Washington y Houston. En la capital norteamericana intentará asaltar al gobierno Biden y al FMI, mientras la sede petrolera se incorporó a la ruta en las últimas horas como si allí vivieran reyes magos dispuestos a volcar regalos en la bolsa del ministro. Son mas bien espejismos.
Raro que al periplo no se haya sumado Rubinstein y que entre las escalas no esté Nueva York
Además, desistió de otra visita, la parada en el corazón financiero en Nueva York. Quizás piense que en la Argentina se han disipado los problemas cambiarios, la dramática brecha y la negación de préstamos, entre otros cataclismos. Resulta extraño que haya salteado ese paradero geográfico quien presume de nutridos vínculos con operadores, bancos y fondos.
También parece raro que, en la delegación, no figura su segundo en la cartera, Gabriel Rubinstein, quien llegó cascoteado –hasta por sí mismo– con declaraciones inconvenientes pero con reputación de macroeconomista. Esa especialidad no abunda en el elenco y, se entiende, hubiera sido uno de los interlocutores principales en la discusión con la cúpula técnica del FMI (la delegada en la Argentina ya se ha empezado a entrevistar con Massa hace varios días).
Tal vez, el tema externo quede en manos de Leonardo Madcur, un abogado protegido de Roberto Lavagna. Estuvieron juntos en la función. Ahora, Madcur está activo en el Ministerio y el veterano ex ministro vuelve como fantasmal asesor de Massa. Quizás repita la consultoría que ejerció con Martín Guzmán, ese ministro al que parecía admirar y al que le reservó una frase encomiástica, inolvidable: “Guzmán tiene la exacta dosis de ortodoxia y heterodoxia para gobernar la economía”. No acertó o hubo sobredosis.
Cristina Kirchner: una rara inocente que puede echarle la culpa al muerto
En ese radio de peso agonista quizás haya que ubicar la inclusión de Lavagna Jr. en el equipo viajero a EE.UU., tema controversial ya que siempre se trató de mostrar un Indec autónomo del Ministerio de Economía. Pero esa incompetencia se resolvería, dicen, con un ukase de Massa, por el cual le reservan a Marco una responsabilidad complementaria para negociar con los organismos internacionales. De esos institutos, el BID y tal vez el Banco Mundial ofrecerán noticias prósperas para el fortalecimiento de reservas.
Frustración. Al comienzo en Economía, Massa apuntaba a que su viejo conocido Daniel Marx fuera uno de sus principales acompañantes, lustre para su gestión por la cantidad de conocidos del ex funcionario. Pero las incompatibilidades con sus clientes lo han corrido a Marx, quien viene de ayudar en sigilo a Guzmán y a Batakis. Como si fuera un consultor médico ad-hoc. Con Georgieva del FMI, Massa insistirá por el adelanto de un préstamo que, como derivación de la crisis, el instituto ha planeado para financiar los tropiezos de esa sufrida resilencia. Claro que cuesta asimilar que ese primer crédito el Fondo se lo otorgue a un país como la Argentina, de eterno gasto y principal deudor. Hay otras naciones en la lista.
Para la política y los contactos con la Administración Biden, se han guardado misiones para el embajador Argüello y su cercano Fernández Pandiani, en particular las relaciones con Amos Hochstein, colaborador de política internacional del mandatario, conectado al lobby judio y dedicado a cuestiones de energía (aunque la mujer dedicada a esa área es una demócrata fanática del medio ambiente que discrepa con las explotaciones petroleras).
Difícil saber si esta contradicción interna afectará el vuelo a Houston, visita petrolera que desde Buenos Aires parece digitar el empresario Marcelo Midlin (junto a su dador de sangre económica, Álvarez Agis) y también Marcos Bulgheroni, uno de los pocos con presencia cierta en esa ciudad de Texas.
En el lugar habrán de sobrar fotografías de Massa con los jerarcas de los cuatro grandes –Exxon, Total, Chevron y Shell– una suerte de paseo diplomático, ya que los altos ejecutivos petroleros están limitados por numerosos “complaints” para este tipo de entrevistas (cuya vulnerabilidad en el trato con gobiernos puede conducir a la cárcel).
Por otra parte, los interlocutores no requieren especial tratamiento: Chevron ya es el mayor inversor de la historia en la Argentina, Total y Shell operan casi a pleno, mientras solo Exxon revela más atrasos. Ademàs, si aún el país no puede ofrecer transporte para gas y petróleo, cuesta apreciar la necesidad de nuevas inversiones.
Tampoco se sabe para qué integra la delegación el titular de Enarsa, Agustín Gerez. Puede, eso sí, concretarse una facilidad para las petroleras –dejar en el exterior parte de los dólares que hoy están obligadas a traer al país– y, como devolución, se difundirán planes de inversión para el futuro.
Pero Massa requiere hoy de dólares, debe pagar el supermercado y no sabe si respira en el largo plazo. Hasta el momento no logró cerrar un costoso “repro” que aliviara sus penas, aunque dijo tener tres clientes para esa operación. Ofrece, en la espera, el sentido correcto para la contención del gasto con el último recorte presupuestario, a los que se negaban los Fernández.
Agrega que sigue fuerte la actividad económica, no se dispara el dólar y se paró la cotización “pánico” mientras suben bonos y acciones. Su fábula de venta: una estabilidad precaria obtenida en apenas quince días de gestión. Con el viaje piensa levantar aún más esa perspectiva en otros quince días. No le falta imaginación a su receta, es lo único barato en el mercado.