Empieza la semana con una conclusión: el epílogo mañana del alegato compartido del fiscal Diego Luciani y su colega Sergio Mola sobre la responsabilidad de la vice Cristina Fernández en la causa Vialidad, atractiva judicialmente como pocas en la vida democrática. Y mucho más apetitosa para los medios. Último día para reclamar pena (más cerca de 20 años de cárcel que de 15) e involucrar con seguridad al hijo de la viuda de Kirchner, Máximo, en esa suerte de escandaloso complot dinerario contra el Estado cuyo origen nefasto se inicio con Néstor Kirchner. Y en combinación con un “palo blanco” (como suelen llamar los santacruceños a los testaferros) bautizado Lázaro Báez, de meteórica e inverosímil fortuna.
De acuerdo al probable y obvio pedido de la fiscalía, junto a la condena a la madre el diputado Máximo merecerá ser investigado por su participación en una asociación ilícita. Al hacerse hombre se hizo cargo de ciertas obligaciones, nada es gratis. Hoy se ha llamado a silencio como Cristina, justo desde que abundaron las alegaciones, con la convicción de que un poder poco terrenal se ha lanzado contra su ingenua familia, por lo tanto inocente.
Se cierra un primer capítulo, comienza en breve el segundo: la defensa de los presuntos delincuentes por medio de importantes estudios jurídicos que, desde ya, sostienen que será pan comido esa tarea. Se tienen mucha confianza profesional luego de atender a los fiscales. Como se sabe, hay jurisprudencia para acusar y también para defender.
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Un fenómeno caracteriza al proceso: los Kirchner han sido siempre estatistas, pero ahora apelan al servicio privado para defenderse. En cambio, las denuncias contra la banda K, según la fiscalía, provienen de ignotos empleados del Estado (Luciani-Mola), incomparables en expertise y recorridos económicos frente a letrados privados, como Beraldi o Rusconi, que intentarán proteger a Cristina & Cía. No parecen equivalentes en la disputa, a pesar de que las pruebas difundidas se suponen demoledoras. Pero la vida procesal es distinta a la vida misma, sobre todo en los resultados.
El desenlace de este episodio jurídico quizás se conozca antes de fin de año y tendrá algún tipo de incidencia en las elecciones 2023, cuyo desarrollo –según encuestas– exhibe una singular paradoja: a quienes no le va mal, rubros de clase media o adinerada que aprovechan cierta actividad económica (campo, industria), votan oposición; mientras aquellos que padecen el rigor de la crisis, sectores vulnerables o en proceso de degradación social, constituyen votos oficialistas. Tendencias evidentes y una sorprendente semejanza con Brasil: pierde Bolsonaro frente a Lula (de acuerdo a los sondeos) cuando el gigante registra cero de inflación en el último mes, mejoran los índices de producción y obsequia una demagógica panoplia de recursos que envidiarían los Grabois, Pérsicos y Navarros de la Argentina.
Tema para Sergio Massa, quien presume de haber logrado demorar explosiones de todo tipo en el área que ahora administra y ya piensa en el año próximo como candidato presidencial ante un indefinido calendario de elecciones en todo el país y, quiáas lo más complicado, una eventual sucesión de cinco comicios diferentes (primarias, provinciales, nacionales). Fulminante aquelarre para el negocio político tradicional, sean los partidos o la aparición de novedosos emergentes.
Antes, sin embargo, contempla artificios de circo romano para alegrar a la multitud y, de paso, transitar la llegada a noviembre, al Mundial de Fútbol en Qatar que, coincidiendo con otras expresiones, suspenderá cualquier excitación o demanda política, económica o social. Un mes de oxígeno para alcanzar la meta del verano cuando, también se dice, ya nada ocurre por las vacaciones. Así piensa la dirigencia.
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De acuerdo a ese criterio de sosiego colectivo, junto a correcciones o ajustes en el Presupuesto que fastidian a la sociedad se estudia un plan de gasto increíble: la oferta de 300 mil televisores con un plan de financiación de 36 cuotas a completar en otro gobierno y, por supuesto, con financiación blanda. Le toca a Matías Tombolini como secretario de Comercio pilotear esta iniciativa de mejor color, visión y audio, justo el funcionario que además de ciertos dislates orales es el responsable de taponar importaciones para mejorar las reservas del Banco Central, entre ellas insumos básicos hasta del sector de medicamentos. Por no hablar de otras quejas y faltantes que denuncian sectores industriales como el automotriz.
Un gesto generoso de la cartera económica para disminuir la depresión del pueblo que genera el alza inflacionaria, entre otras dificultades, y que reconoce un antecedente: para el Mundial del 78, los militares ensayaron propuestas semejantes y Massera con la Marina incidieron para importar los televisores Grundig. En este caso, parece que la compra se realizará en China, con mejores precios que en otros mercados, aunque no puede pasar del mes próximo el encargo: justo en septiembre cuando arrecia la sequía de dólares por la aún obligada compra de energía.
El paquete de los televisores implica una nueva alegría para los armadores de Tierra del Fuego, un tradicional tándem de intereses que representa al peronismo y al macrismo con exenciones favorables por los próximos cien años. Siempre son los mismos beneficiados, la coalición que supera la grieta. A tomar en cuenta por Larreta, Cristina, Massa, Alberto, Macri, Bullrich y otros en su afán por enmendar disidencias a bajo costo o con estupendas ganancias.
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Pero no todo es económico y consenso en la vida. Massa piensa en hábitos de la política y su gestión se ha enfocado para postularse como presidente: no ha confesado su voluntad en público porque Alberto F evita admitir la imposibilidad de su reelección, sería una falta de respeto al formal titular de la sociedad anónima. Primer chiste: el Presidente percibe salario por esa tarea aunque ya no la ejerza. Aunque justo es reconocer que hoy debe cobrar menos que un escribiente del Poder Judicial, tales las anomalías argentinas.
Tampoco desea el recién llegado al Gabinete malquistarse con otra silenciosa integrante, la mayoritaria Cristina, poco entusiasta con las aspiraciones proselitistas del ministro (es quizá lo único que le reprocha desde que asumió), a quien le cayó como una fritanga con agua las incursiones de Massa con su mujer por territorio bonaerense o los presuntos deseos de asegurarle al campo que si el fuera presidente eliminaría las retenciones. Por suerte, a ella la calma el hijo Máximo –admirador de la plasticidad del tigrense– y constituyen el dúo familiar que le presta la lapicera al ministro y observa con destacable reserva ciertos procedimientos que van contra sus propios gustos.
De ahí que cada acto de Massa se guíe por la duración del cartucho de tinta, carece de garantía escrita y vive pendiente de no irritar a la fiera mientras le ronda la jaula. Esa situación cinematográfica provoca una segunda broma recargada: no hay quien deje de burlarse del acorralado cristinismo camporista, la patrona y el designado Presidente.
Desde que Massa llegó al poder se trata de impedir el aterrizaje futuro del macrismo. Antes de que lo haga el ingeniero boquense si es gobierno, la actual administración se anticipa y baja los salarios, se alía con EE.UU., sube las tasas, pide préstamos, aumenta la deuda, enfría la economía y hasta devalúa. Prodigiosa capacidad camaleónica.
Si hasta Wado de Pedro ha sido un facilitador de las reuniones del Council of Americas, de la recurrente y eterna mujer de negocios Susan Segal, una versión última del Consenso de Washington que en otros tiempos algún pariente del ministro del Interior hubiera hecho volar por los aires en el Alvear.