“Ministro de Economía busca ministro de Economía”. Mañana promete Sergio Massa saldar ese vacío al designar a su segundo en la cartera, cargo que rebotó en varios candidatos (Redrado, Peirano, Álvarez Agis, familia Lavagna, Bossio, Rapetti) y hasta casi concluye en un macro economista (Gabriel Rubinstein) al que no conocía –solo lo vio una vez– y quien está dispuesto a aceptar la nominación aún si le hubieran impuesto la condición de disculparse públicamente con Cristina Fernández de Kirchner, a la que había ofendido por Twitter más de una vez.
Pero Massa, quien carga como Alberto Fernández con un suculento historial contra la Vice en internet, considera innecesario agravar esos recuerdos con otro invitado a la orgía. Entiende que merece respeto quien, de repente, no se entromete ni lo complica y, en silencio, suspendió parte de su catecismo económico para permitir medidas contrarias a esa biblia: no protestar por la violenta suba de tasas, ni la devaluación progresiva, tampoco se quejó por el despido de algún devoto (el sociólogo Basualdo) ni por la corrección tarifaria que se conocerá esta semana. Parece que el riesgo de hiperinflación horadó el corazón de Cristina, padece acrofobia la dama de improviso.
Gracias a la influencia de su hijo Máximo, para ella ahora Massa es menos dañino que el Presidente, al que le reprocha haber nacido y lo considera un despreciable ingrato. Tendrá sus razones. Curioso: hoy Alberto recoge varios enconos femeninos, si hasta su consorte Fabiola está disgustada, en rebeldía. Aunque debe saber el mandatario, para su alivio, que ningún matrimonio se salva de los tormentones en tiempos de crisis.
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El nuevo ministro Vitamina requiere de asistencia prometida, técnica y macroeconómica, ya que él se ha lanzado a una alucinante hiperactividad, mezclando prioridades con nimiedades, casi sin dormir y con cierto desorden para transmitir instrucciones o preguntas a cualquier hora de la madrugada (de ahí que prefiera colaboradores que no excedan los 45 años). Inclusive, ya es tardía la elección de su segundo, a consagrarse mañana.
Un colaborador al menos le hubiera avisado que retrasó demasiado el viaje a Washington, anunciado para el 29 junto al empalme con Paris y Qatar. Comprendió que eran demasiados anuncios: aprendió y postergó para otra ocasión lo de Europa, también lo de Qatar y esos presuntos créditos de una tierra con un rey y 400 príncipes, como dicen en su círculo, que ha sido el señuelo con el que viene ilusionando Jorge Neme (ex segundo en la jefatura de Gabinete) desde que ingresó al Gobierno con Felipe Solá.
Massa, en todo caso, hubiera debido estar antes de fin de mes ante el FMI y el Departamento del Tesoro: requiere de un waiver para el asiento contable de US$4.000 millones que el instituto financiero debe aprobar antes del 10 del mes próximo, luego de una revisión técnica y de un análisis del board. Ahora viaja sobre la hora, de ahí que tal vez se adelante Daniel Marx como mensajero para evitar dificultades, alguien todavía no expuesto en la primera línea del Ministerio. Igual, hoy un waiver el FMI no se lo niega a nadie.
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Se reconoce que Massa ha provocado un turbión en el Gobierno, más si se compara su gestión con la del apocado Martín Guzmán. Otro ritmo, más personal y libertad. Al menos, logró que ya no se discurra sobre la renuncia de un Alberto colapsado que impidió la entrega de Energía a Federico Bernal y alude la receta de acuerdos de precios y salarios cuando su ministro està en otra sintonía.
Tampoco se menciona la disminución del omnímodo poder de Cristina, su consentida distancia, preocupada y arrinconada por el asedio del fiscal Luciani, un contundente alegato que la comprometió ante la opinión pública.
Aún así, salvo en los bancos y petroleras (quizás pronto en el sector agropecuario si se cambia la ecuación del dólar soja de liquidar 30 a 70 por 50 a 50), no se advierte entusiasmo por Massa en el sector más potentado del círculo rojo, dividido acaso entre riquezas tradicionales y advenedizos de los nuevos tiempos, tema para discutir en otra oportunidad. Se advirtió la falta de confianza esta semana, el día de la brusca suba de tasas del BCRA para contener el dólar e invitar al campo a liquidar sus silos. No salió demasiado bien la jugada en el mercado, apenas bajó $ 2 la divisa norteamericana.
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Al mismo tiempo, uno de los empresarios famosos contó en una vasta reunión de colegas la anécdota de los tres náufragos en una balsa que, a medida que transcurre el tiempo y se pierden en el océano, comienzan a comerse entre ellos. Esa etapa todavía no se alcanzó. Muchos empresarios creen en esa fatalidad como irreversible y que el atributo antropofágico es exclusivo del peronismo. Sí, en cambio, les gustó el discurso del ministro en Neuquén y cierta dedicación a la energía, rubro al que en general no se ha tomado en cuenta a pesar de su importancia económica.
Les cuesta aceptar otras contradicciones. Por ejemplo, exhibir una ganancia del 90% y cosechar inversiones en YPF por más del 50% al mismo tiempo que despiden a quien era el CEO de ese balance: Sergio Afffronti. No es lo único: tampoco comprenden el sentido del libro que cita a veces Massa, al que lleva bajo el sobaco y relata con estupendo detalle las pugnas, ambiciones, egos y tonterías de una clase política que en aquel enero de 1933 permitió la impensada llegada de Adolf Hitler a la cima (A 30 días del poder, de Henry Ashley Turner Jr.). Tal vez piensa que siendo hiperkinético alcanzará otras ramas del poder, incluyendo la integración en 40 días del directorio del Banco Central y su titularidad, hoy en manos de Miguel Pesce. Ya se puede descontar al sucesor, Lisandro Cleri, convertido hace pocas horas en vicepresidente de la institución.
No oculta Massa su intención de estabilizar la economía y, luego, servirse de ese logro para candidatearse a la presidencia en el 2023. Juega todo a esa posibilidad, caso contrario “tal vez cambie de actividad”, admite. En la oposición, a pesar de estar convencidos de que el próximo turno gubernamental les corresponde, se han empezado a sorprender por la cantidad de movimientos gestados en la cartera económica.
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Al menos, los distrae y reconocen que el Gobierno salió de la emergencia diaria y se han calmado las explosiones anunciadas. Inclusive, se preguntan si no hubiera sido más lúcido asumir ese rol colaborativo y correctivo de Massa en lugar de mantener el enfrentamiento con el oficialismo. A veces hay que pagar por disfrutar de un espectáculo tan grandioso.
Para Massa, también el nuevo escenario es una diversión: supone en la intimidad, copiando las formas de Néstor Kirchner, que ha puesto “nervioshos” a su amigo “el pelado” Rodríguez Larreta y a su enemigo Macri.
Mientras, le reprochan que mantiene la estructura de su cargo en Diputados, la caja, y de repente le llovieron denuncias por inversiones inmobiliarias de todo tipo, en el exterior y en la Argentina, también apoderados o testaferros de índole diversa. En parte, como diría Julio Roca, por asomar la cabeza. O por desprolijidades congénitas. También porque no ha ofrecido aún una guía clara, menos un plan, se presume un contenido y, lo peor de todo, nadie sabe si el tren no se detiene hasta Curuzú Cuatiá o hasta Bariloche. Paraderos diferentes que, al aclararse, permitirá que unos se suban y muchos se bajen.