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Tetrafármaco a la Argentina

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Epicuro y smith | Cedoc

Terminó la última semana completa del año con los peores pronósticos económicos desde la crisis de 2002: nuevamente riesgo de default de la deuda. Con más de ochocientos puntos de riesgo país (cuando desde julio de 2014 el promedio del último año y medio de Cristina Kirchner fue de alrededor de quinientos puntos), podríamos llegar a preguntarnos: ¿de qué valió pagar a los holdouts si de cualquier forma ahora tampoco somos sujeto de crédito porque con este riesgo país la tasa a la que se puede endeudar la Argentina hace inviable casi cualquier proyecto? O: ¿de qué valió levantar el cepo irrestrictamente y que las empresas multinacionales pudieran enviar sus dividendos acumulados durante los últimos años del kirchnerismo si no se produjo la lluvia de inversiones privadas que se esperaba?

Pero desde este diario contracíclico, que desconfía del lugar común en el que cae siempre la opinión pública como efecto del contagio de los humores sociales, se quiere llamar a la reflexión al lector para que se haga algunas preguntas. ¿Acaso en diciembre de 2017 todos los consultores y analistas económicos, casi sin excepción, no pronosticaron para 2018 un dólar sin sobresaltos (entre $ 22 y $ 25 a fin de año) más una economía en crecimiento y se equivocaron por el opuesto? ¿No podrían ahora volverse a equivocar al pronosticar un terremoto?

El alma herida de los argentinos que se decepcionaron influye sobre los pronósticos de 2019

¿Acaso los mercados financieros no viven de crear oasis y tormentas ficticios para entrar y salir de ellos antes de que todos se den cuenta de las exageraciones de sus pronósticos y así hacer sus ganancias? ¿No sería sensato no confiar plenamente en sus vaticinios porque muchas veces son performativos para buscar producir lo que dicen y luego hacer toma de ganancias con lo opuesto?

Es un escenario posible que en marzo Cristina Kirchner tenga más de 32% de intención de voto, que la economía no dé señales de rebote ni crecimiento y que el pánico se apodere de la clase media y salgan en masa junto con las empresas a dolarizar sus depósitos, generando la profecía autocumplida. De la misma forma, es posible también lo contrario: que progresivamente la posibilidad de Cristina Kirchner de ganar las elecciones se vaya reduciendo porque el Gobierno recupere aprobación o "aceptación" una vez que la economía haya llegado al piso de la recesión y se comience a percibir alguna mejora, frente al mes anterior aunque no frente al año anterior. Y permita cumplir el sueño de Jaime Duran Barba de que Macri sea reelecto en primera vuelta al sacarle 10 puntos de ventaja al kirchnerismo, con algo más de 40 por ciento del total de votos.

Si así fuera, los pronósticos de diciembre de un año para diciembre del año siguiente volverían nuevamente a ser desacertados y se produciría un salto de confianza con reducción del riesgo país y baja de tasa de interés, anticipando la llegada de las inversiones justo cuando nadie las esperaba, como en la fábula del pastor y el lobo.

Esencialmente, nadie sabe cuándo cambiará el ciclo, y lo que el verdadero conocimiento puede aportarnos es que siempre habrá ciclos y siempre habrá cambio. El padre de la economía, Adam Smith, consideraba a los ciclos económicos inevitables porque el ser humano en la bonanza tiende a la pereza y la naturaleza humana –la avaricia es parte de ella– fomenta sus propias crisis, haciéndolo caer en las mismas trampas.
Pero en el caso de esta triste Navidad que pasa la gran mayoría de los argentinos, aún más profundo y mucho más efectivo como remedio contra el pesimismo es el tetrafármaco de Epicuro, el filósofo griego que desde el hedonismo racional originó una de las corrientes más perennes de la filosofía.

Tras cinco recesiones en diez años, con o sin Macri, no debería estar tan alejado volver a crecer

Epicuro vivió en el siglo III antes de Cristo, en una época donde Grecia enfrentaba un momento de decadencia. El modelo económico basado en la expansión comercial colonialista, la rapiña y la esclavitud se agotaba generando guerra entre las diferentes ciudades griegas. La falta de un poder aceptado por todos derivó en que Grecia terminara siendo sometida por la Macedonia de Alejandro Magno. En esa depresión social es que Epicuro crea el tetrafármaco como un remedio para curar el alma herida y devolver a los griegos su confianza en el futuro. El tetrafármaco combatía los cuatro miedos más comunes y angustiantes de aquella época: el miedo a los dioses, el miedo a la muerte, el miedo al dolor y el miedo al fracaso en la búsqueda del bien. Ni el dolor ni la felicidad son para Epicuro algo que se sufra o goce de manera continuada porque tanto lo bueno como lo malo no son permanentes. Todo es breve: no hay que sentirse seguro en la felicidad ni derrotado en la infelicidad.

“El futuro –escribió Epicuro– ni depende enteramente de nosotros, ni tampoco nos es totalmente ajeno, de modo que no debemos esperarlo como si hubiera de venir indefectiblemente ni tampoco desesperarnos como si no hubiera de venir nunca”. Aplicado a nuestra economía actual, sería que no sabemos si la guerra comercial entre Estados Unidos y China escalará con consecuencias impredecibles y se harán realidad los pronósticos de una recesión mundial tan repetidamente anunciada o habrá distensión y recuperación de confianza mundial. No sabemos si Bolsonaro en Brasil tendrá éxito con su ortodoxa economía de la escuela económica de Chicago empujando a la Argentina por ser nuestro principal socio comercial o si, tras asumir, devaluará el real un 30 por ciento generando una nueva corrida cambiaria en la Argentina que termine desatando una crisis en cadena que, por efecto síndrome, deje a Macri knock-out. Y menos sabíamos hace tres meses, cuando estaba en duda quién sería presidente de Brasil.

Pero lo que sí sabemos es que ni lo bueno ni lo malo están exentos de oportunidades y amenazas. Por ejemplo, en la Navidad de 2019, si fueran presidentes Macri o un opositor (tampoco habría que descartar un moderado como Lavagna), se encontrará con un país que después de su quinta recesión en diez años estará con necesidad de recuperación y, como explicaba Adam Smith, después de la recesión viene el crecimiento.

En síntesis, resulta recomendable pasar estas fiestas siguiendo los consejos de Epicuro para hacerlo en ataraxia: ausencia de turbación.