Desde finales del año pasado se ha venido pronosticando que 2010 sería un año mejor que 2009. Se trataba de un pronóstico relativamente sencillo. Una recuperación de veinte millones de toneladas de soja a precios buenos no récord, y un boom exportador de autos a Brasil serían casi suficientes para ello. Se mantendría así, el superávit de comercio de más de USD 15.000 millones. Hay, además, una variable clave, la fuga de capitales que durante dos años, entre finales de 2007 y 2009, se encargó de vaciar al superávit del comercio generando una recesión, aunque se pudo evitar una crisis cambiaria.
La fuga en la Argentina es una variable muy difícil de pronosticar. Pero basado en la distensión financiera que hay en el mundo y que ya lleva varios meses, se la proyecta a mitad de camino de lo que se estaba fugando. Es muy fuerte la nueva “borrachera financiera mundial”: fortificó al real a 1.70 reales por dólar (desde 2.40), permite financiar a Brasil a menos del 6% y a Uruguay a menos del 7% anual en dólares a larguísimo plazo. Es decir, si para la modesta demanda Argentina este machazo fenómeno permitiera que sólo se fugara la mitad de lo que se iba, ya el mercado cambiario y monetario se lubricaría de tal manera que le permitiría a la economía recuperar lo que perdió en 2009. Hasta aquí, la base de la recuperación proyectada, con la inversión y el empleo estancados. Pero aún en este escenario se presentaban además desafíos complejos para la economía.
O sea, se trata de un escenario que no habilitaba un salto directo a ponerse a pensar “non stop” en 2011. Mucho menos a hablar de que vuelven tasas chinas de crecimiento. Tampoco es cierto que todo iba a ir bien, salvo que se cometiera algún error político. El camino aún en la recuperación estaba lleno de desafíos de carácter estrictamente económico. Desde ya que el mundo y la política también juegan un partido. Pero bastante antes que saltara el problema Fondo del Bicentenario-Redrado había desafíos pendientes para 2010, todos económicos. Lo ocurrido ahora genera un “empiojamiento” adicional y se trata de un enorme error político-económico-jurídico, el famoso Fondo. Por lo tanto, no es que veníamos impecablemente bien para un 2010 a toda orquesta y los acontecimientos recientes lo pudrieron. Definitivamente no. La política efectivamente tenía (tiene) incorporado el riesgo de la personalidad de Néstor Kirchner. Pero está primordialmente, la economía.
Entre los desafíos está, por ejemplo, la tasa de inflación, que va a entrar en el cuarto año consecutivo a dos dígitos y es previo al affaire Banco Central. Todavía en la cabeza del argentino “normal”, 20% anual luce llevadero. Es más, hay hasta un riesgo adicional: que al Gobierno no le conforme sólo crecer recuperando lo perdido en 2009 y entonces quiera darle más al gasto público para ir más rápido. Entonces acumulará más inflación. Por cada punto adicional de producto que quiera sumar acumulará cinco de inflación. O sea, cinco por uno. Por arriba del 3,5%/4% de crecimiento genuino de 2010 la inflación va a ir por arriba del 20% anual. Pero el caso emblemático económico, previo al conflicto, es la situación del fisco argentino y su financiamiento. Un aspecto crucial notablemente subestimado por el Gobierno, la oposición y curiosamente ignorado hasta el conflicto por el propio mercado de bonos local que aprovechaba el pago con reservas de todo 2009 y le saca a la Argentina el doble de renta que al Uruguay, en una extraordinaria timba. Este es el verdadero origen del problema de estos días. Aún en el “mejor 2010”, la proyección del deterioro fiscal y las necesidades de financiamiento empeoran.
