COLUMNISTAS
PANORAMA / LAPICERAS CON PODER

Marcos y Cristina

La realidad parece no sonreírles, pero las listas de candidatos estarán en sus manos.

1370_burdman
CUADRO DE HONOR Marcos Peña | Dibujo: PABLO TEMES

Es frecuente en política que algunos protagonismos relevantes queden convenientemente invisibilizados. Toda estrategia eficaz requiere que cierta información permanezca oculta; la operación política, a su vez, suele consistir en el sobredimensionamiento de ciertos hechos para captar o distraer ciertas atenciones. Y la política práctica se nutre de estrategia y operación. Una primera lectura de titulares nos muestra a una Cristina Kirchner golpeada por cuadernos, procesamientos y alternativas federales. Y volteando la página, a un Marcos Peña ausente, culpabilizado de la crisis económica, desafiado por los líderes cambiemistas con tierra, luchando por mantenerse a flote en el Gobierno. Pero ambas imágenes son engañosas. Marcos y Cristina están más fuertes que antes. Y mientras no ocurran cataclismos, ellos tienen en sus manos las lapiceras que organizarán las ofertas electorales de las dos minorías dominantes de la oferta política argentina. Cambiemismo y peronismo kirchnerista.

Plumas. La lapicera de Marcos en 2019 es más compleja que las de 2017 o 2015. Porque ahora hay continuidades, reelecciones y poder que administrar. Cambiemos ya es una maquinaria política vigente. Por eso mismo, la respuesta a esa complejidad es más concentración decisoria. Los vicejefes que se habían ido vuelven mejor que antes. A otros aspirantes a armadores del oficialismo les esperan destinos externos: organismos internacionales (Frigerio) o embajadas (Monzó). Los socios como Carrió o los radicales creen que deben patalear más fuerte para ser escuchados, pero esta vez no funcionará. La figura ascendente del cambiemismo, Patricia Bullrich, se debe a la imagen de su política de seguridad y también a que la ministra entendió el régimen marquista: ella aporta discurso y popularidad pero no pide nada ni cuestiona el poder de una lapicera en manos de otro.

Naturalmente, habrá algunas discrecionalidades locales. La lapicera de Peña no necesariamente llegará hasta el último concejal de la última provincia. Pero nadie puede estar seguro: tal vez sí.

El kirchnerismo creó a Scioli y Cambiemos a Vidal: porteños ajenos a la política bonaerense

El caso de la oposición peronista es bien distinto. En nuestro modelo político la presidencia funciona como unidad ejecutora, y la ausencia de ella es exactamente lo contrario. En teoría, las lapiceras peronistas son muchas y se dividen entre diversos jefes políticos provinciales y municipales. Pero uno de los datos duros de finales de 2018 es la puesta en evidencia –o la aceptación, que es casi lo mismo– de que el peronismo alternativo no arrancó y carece de candidato competitivo. Y por consiguiente, la única posible líder de la oposición es la ex presidenta. Algunos se acercan; otros trazan tímidos puentes, o imaginan fórmulas de convivencia. Son cada vez menos quienes se resisten a esta realidad. Son cada vez más los que creen en el retorno de una leona herbívora, y descartan los fantasmas de la venganza terrible.

Esa Cristina Kirchner que en las Navidades es reconocida como inexorable adquiere un inesperado poder de lapicera. No comparable al que pudo tener cuando gobernaba, claro, pero algo sí. Si le reconocen el liderazgo y ese poder, hasta podrían comenzar a negociarse fórmulas presidenciales. En algunas provincias no se va a querer meter, en otras seguramente sí. Hasta podría arruinarle la reelección senatorial a Pichetto si no hay café de por medio.

Donde no piensa resignar poder de lapicera es en la provincia de Buenos Aires. Su distrito nativo y por opción. Pero tiene que decidir cómo conjugará ese poder con la jefatura de la Provincia dentro de la Provincia que sí gobierna el peronismo. El partido de La Matanza sería la quinta provincia más poblada del país. Detrás de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y la Ciudad Autónoma. Con casi 2 millones de habitantes, supera al padrón de Mendoza. También, y por mucho, al de Tucumán, que hoy es el principal distrito provincial que gobierna el peronismo.

Sí, La Matanza es el principal distrito peronista. Y quiere que se lo reconozca como tal. Tiene dos candidatos: Verónica Magario y Fernando Espinoza. Cuando asumió la actual gestión municipal convocó a dirigentes que habían cumplido funciones importantes en los gobiernos nacionales y provinciales del peronismo hasta 2015 para que asuman cargos. Muchos quisieron ver que “el peronismo derrotado se refugiaba en La Matanza” y obviaron las aspiraciones políticas del municipio-provincia, cuyo rasgo identitario es el poder electoral. El "hay que esperar los votos de La Matanza" es un clásico de las largas noches de escrutinio. Bastión peronista y factor (des)equilibrante de los comicios bonaerenses.

Cuentas. Tan importante es la aritmética y la simbología del peso electoral matancero en la Tercera Sección electoral que el cambiemismo bonaerense diseñó el plan de dividirla. Difícil de lograr. Pero cuenta con un aliado tácito y silencioso. Aunque nunca lo reconocerían en público, hay intendentes y dirigentes del peronismo bonaerense que verían con satisfacción una división de su gran hermano de los votos. No les gusta que la teoría del poder electoral matancero quiera imponerles nada. No quieren un primus inter pares. Quieren que sus municipios cuatro o cinco veces más pequeños pesen tanto como el más grande. Y además, creen que La Matanza plebeya no puede ser por siempre la imagen del peronismo. Ciertas localidades matanceras como González Catán –que supo ser un pueblo rural próspero– o Laferrere son hoy la quintaesencia de la pobreza estructural conurbanense. Intendentes de municipios peronistas con un perfil socioeconómico más parecido a la clase media rechazan ese espejo.

Cristina Kirchner, de hecho, prefiere no creer demasiado en la importancia del peso electoral de La Matanza. El kirchnerismo se ha ido convirtiendo en un movimiento nacional y aterritorial: ya nadie recuerda si es santacruceño, conurbanense o porteño. Y su jefa es la impulsora de ese concepto. Darle la candidatura a La Matanza y su poder territorial sería traicionar sus propios conceptos.

Los problemas del peronismo matancero para convertirse en ese primus inter pares y desde allí conducir los destinos del peronismo bonaerense son muchos.

Carga con los estigmas sociales antes mencionados. Y con otro problema de larga data, que es la colonización de la Provincia por parte de la política nacional. El kirchnerismo creó a Scioli y el cambiemismo a Vidal: dos porteños ajenos a la política bonaerense que terminaron gobernándola. Por ahí pasa, entonces, el dilema: candidatura bonaerense versus nuevos intentos de porteñización.