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Mi turco Asís

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| Cedoc

En marzo, Jorge Asís hablaba de la “extraordinaria frivolidad” con la que se establecía la cuarentena, presagiando los altísimos índices de pobreza que tenemos hoy. Recibía insultos de furiosos oficialistas de redes sociales, pero otras voces asociadas a la gestión actual podían suspender diferencias para ensalzarlo como autor, genio y figura. Entre los opositores, algo parecido. Polémico y seductor, el escritor, ex diplomático y flâneur de moñito despierta amor y odio en ambos lados de la grieta, tiene casi 200 mil seguidores en Twitter y es un fijo de la televisión. Tal vez haya un Asís para cada uno de nosotros. Encuentro al mío en la anécdota relatada por una amiga motomensajera hace unos 15 años. Es un Asís diferente, a otra escala. 

Mi amiga era una lesbiana orgullosa cuya condición de working class se hacía patente en el hollín que los caños de escape le dejaban en la cara. Asociaba al turco a los programas políticos de la tele, pero no sabía mucho de él. Le llevó un sobre en verano. Tocó el timbre secándose el sudor con la remera y él le abrió exhalando un perfume delicioso. En vez de despacharla con la mueca condescendiente de todos los clientes, la hizo pasar y la invitó a sentarse. Le sirvió agua helada y la escuchó hablar de la vida en moto. De despedida, escribió “A mi querida amiga Ana” en la anteportada de uno de sus libros y se lo dio junto a un abrazo. Cuando ella me contó, estaba emocionada. Hoy sigue sin saber mucho sobre él, pero recuerda el perfume y la garganta gratificada por el agua. El libro dedicado la acompaña siempre, como un amuleto.