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UN TIEMPO NUEVO

La política pospandemia

La mayoría de los economistas dicen que los seres humanos están motivados por el deseo de bienes o recursos materiales, omitiendo algo a lo que los filósofos clásicos consideraron importante: el anhelo de dignidad. Muchos individuos perciben la escasez económica más como una pérdida de identidad que como una falta de recursos. Lo que les angustia no es quedarse sin leche, sino tener que comprar leche de una marca inferior.

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PAPERBOY. | Pablo Temes

Un superhéroe con capa roja y pantalones cortos brillantes sube al tren para enfrentarse con Delay Woman, un adversario disfrazado con una túnica negra. Es Paperboy Love Prince, un artista de la calle, rapero, activista político que vive en Brooklyn, uno de los 35 candidatos para alcalde de New York. Nació en Washington Dc como David Porter Jr., pero cambió su nombre por el de  Paperboy Love Prince que aparecerá en la boleta el día de las elecciones.

Es un artista estereotipado de Bushwick, sus videos musicales se arman profesionalmente para que parezcan obra de aficionados, contienen efectos visuales alucinantes propios de los principios de la década de 2000. Prince pretende abolir los alquileres, la policía, legalizar los psicodélicos y establecer “centros de amor” en los cinco condados. En una conferencia de prensa desafió a otros candidatos a un concurso para tirarse tartas en la cara. Se reunió con Theo Demel, su gerente de campaña de trece años, estudiante de séptimo grado de una escuela del Upper West Side, quien declaró que “mucha gente se reirá de mí y dirá que solo soy un niño, pero creo que si trabajas duro en la escuela secundaria y luego lo vuelves a hacer, honestamente podría ir a la Corte Suprema”. Aquí lo pueden ver (bit.ly/porter-paperboy).

Divertido e imprevisible. Paperboy es uno de los aspirantes en una carrera en la que compiten candidatos como el ex candidato presidencial Andrew Yang, el actual presidente del distrito de Brooklyn, Eric Adams, de 60 años, un ex oficial de policía afroamericano y ex senador estatal y otros. Lo mencionamos porque es parte de la política contemporánea, que incluye a los personajes que tomaron el Capitolio.

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A los neoyorquinos les gusta decir que su ciudad es la capital del mundo. Es un bastión tradicionalmente demócrata en el que Biden obtuvo un 76% de votos frente a Trump. Tiene una importante comunidad latina y afroamericana en distritos como El Bronx, Queens y Brooklyn. Compiten para el cargo Diana Morales de origen portorriqueño, y el chicano Carlos Menchaca de 40 años, uno de los postulantes más jóvenes. Ambos representan al ala más radical del partido demócrata.

Posiblemente la proliferación de candidatos en Nueva York está estimulada por el generoso financiamiento público de las elecciones de la ciudad, que entrega ocho dólares del estado por cada dólar que levanta un candidato. Por otra parte, hay una sensación generalizada de que candidatearse no trae problemas, puede ayudar a solucionar algún tema o impulsar una carrera, que nunca se sabe hasta dónde puede llegar. Esta sensación explica también la presencia de los 16 candidatos presidenciales ecuatorianos y los 26 peruanos. En la sociedad de la Internet todo puede ser divertido e imprevisible.

Multitud anárquica. En el juicio político a Trump se revelaron historias que pueden hacer pensar que hubo un intento de golpe de estado, un plan para desestabilizar la democracia norteamericana. Ese es un error de análisis. Ninguno de los revoltosos, incluido Trump, había leído la Técnica del Golpe de Estado de Curzio Malaparte. No existió una insurrección que pretendiera tomar el poder.  

Fue la multitud de la tercera revolución industrial actuando de manera anárquica. Hubo intercambios de mensajes entre militantes de grupos como los Proud Boys o los Q planeando hacer disparates, pero eran delirios de grupos confundidos por supersticiones conspirativas, no formaban parte de un proyecto articulado. Trump fue un irresponsable que les incitó a actuar, pero no alguien que diseñó un golpe de estado. Ocurre solamente la insoportable liviandad de la política de la sociedad de la Internet.

En las elecciones presidenciales peruanas compiten 26 candidatos. Las encuestas revelan un panorama desolador: a dos meses de los comicios, ninguno ha logrado un apoyo significativo. El de mejores cifras es George Forsyth con un promedio de 14% en las encuestas. Le siguen Veronika Mendoza con 6%, Julio Guzman con 6%, Keiko Fujimori con 6%, Daniel Urresti con 5% y el reconocido sociólogo Hernando de Soto con 4%. Los demás aspirantes sacan porcentajes todavía menores. ¿Porque ninguno consigue un número de votantes importante? ¿Para qué son candidatos? ¿Saben que nadie les hace caso?

Somos consumidores del show político y también sus promotores y productores

La política peruana está llena de trampas. El Congreso y las autoridades judiciales carecen de credibilidad. Lo último que hicieron fue descalificar a Forsyth, un candidato joven, sin relación con mafias corruptas. Le temían porque encabezaba las encuestas con 14% de intención de voto, lo que en cualquier país sería poco, pero en Perú los demás candidatos tienen todavía menos. Es casi inconcebible que a dos meses de las elecciones solamente uno de ellos pase del 10% y además lo descalifiquen.

