COLUMNISTAS
CAZADORES electorales

No existe el voto independiente

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La sociología electoral predictiva (¿cuál será el comportamiento?) es un objeto de estudio complejo. Muchas teorías procuran instituir patrones de comportamiento, esquemas cognitivos que podrían ser decisivos a la hora de sufragar. Reduciendo las polaridades en abstracto oponen: racionalidad vs. emocionalidad. Pero en la realidad social no hay tipos puros, sí fusiones de diferentes grados.
La predicción da sorpresas, como ocurrió con las PASO. Ello no quiere decir que no hubiera causas para esos comportamientos inesperados. La dificultad radica en comprobarlas.
Terminadas las primarias, Daniel Scioli y Mauricio Macri salieron a “cazar” votantes de Sergio Massa, otros candidatos e “independientes” con zalamerías. ¿En qué consistiría la “independencia”?
Se observa que en las elecciones presidenciales, desde 1983 hasta hoy, las diferencias entre el primero y el segundo oscilaron entre 10 y 22 puntos. Hasta la vigencia plena del bipartidismo dominante (justicialismo/radicalismo) esa diferencia orilló entre 11 y 15 puntos.
En general gravitan en el deslizamiento poblaciones de sectores urbanos (medios y medios bajos) de la provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Mendoza y Córdoba. Ahora, en las PASO, se extendió un cambio significativo en el conurbano bonaerense en el cual no estuvo ausente la prédica manifiesta y subterránea de la Iglesia Católica, que influyó en la campanada.
Entre las diversas clasificaciones del voto se establece: un voto duro: militantes, ideológicos y clientelares. Voto blando: por siglas de frentes o alianzas, como voto “elástico” y volátil según coyunturas. Completando puede identificarse el voto opositor: como voto duro de los otros “espacios”. En este último tramo de la campaña el candidato Scioli y la
presidenta Cristina Kirchner parecen tomar senderos que se bifurcan para captar, sobre todo el primero, “independientes”. Aunque puede ser tardío y algo ambiguo por la campaña negativa. Por el lado de Macri aparece como más consistente el agregado bajo un concepto genérico denominado “Cambiemos”.
 El “independiente” combina algunas de estas características generales del votante. Se lo imagina asentado en la racionalidad que conlleva un cálculo del propio beneficio y una apariencia de libertad, individual y racional. Asimismo, puede combinarse con “personalismo” encarnado por un candidato sin demasiada organización partidaria y casi sin plataforma. O también, con el voto ira, hartazgo y descontento que conlleva una cuota de voto protesta o negativo. Este último más como reacción que afirmación positiva.
Otra composición de la actitud podría incluir factores como voto corporativo (organizaciones sociales), hambre, miedo, útil, etc.
En síntesis, ese “independiente” absoluto no existe, es sólo imaginaria la decisión que no esté influida por factores que van más allá de la racionalidad pura, como a veces se pretende investirlo.
Un reconocido especialista en estrategias electorales, el norteamericano Joseph Napolitan (1929-2013), tiene varias máximas entre las que destaco: “Es más fácil conseguir votos en contra que a favor”. En mi pensamiento el voto negativo no asegura la madurez política del conjunto societario.
En la época de los partidos políticos quizás la cuestión no era tan compleja. Ahora con los “espacios” todo parece más virtual. Así se vivió hasta que aparecieron los resultados oficiales. Virtualidad en potencia que no se transformó en acto. Voceros de candidatos, periodistas y hasta los encuestadores (en algunos casos tendrán que decidirse si son operadores o científico sociales) tuvieron que pegarse un baño de realidad. Que alguien decía es la única verdad.
El 22 de noviembre recién se revelará cuál de los dos candidatos descubrió o activó mayoritariamente al misterioso y resbaladizo “independiente” que lo ungió como presidente de la Nación.

*Profesor universitario y periodista.

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