Nada de lo que sucede dentro del Frente de Todos contra Todos sorprende. Los mandobles verbales que Máximo Kirchner, Eduardo ¨Wado¨ de Pedro o Andrés “Cuervo” Larroque le asestaron en los últimos días al Presidente forman parte ya de la rutina de un gobierno que tiene al fracaso como único rumbo.
Un fracaso que Alberto Fernández se empeña en presentar como un éxito. “Ahora la gente se queja porque tiene que hacer dos horas de cola para ir a comer”, dijo sin inmutarse el viernes último en Entre Ríos. Se ve que tiene un oído selectivo. Hay otra mucha gente que se queja por muchas otras cosas más urgentes: la inflación, los tarifazos, la falta de trabajo, la inseguridad, la imposibilidad de alimentarse bien, la miserabilidad de las jubilaciones y un largo etcétera.
El año electoral ha hecho que las apariencias caigan. A Alberto F le interesa sólo la elección y mantener viva su posibilidad de buscar la reelección. Esto lo enfrenta directamente a Cristina Fernández de Kirchner. Recuérdese que la expresidenta en funciones le repite a su entorno más cercano que Alberto Fernández representa el peor error político cometido en su vida.
CFK creyó que el Presidente llegaría a ser su mascarón de proa para liberarla de todas sus penurias judiciales y le aseguraría la tan ansiada impunidad. El hecho de que la vicepresidenta esté hoy condenada por el delito de corrupción es un puñal clavado en lo más profundo de su alma que la enfurece y la perturba. Por eso no lo quiere de candidato a nada.
He ahí un problema, porque Alberto F no termina de arriar sus banderas. Es lo que muestra su decisión de convocar a una “mesa electoral” del Partido Justicialista para dirimir las cuestiones atinentes a las próximas elecciones y no la gestión. Lo ha hecho con un grado de notable cinismo: de la convocatoria forman parte los gobernadores peronistas, la CGT y los movimientos sociales. Es decir que CFK y su entorno son uno más de ese universo variopinto.
Si algo que la vicepresidenta detesta –entre las muchas cosas que detesta– es ser tratada como alguien del montón. Además, lo que ella y sus secuaces quieren es discutir sólo la gestión, cosa que condenaría a su criatura política y dejaría a los propios como meros espectadores de un gobierno del que en realidad forman parte.
Lo único que los une a AF y a CFK es su vocación por hacer daño a sus opositores y críticos. Un buen ejemplo es lo que está sucediendo con el caso de los delincuentes que invocan ser mapuches para cometer delitos. A Facundo Jones Huala, que se escapó de Chile hacia la Argentina para no cumplir una condena, no lo buscaba nadie. Lo encontró la policía porque una vecina se quejó por los ruidos molestos que producía el pseudomapuche en medio de una fiesta. Estaba borracho. Esto ocurrió en Río Negro. En Mendoza, le acaban de otorgar un total de casi 25.000 hectáreas a personas que, sin ninguna documentación respaldatoria, ocupaban esas tierras argumentando ser mapuches. Curiosamente, nunca se vio ninguna acción de reclamo de tierras para los mapuches en la provincia de Santa Cruz.
Toma de distancia provincial. La mencionada “mesa electoral” impulsada por el Presidente. Tiene –además– otro problema en su génesis. Los gobernadores del PJ ya han dado pruebas suficientes de que no van a sacrificarse ni poner en juego su poder territorial para convertirse en los bomberos del gobierno nacional.
Hasta ahora ya son quince provincias las que tienen pensado desacoplar las elecciones provinciales de la puja nacional. Ninguno de ellos quiere atar su suerte a la de Alberto Fernández, CFK y Sergio Massa por mencionar a los principales dirigentes del Frente de Todos Contra Todos.
La posibilidad de caer en la volteada y ser víctimas del voto castigo los espanta. “Ya no se trata sólo del control de la inflación o la contención del dólar blue, que podríamos caratular como problemas de gestión, se trata también de la pelea de dos facciones de poder a quienes no les importa arrastrarnos al abismo. No vamos a chocar con ellos”, aseguraron en el entorno de un gobernador del norte argentino.
Escenas de guerra opositora. Dentro de Juntos por el Cambio la foto parece la misma que vienen exhibiendo hace meses. Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta se disputan el visto bueno de Mauricio Macri con fotos y pijamadas en el Sur. El resultado es siempre el mismo.
El expresidente conserva la centralidad y su cuota de poder como armador político, con la opción de quitarle lo que le dé la gana a cada postulante en una eventual negociación final. Como buen ingeniero, sabe de cálculos, estrategia y se maneja con frialdad.
Conscientes de la ausencia de una figura con peso propio, en la UCR se preparan para negociar cuotas de poder y cargos específicos. Bastante poco en relación a los momentos de euforia de las últimas elecciones de medio término, donde había surgido la figura de Facundo Manes, hoy muy lejos del círculo de poder real. Restará ver que fichas mueve el jujeño Gerardo Morales y cómo se establece un nuevo equilibrio con sus socios del PRO dentro de la alianza opositora.
Como reza el Eclesiastés: “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y no hay nada nuevo bajo el sol”.