En las elecciones ecuatorianas ocurrió algo semejante. Doce de 16 candidatos quedaron por debajo del 2%, algunos con menos de 1%. Entre ellos hubo algunos que habían ocupado la presidencia, fueron gobernadores, hicieron carrera. Como en Perú, la población los rechazó masivamente.

Democracia. Sobre la agonía de la democracia representativa existe una extensa bibliografía que la analiza desde distintos ángulos. Autores como Jeffrey Sachs hablan de que vamos a un mundo que nadie podrá gobernar. Francis Fukuyama publicó en Foreign Affaires un largo ensayo, Against Identity Politics The New Tribalism and the Crisis of Democracy, en el que hace importantes aportes para entender el tema. Tomamos algunos de sus conceptos.

En Hong Kong, Francia y Chile que enfrentan una crisis de movilidad social y reclamos por la desigualdad, hubo protestas masivas que tomaron por sorpresa a los gobiernos que no pensaron que eventos poco importantes (el proyecto de ley de extradición de Hong Kong, el incremento del impuesto al combustible de Francia y el precio del metro en Chile) desatarían una explosión social. No recordaron que la primavera árabe se inició con un vendedor ambulante que se autoicineró en Túnez y el caos del Líbano con un impuesto de 10 centavos a las llamadas de WhatsApp. Las grandes movilizaciones contemporáneas se inician por ese tipo de incidentes.

Los tres países tienen una economía próspera, pero eso no es suficiente para satisfacer a la población. En la sociedad postinternet la economía no lo es todo. Hay que analizar la satisfacción de la gente con su vida, su sensación de libertad personal, su confianza en las autoridades, en su entorno y otras dimensiones que tienen que ver con lo cotidiano como motor de la agitación social.

La política fue siempre más pasión que razón. Como dijo Jesús Silva-Herzog, desciende del rito y no del silogismo, de la superstición más que del razonamiento. Las redes sociales permiten una exacerbación de esas emociones, debilitando la posibilidad de deliberar y debatir argumentos. El fanatismo y la bullanguería radical se convirtió en un espectáculo en el que todos participamos, comentamos sus incidentes, los agrandamos, los difundimos. Somos consumidores del espectáculo político y también sus promotores y productores.

Izquierda. En los últimos años la izquierda dejó de lado la lucha por la revolución y los intereses globales, dedicándose a promover los intereses de grupos marginados, como minorías étnicas, inmigrantes y refugiados, mujeres y personas LGBT. La política de identidad se convirtió en el concepto dominante, anulando la tradición que se remonta al menos hasta Karl Marx, que veía la lucha política como reflejo de los conflictos económicos. En la sociedad contemporánea, es importante el interés económico personal, pero los seres humanos están motivados por un amplio abanico de cosas que explican el presente.

Tanto el Black Lives Matter como los grupos del White Power creen que sus identidades, nacionales, religiosas, étnicas, sexuales, de género o de otro tipo, no tienen el reconocimiento que merecen. Fantasean con mitos conspirativos de algunos malos que conspiran en su contra. Las sociedades democráticas son diversas, crean demandas de reconocimiento por parte de grupos que antes eran invisibles para la sociedad en general y esto promueve la confusión.

La mayoría de los economistas dicen que los seres humanos están motivados por el deseo de bienes o recursos materiales, omitiendo algo a lo que los filósofos clásicos consideraron importante: el anhelo de dignidad. En muchos casos los individuos perciben la escasez económica más como una pérdida de identidad que como una falta de recursos. Lo que les angustia no es quedarse sin leche, sino tener que comprar leche de una marca inferior.

En el mundo colapsan las instituciones centralizadas, surgen estados fallidos, se produce una creciente polarización y una falta de consenso sobre metas comunes. Las redes sociales facilitaron la aparición de comunidades autónomas, amuralladas por identidades compartidas. Los populismos se desarrollan sobre la base de resentimientos en contra de las elites que conforman identidades. El resentimiento es uno de los motores de la historia y los populistas forman comunidades de resentidos.

La izquierda mantiene una política centrada en la identidad, que puede representar una amenaza para la libertad de expresión y para el discurso racional propio de la democracia representativa.

Fukuyama firmó con otros intelectuales un manifiesto contra el iliberalismo, del que habló con Miguel Wiñazki. Las raíces de la dictadura de las posiciones políticamente se remontan a los procesos de Moscú, pero resurgen en la izquierda, entre gente de las universidades, en el mundo del espectáculo, en espacios progresistas. Cree que quien defiende valores progresistas debe proteger la libertad de expresión contra cualquier amenaza, venga de donde venga. No solo de ataques que vienen de la derecha, sino también de los que hace la izquierda. El iliberalismo está arraigado entre los populistas de izquierda que defienden valores progresistas cuando les conviene. Si nacían antes habrían puesto una agencia de turismo para visitar los Gulag y mostrar las maravillas del paraíso soviético. Podría haberse llamado Tal vez se habría llamado agencia Insfrán.

*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.