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Nostalgia del fútbol de otros veranos

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Otro tiempo. Superclásico de verano, hoy inimaginable. | fotobaires

¡Año nuevo, vida vieja! Tal vez como forma de no pensar en el futuro, el futuro inmediato, de hambre y dolor. Entonces, en estos días de verano, hombre entrado ya en años, me dio por recordar cosas que pasaban antes, en estas fechas, cosas que hoy serían inimaginables. Por ejemplo, los torneos de verano. Los eventuales lectores de esta sección, sub 30 o incluso sub 40, tal vez no lo sepan, pero en verano se jugaba en Mar del Plata (y a veces en Mendoza y hasta en alguna otra provincia) un torneo amistoso (bueno, amistoso es una forma de decir) en los que, entre otros equipos, participaban Boca y River. Es decir que Boca y River jugaban un par de partidos durante el verano, en plena preparación de pretemporada (los preparadores físicos se vivían quejando, porque esos partidos cortaban la marcha tranquila y planificada de una preparación previa al campeonato). ¿Se imaginan dos Real Madrid-Barcelona en agosto (verano europeo), en pleno entrenamiento antes del campeonato oficial? Imposible. Como imposible es eso mismo ahora en el fútbol argentino. Pero hubo una época, no hace tanto, en la que eso pasaba. Y era hermoso. La cancha llena con las dos hinchadas –muchos de ellos estaban en Mar del Plata pasando las vacaciones– y los partidos jugados a muerte. Me acuerdo perfecto cuando en el verano de 2000, Ramón Díaz, técnico de River, renunció después de perder uno de esos partidos. River, con todos los titulares, perdió 2 a 1 contra un Boca, dirigido por Bianchi, que había puesto un equipo de juveniles y suplentes. Había jugadores que se desgarraban y se perdían los primeros partidos del campeonato oficial (¡el verdadero campeonato!) y toda otra serie de catástrofes que también pasaban, y que volvían a esos torneos en maravillosos. 

Otra cosa, imposible al día de hoy: ayer vi un video de diciembre de 1986, en el que Maradona llegaba a Ezeiza para pasar las fiestas en Argentina. Apenas unos meses después de salir campeón del mundo, Maradona es esperado en el aeropuerto por más de 10 periodistas que se arremolinan en torno a él, que responde todas las preguntas, durante minutos, con buena onda y alegría. En esos años Maradona –y todos los jugadores del futbol– daban notas sin problemas, todo el tiempo. Hoy acceder a un jugador de la Selección argentina es más difícil que conseguir una entrevista con el Rey de Inglaterra. Es que es eso: se comportan como si fueran monarcas. Personas inaccesibles, inalcanzables para el común de los mortales. Y cuando, muy de vez en cuando, aceptan una entrevista (como el reportaje patético que concedió Messi a un tal Migue Granados) es solo para recibir preguntas tales como si le gusta el mate amargo o el mate dulce, y otras preguntas por el estilo. A mí me gustaría escuchar a Messi contarnos cómo hizo para aprender a patear tiros libres, como nadie en el mundo, recién a los 25 años (unos años después de que el Coco Basile le recomendara que mire cómo soltaba el pie Riquelme cuando pateaba tiros libres). 

¿Estaré un poco nostálgico en estas fiestas? Puede ser. Pero, ¿quién no?

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