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La rana y el escorpión

Quien fue designado para salvar la situación, ahora puede ser sacrificado a mitad del río.

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Sergio Massa. | Pablo Temes

Nada, absolutamente nada de lo prometido por Sergio Massa a Cristina Fernández de Kirchner viene cumpliéndose. Lo salva del vapuleo de la vicepresidenta una sola circunstancia: el kirchnerismo no tiene ninguna otra alternativa. No hay figuras de peso. Muchos menos economistas de carácter técnico, dispuestos a inmolarse y perder su prestigio como lo hizo el actual viceministro Gabriel Rubinstein. Cuando la vice ató su suerte a la del exintendente de Tigre quemó las naves. La indomable inflación horada no sólo los bolsillos de todos los argentinos sino también las esperanzas electorales del oficialismo. No está claro cuán consciente de ello es Alberto Fernández. La expresidenta en funciones, en cambio, lo tiene claro. Sabe que, si hoy se votara, el Frente de Todos contra Todos pierde. Por eso viene agitando el bluff de su proscripción. Es una excusa que le viene como anillo al dedo para rechazar su candidatura presidencial. No puede correr ese riesgo. Claro que en el kirchnerismo nada es definitivo, pero, hasta el momento, CFK se mantiene firme en su negativa. Una muestra de esa firmeza podrían serlo los afiches que voces calificadas del kirchnerismo dicen haber visto con la candidatura presidencial de Eduardo “Wado” de Pedro, el ministro del Interior con quien el Presidente no se habla. Esos afiches, llevarían también la postulación de Axel Kicillof a la reelección a la gobernación de la provincia de Buenos Aires. En el ideario actual de CFK, su objetivo principal es retener el territorio bonaerense, para mantener una cuota de poder que le permitiría no sólo complicar la gestión de un eventual gobierno de No tan Juntos por el Cambio sino, además, tener dominio sobre el peronismo.

Obsesiones

Mientras tanto, la gestión de Alberto Fernández sigue siendo la representación de un grotesco interminable. En la entrevista que le concedió en su programa de Radio Urbana a María O’Donnell, dijo cosas desopilantes. Una de las que hará historia es el reconocer que con el ministro De Pedro –nada menos que de la cartera de Interior– no habla y que gobierna con los ministros que puede. En cualquier gobierno con parámetros de funcionamiento basados en la lógica y el sentido común, si un ministro no respeta la autoridad del Presidente que lo designó tiene  como único destino la renuncia. Está claro, pues, que la única persona que puede echarlo del Gobierno es la propia CFK. Ante tamaña exhibición de falta de autoridad, la única alternativa que encuentran los gobernadores peronistas es el sálvese quién pueda. Por eso varios de ellos decidieron vaciarle la convocatoria a la mesa política a la que AF convocó al peronismo para el próximo jueves 16. Es curioso que varios de los que le exigieron que aceptara esta iniciativa de CFK son los mismos que se la están boicoteando, empezando por la mismísima expresidenta en funciones y su hijo Máximo.

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Ante esta realidad, el Presidente se empecina en mostrar su desastrosa gestión en un dechado de errores que “no hicieron daño a la gente”(sic) y aciertos. Parece que se olvidó de miles de muertos que hubo durante la pandemia por su caprichosa decisión de no autorizar la compra de las vacunas de Pfizer. También podríamos mencionar que una de sus primeras decisiones luego de sentarse en el sillón de Rivadavia fue borrar de un plumazo, la fórmula de movilidad jubilatoria implementada en tiempos de Cambiemos y la instauración de un nuevo sistema que terminó haciéndole perder plata a los jubilados. “Los errores fueron honestamente cometidos” –sostuvo. Entonces –al menos–, debería pedirle la renuncia a todos los funcionarios que terminaron por hacerle la vida más difícil a los adultos mayores. El daño es directo y mensurable.  

Reculando en chancletas

The show must go on. El juicio político a los miembros de la Corte Suprema sigue su curso con la admisión de los cargos presentados. Pero ahora hay un dato clave que está mucho más claro. Cristina no puede permitir que el proceso llegue a su fin y culmine en el recinto, porque sabe que sería un nuevo fracaso para su colección personal. La señora  quiere que la investigación quede abierta para sostener en el tiempo el manto de sospecha sobre el Máximo Tribunal. En su cabeza y en la de toda el ala dura del oficialismo, una Corte enjuiciada tiene como efecto directo desacreditar los fallos que la condenan. En el centro de prensa montado en la sala contigua a la que alberga el proceso, el propio diputado ultra K Rodolfo Tailhade se encargó de gritarlo a los cuatro vientos ante los micrófonos de los medios oficialistas: “Nadie nos va a venir a marcar los plazos ni las definiciones, tenemos tres años para decidir y hacer las presentaciones correspondientes”. La jugada está consumada. El tema difícilmente llegue al recinto.

Entre tanto despropósito institucional –que también condiciona la economía– una nueva espada de Damocles se ciñe sobre los planes del ministro Sergio Massa. Es un secreto a voces que la inflación de enero podría superar el 6%. Un número que lo obligaría a recalibrar el GPS, justo cuando la embestida del kirchnerismo contra su figura vuelve a recrudecer.

Es como el cuento de la rana y el escorpión. Quien fue designado como un posible salvoconducto, podría ser sacrificado en la mitad del río, antes de llegar a la orilla. Más aún cuando el superministro se sostiene en un frágil equilibrio cimentado sobre la ya mencionada falta de candidatos. Esta historia continuará...