COLUMNISTAS
Nuevas herramientas

Las tenazas

Casa Rosada
Casa Rosada | cedoc

Las piedras han sido las primeras herramientas de la humanidad. Con ellas se elaboraron cuchillos, lanzas, palas, cuencos. También los huesos de los animales fueron útiles para el trabajo y la caza.

Paso a paso las herramientas, producto de las necesidades, fueron avanzando en sus materiales, formas y complejidades para ser utilizadas en la actividad cotidiana.

Dentro de las múltiples habilidades que pueden tener las personas hay una división entre los que se dan maña para reparar artefactos y dificultades de la casa y los que no.

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Así estamos quienes, cada tanto, nos animamos a encarar algún arreglo sin recurrir a los especialistas y no hacemos más que empeorar las cosas. Cuando finalmente viene el profesional descubrimos herramientas que no conocíamos. Puede pasar en la electricidad, plomería, mecánica. Aparecen llaves, pinzas, motores, tornillos, cables de formas y usos insospechados para nuestra inhabilidad motriz.

Justo es reconocerlo, también son herramientas el lápiz, el tubo de ensayo, la computadora, el celular, los libros. Incluso hay herramientas dentro de las herramientas. La PC o el teléfono móvil nos dan acceso a una serie de aplicaciones y programas que son instrumentos para hacer más sencillas nuestras tareas habituales.

Las herramientas, en una rápida conclusión, articulan el pasado y el presente de nuestra actividad humana e, incluso, abren nuevas posibilidades a futuro.

Las organizaciones tienen sus instrumentos que sirven a los propósitos institucionales y colectivos. También el Estado.

El Estado es una forma de organización política con alcances soberanos y, en consecuencia, administrativos sobre un determinado territorio para ordenar las actividades de la sociedad.

Al compás del tamboril

Tenemos así el Estado Nacional, los Provinciales y los Municipales, con autonomías, jerarquías e interdependencia.

Para organizarse, el Estado recurre a leyes, crea instituciones a las que apelan los gobiernos de turno para sus fines.

En la discusión política actual aparecen los extremos, los spencerianos, que pretenden que el Estado desaparezca junto a sus herramientas y los que hacen del Estado una cáscara vacía por su propia inoperancia personal.

La realidad de nuestros Estados, en sus tres formas, es una consecuencia de medidas que se repiten y profundizan en el accionar político.

Cada vez que se crean nuevos “ravioles” para el pago a los diversos integrantes de una coalición, cada vez que se ocupan con personas ajenas los cargos técnico-administrativos, se degradan el Estado y sus herramientas.

Como nunca, hablamos de las “cajas” del Estado. El término “caja” conlleva significados ambiguos y sospechosos y, lo que es peor, cada “caja” se va convirtiendo en una isla que dicta sus propias leyes no acatando las normas de la autoridad mayor. En definitiva, se forman Estados dentro del Estado que van generando, con su conducta, independencia del mismo, como si cada organismo fuera un “país” diferente.

Ocurre con el Ministerio de Desarrollo Social (los planes), pero también con la AFI (ex SIDE), con los juzgados, con los entes y con cada dependencia cuyos titulares tienen aspiraciones políticas.

No se puede usar un destornillador para poner un clavo, como no sirven las tenazas para depilarse.

Si se usan las herramientas del Estado como un fin para compensar internas partidarias, llegan los desastres sociales, políticos y económicos.

Las herramientas creadas por los humanos, dijimos, articulan el pasado y el presente. El Estado, además, debe tener planes que contemplen el futuro de las personas que vivimos en su territorio. Esa es la discusión que debe darse en la política: cuál es el Estado que pretendemos y cómo funcionan sus instrumentos, sus instituciones.

Las tenazas no son las únicas herramientas, hay que pensar otras.

* Sec. Gral. de la Asociación del  Personal de los Organismos  de Control (APOC) y Convencional Nacional UCR.