El conflicto se arrastra de varios años de aceleración de gasto. Pero tiene su punto de inflexión en 2009. Argentina pasa de un superávit primario bien medido de $ 31.000 millones a un déficit de $ 5.000 millones, quedándose en el camino con un adicional de $ 14.000 millones de la recaudación anual que iba a las AFJP antes de la reforma. O sea, hay un deterioro del orden de los $ 50.000 millones o casi cinco puntos del PBI que son irreversibles en 2010 antes del affaire.
El financiamiento de este agujero, más los servicios de la deuda pública neta en pesos y dólares ya viene efectuándose intra sector público. Esto es: el Banco Nación y otros Organismos públicos financiaron los pesos. Mientras tanto, la parte en dólares (unos US$ 6.000 / 7.000 millones ya fueron financiados en 2009 por el Banco Central). En silencio, sin el alboroto armado con el Fondo del Bicentenario, de manera legal y contablemente bajo “tres pretextos” macroeconómicamente irrelevantes: adelantos transitorios (que la historia muestra que son permanentes); transferencia de utilidades por la devaluación del peso de treinta centavos por dólar a lo largo del año; y la contabilización como ingreso fiscal de los Derechos Especiales de Giro realizada por el FMI. Todo antes de la grandilocuencia del Fondo del Bicentenario.
Las reservas no mostraron caída pese a tamaña utilización con fines fiscales dado que el BCRA ha estado asumiendo pasivos en distintas operaciones con el Banco de Basilea y por los encajes en dólares originados en los depósitos en dólares de argentinos en el sistema bancario local. De esta manera, se pudo mostrar que las reservas subieron a pesar de haber sido usadas, en parte, para pagar la deuda.
Llegado hasta aquí, estamos hoy igual que el 13 de diciembre, un día antes de que se desatara todo este conflicto. En esto no tiene nada que ver ni el rechazo al decreto 2010 ni los embargos en los EE.UU. Se trata de un problema endógeno, que ya venía y que no ha sido enfrentado genuinamente.
Hoy, indudablemente, habrá que darle salida. Para ello hay que entender varias cosas:
1. Que si bien se trató de un error de carácter político, la grandilocuencia de mostrar que la plata está toda de golpe aquí presenta un problema cuyo origen tiene estricto carácter económico.
2. Que para 2010, efectivamente, se necesitan entre US$ 5000/6000 millones para afrontar los vencimientos en moneda extranjera y que, más allá de los mecanismos de apropiación legal de esos dólares del Banco Central, si son dólares comprados con emisión monetaria del superávit comercial cuando el Tesoro se los lleve no entregará pesos, justamente porque no tiene, por lo tanto habrá un impacto monetario para atender, si no la inflación se va a encargar de ello.
3. Que más allá de estas necesidades en dólares que dieron origen al pretendido Fondo del Bicentenario y el culebrón, hay en 2010 un problema fiscal todavía mayor que son necesidades en pesos. En efecto, el Gobierno argentino aun habiéndose apropiado de los stocks de deuda de las AFJP en 2008, necesita entre vencimientos y déficit fiscal probable en 2010, casi dos Fondos del Bicentenario más, pero en pesos, que ni han aparecido en la actual discusión como si no estuvieran en la mente de nadie.
Por lo tanto, la política tiene varios desafíos a futuro. Por supuesto, hay que resolver el problema de quien será el próximo “gerenciador”, más que presidente del BCRA. Pero tiene además otro tema clave, que es encontrar el financiamiento menos traumático posible para lo que resta del actual mandato presidencial, empezando por 2010. Nótese que esta es una tarea que debió haber resuelto el presupuesto público para 2010, votado y aprobado hace varios meses. Si este agujero ya existía: ¿Cómo se financiaba lo votado? ¿Los números del agujero eran éstos que aquí se han mencionado? ¿O terminaba cerrando con “otras fuentes de financiamiento”?, ¿es eso cerrar el presupuesto?
