Mala noticia para Mauricio Macri: se cayó como una caja fuerte la jefa de gobierno británico, Liz Truss, por seguir el pregón del ingeniero argentino que repite en canales de tv y en su reciente libro “Para qué”. El relámpago: hacer lo que corresponde en materia económica en los primeros días de gestión. Pero la dama conservadora tuvo que pedir perdón por tratar de imponer, rápido y de golpe, reformas que saneaban la economía al mismo tiempo que bajaba los impuestos a los ciudadanos. No pudo: le voltearon todos los proyectos hasta sus propios colegas tories, está aún en el borde de ser la primera ministra de menor duración en el cargo de la historia. También será rápido y de golpe la eyección, si es que las disculpas públicas no alcanzan.
La noticia acompaña la presentación del libro esta semana. No parece la más apropiada, justo cuando Macri confiesa en su texto que él mismo conspiró contra su gobierno cuando dilató decisiones por actuar con gradualismo, arrastrado por consejeros que no menciona pero que siguen a su vera. Entonces ofrece, si cambia el gobierno en el 2023, proceder con energía y determinación para reducir el gasto público, cristalizar reformas y suprimir privilegios empresarios o laborales, entre otras prebendas de la actualidad. “Aunque en lugar de que nos tiren 3 toneladas de piedras, nos vayan a arrojar 300”, previene.
Para ese ejercicio hoy anulado en Gran Bretaña —donde alguna vez gobernó la inflexible Margaret Thatcher—, el ex mandatario argentino elije a Patricia Bullrich en lugar de Horacio Rodríguez Larreta. Acompaña las encuestas. El mismo alcalde ha debido revisar su actitud de paloma desde el día en que reconoció su amor prohibido con la pimpante hija de un escribano que legalizó varios proyectos inmobiliarios de amigos de Mauricio. Raro: durmió el ingeniero de ese idilio, justo a él que lo caracterizan como jefe de escuchas y espías. ¿O no será cierto que desconoce a una funcionaria con destacable currículum que durante años hizo sus méritos en la administración de Vidal y Salvai?
En esa jornada de franqueza sentimental, Rodríguez Larreta apareció más firme en sus convicciones políticas, modifica actitudes y pacifismo, fruto —dicen— de una renovada asesoría de Duran Barba: “Te está demoliendo Patricia, tenés que mostrarte duro, cambiar. En caso contrario, no va a quedar nada de vos el día de las elecciones”, le habría recomendado. En cuanto a su exultante rival, se volvió preferida de Macri desde que dijo una frase endulzante: “Yo voy hasta el final, peleo contra todos, menos contra Mauricio si el decide postularse”. Una caricia para los oídos del ex mandatario saber que alguien de su cercanía aspira a la Casa Rosada o puede contentarse con la Intendencia porteña. Algo así a lo que él mismo le dijo a Rodríguez Larreta: “Lo importante es jugar en el equipo, da lo mismo jugar de dos que de seis”. Falsa reflexión de un dirigente del fútbol: por el 9 o el 10 siempre se paga más en el mercado de los jugadores.
Macri vive su mejor momento, no contaminado por la campaña personal —en apariencia— y diciendo que deserta porque la hechicera Juliana no quiere volver a Olivos, como si ese detalle fuera cierto y él le hubiera hecho caso a alguna mujer. Curioso, se apresta a repetir el peligroso rol de Cristina durante la administración de Alberto Fernández: será juez, objetor, aplaudidor, crítico, habrá que observar cada gesto, mohín, sonrisa, WhatsApp, declaración o discurso que pronuncie. En suma, le hará la vida imposible a quien asuma en representación de Juntos por el Cambio. Mientras, en esa bullente coalición se discute una fecha para la elección en Capital Federal, como se sabe anterior a los comicios nacionales. Para muchos, es una desventaja en el almanaque, sea en multiplicidad de gastos o por un resultado que, aun siendo favorable, abre la puerta a diversas internas.
"Para qué": Macri deshoja su futuro con el libro entre el "sí" o "no" de la candidatura
Difícil polémica. Por ejemplo, copiando cierto sentido del libro “Para qué”, el jefe de gobierno capitalino dejó trascender un acuerdo con Martín Lousteau y la juvenilia cuarentona que lo sigue. “Yo te apoyo en la Ciudad, vos me apoyas en la nacional”, farfullaron. Temblor en el Pro, a ver si pierden el distrito como reducto partidario, más allá que Lousteau ya dispone hoy de cierta porción administrativa: del banco municipal (que viene a ser como dos ministerios), injerencia en Industria, en otras áreas y en el inmenso mapa judicial que controla el rey del juego Daniel Angelici (calificación que lo disgusta por la tradición de quien dispone del oro también sueña con el bronce), quien afirma: “Yo descorcho si gana Martín o si gana Jorge (Macri), me da lo mismo, me llevo bien con ambos”. Todos saben lo que significa llevarse bien con ambos.
Además, “para qué” Rodríguez Larreta amenazó con Lousteau si luego manda a la televisión a su ministro Fernán Quirós como candidato. Tampoco se entiende otro “para qué” del intendente: si acordó la llegada de Jorge Macri a su gabinete para impulsarlo como sucesor en acuerdo con Mauricio, cuál es la razón para que lo postergue y ahora bombardee. Justo cuando el romántico primo se va a casar en La Rural con fiesta impresionante, cuando el amor triunfa en derredor como en su propio caso. Felices los novios.
Otra inquietud que manifiesta Mauricio es la resolución de las Paso en Capital y Provincia de Buenos Aires dentro del Frente opositor. Su iniciativa propone una figura geométrica para esos comicios internos, un rombo: en los ángulos superior e inferior, listas abiertas, mientras en los dos ángulos de los costados listas consensuadas y cerradas con anterioridad. Participan en las abiertas los candidatos nacionales (tipo Bullrich, Larreta, Morales, etc) como en las bonaerenses los Santilli, Iguacel, Posse, Ritondo, etc. Ese libre albedrío de postulantes ejecutivos se limita, en cambio, a un entendimiento previo para la incorporación de legisladores: Macri pretende reparto y escritura entre las distintas fracciones para una presentación única. Es un cambio a su anterior ausencia en esa confección de representantes cuando se realizó la elección de diputados o senadores en tiempos que accedió a la Casa Rosada.
Ahora no solo quiere reparar aquella distracción elemental, también urdir una red cómplice al mejor estilo los consejos del Viejo Vizcacha, esa luz que la mala prensa del subdesarrollo suele ignorar al revés de lo que hace con Maquiavelo. Intenta Macri colocar gente propia en las listas, no vaya a ocurrir que lo olviden en los próximos. Como ocurrió en el pasado, cuando fue gobierno, y en apariencia —con la ayuda de la UCR— llegó a disponer de 80 diputados y un núcleo de senadores que le permitieron nombrar a dos ministros de la Corte Suprema (Rosatti y Rosenkrantz). Sin embargo, derrochó ese poder en el Congreso peleándose con capitostes varios, de Monzó a Rozas, de Pinedo a Massot, subestimando también a Negri. Imperfecto negociador que ahora promete revisarse, olvidando aquella soberbia típica de los recién llegados. O acentuar su intransigencia amarilla en relación a socios complicados, como los delegados de la UCR o los hijos de Carrió, a veces poco agradecidos con lo que obtuvieron gracias a otros. Vaya uno a saber.