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Enfrentamiento

La política y sus monstruos

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Momento. Se habla de unión, pero hoy nada más desunido que el presidente y la vicepresidente. | cedoc

En lógica se define como contradicción performativa a una proposición que se desmiente a sí misma. Afirmaciones como “Estoy muerto”, “Estoy dormido”, “El que calla otorga” o “No digo una palabra” entran en esa definición. El muerto no está vivo como para decir que está muerto. Quien duerme no está despierto para informar que duerme. El que calla no otorga, puesto que calla. El que no dice una palabra no puede afirmar tal cosa, debido a que nada dice. Un afiche con la firma de la Presidencia de la Nación, que apareció en las calles en la primera semana de abril, podría caber perfectamente en la categoría de contradicción performativa. “Lo nuestro nos une”, rezaba, acompañando a una imagen de las Islas Malvinas. Nada más desunido en ese momento que el presidente y la vicepresidente, formalmente las autoridades máximas del país.

Tal desunión, en realidad un obvio e irresponsable enfrentamiento, es la enésima y grave demostración del modo en que el peronismo, a través de sus variantes, sus deformaciones, sus degradaciones y sus mutaciones convierte dificultades, zafarranchos y forcejeos internos en problemas nacionales que se llevan puestos una y otra vez las posibilidades de que el país tome un rumbo en el que no se pierdan vidas y generaciones en la vana esperanza de una visión convocante y orientadora. Estas trifulcas ya no son siquiera las de un partido (o movimiento como algunos gustan decir), porque hace tiempo que el peronismo, sea lo que fuere que este signifique, no puede definirse como una cosa ni como la otra, sino como una serie de agrupamientos dispersos y cambiantes que se conforman según intereses vinculados con el acceso al poder no como medio sino como fin. De ahí que cuando alguna de esas facciones logra instalarse en la cumbre no genera políticas de estado, no propone ni impulsa las visiones tan necesarias como ausentes, sino que se limita, mediante políticas populistas, a crear nuevas divisiones y confrontaciones, ahora en el nivel nacional, para mantenerse en el podio el mayor tiempo posible mientras vela por sus propios intereses y los alimenta. En esta dinámica recurrente, circular y viciosa el fin justifica los medios, y los medios suelen ser perversos.

El kirchnerismo vino a ser el fermento más crudo y patológico de este proceso en el que, aun cuando siga apareciendo, la palabra peronismo significa cada vez menos y, dado que carece de líder o propietario, es una franquicia devaluada que cualquiera puede usar a su antojo, o simplemente olvidar. Salvo algunos románticos de ese movimiento (una especie ya en extinción) nadie habla de las míticas 20 Verdades que solían invocarse como dogma, de la Doctrina que se tomaba como Evangelio, y cada vez menos se nombra al mismísimo Perón. De esa manera peronismo federal, peronismo republicano o peronismo seguido de cualquier adjetivo se convierten en simples sonidos sin contenido real (al menos para la ciudadanía no cortesana). Y entre kirchnerismo y peronismo, sea lo que fuere lo que este haya significado, no quedan lazos.

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Detrás de esto, como detrás de la oposición en todas sus vertientes, no hay partidos políticos (salvo el arqueológico radicalismo, fosilizado a su vez en eternos entreveros internistas). Ninguna propuesta ideológica y políticamente filosófica representa inquietudes e intereses de los diferentes sectores de una ciudadanía huérfana y hace tiempo olvidada por los políticos. “La debilidad de los partidos es uno de los problemas más serios de la democracia en América Latina. Negarse a enfrentarlo es resignarse a tener una política balcanizada, volátil, caudillista y, por ello mismo, machista. Una política que engendra todos los monstruos que América Latina debe liquidar de una vez por todas”, escribía hace tres años Kevin Casas, investigador asociado de Diálogo Interamericano y exvicepresidente de Costa Rica, en The New York Times. “Mucha de la desconfianza reinante ha sido ganada a pulso, agregaba, y hunde sus raíces en la corrupción y las prácticas autoritarias de muchas de las organizaciones existentes”. Así andamos por acá.

*Escritor y periodista.