Por supuesto, la política podrá negociar simultáneamente otros temas de carácter político, la Ley 26.122, la curiosa definición post Convertibilidad de reservas excedentes, la eventual reasignación autónoma del gasto público en cabeza del poder ejecutivo, etc.. Pero está claro que, simultáneamente o acto seguido, al “pliego de condiciones” de la negociación le llega el “pliego de propuestas”, cuyo alcance ortodoxo u heterodoxo o mixto y su costo político, será parte de esa negociación. Bajo estas condiciones, se abre entonces una altísima probabilidad hipócrita, aunque acorde a la realidad que vive la Argentina. Discutir cierta “engaña pichanga” para otorgar un salvoconducto porque la alternativa es el default. Las fórmulas que la política termine encontrando para el financiamiento de la transición 2010-2011 que no cuesta mucho imaginar: i) financiamiento del BCRA en dólares, pero también en pesos bajo distintos pretextos ii) financiamiento crediticio al sistema bancario local donde el “atajo” diría encajes en pesos o dólares (otra hipocresía con caída de reservas), o iii) financiamiento liquidando parte del Fondo de Garantía de la ANSES, o sea, plata de los jubilados “stock”, adicional al “flujo” de los aportes mensuales que ya se lo tragaron las cuentas públicas en 2008.
Todo lo que se viene discutiendo va en ese sentido. Por ejemplo, ampliar el cupo de adelantos transitorios del Banco Central. Dejar de lado el Fondo del Bicentenario grandilocuente y gigante y “calzar” el uso de reservas con cada vencimiento: es lo mismo, pero en cuotas. Que sea el Tesoro y no el Banco Central quien absorba la emisión monetaria de la compra del superávit comercial. Y así sucesivamente.
Insisto, para esta transición hacia un nuevo gobierno a finales de 2011, la regresión ochentista está a la vista. El fondo de la cuestión no es “un puñado” más o menos de reservas. Es que estamos frente a la contraparte de un barril sin fondo en el gasto. Ahí sí, un mínimo gesto va a hacer falta. Y quienes hoy están en la oposición deben sí, dejar claro, de quién es la responsabilidad porque si no cargará con ese ajuste a futuro. Y aquí vamos llegando a la “madre del borrego” del tema Bicentenario, reservas, Redrado: se ha confundido una recuperación económica con desafíos económicos importantes, con el hecho de que si la política no interfiere “va todo en coche” en 2010 con un poquito de esfuerzo otra vez a “tasas chinas”. ¿Alguien cree que el agujero señalado en esta nota, aún con la economía recuperándose, es del último mes o post affaire?
O sea, en el actual culebrón, las luces mediáticas se encendieron para enfocar la resistencia del Banco Central a otorgar las reservas, la destitución de su presidente y su posterior restitución. Recién ahí se levantaron todas las voces. Pero, reitero, esto ya viene ocurriendo en magnitudes relevantes a lo largo de 2009, dándole cada vez más a la Carta Orgánica una actitud permisiva. Lo que pasa es que “el barril sin fondo sigue in crescendo”. El Fondo del Bicentenario dándole los dólares al Tesoro bajo la metodología demandada por el Gobierno Nacional, muy probablemente hubiera abierto la puerta para que las excusas y pretextos usados en 2009 para llevarse dólares (las mencionadas utilidades, diferencias de cambio, etc.) tornaran en 2010 a emisión monetaria lisa y llana para las necesidades en pesos. Ahí sí, ya estaríamos en la Argentina de hace veinte años, en materia fiscal. Un gravísimo y severo retroceso ochentista adicional a todo lo que ha ocurrido a lo largo de estos últimos años.
En síntesis, en los próximos “x” días o “x” semanas se estará discutiendo, cada sector desde su fortaleza política, el Fondo del Bienio, para no defaultear nuevamente. Es el salvoconducto. Desde ya, el “nuevo modelo” cierra con inflación y una nueva administración en 2011 se tendrá que encargar de volver a patrones internacionales. El tema central en este proceso es no asustar financieramente a la gente, que tiene mucha experiencia de cómo moverse en esos casos.