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Nuestro 11 de septiembre

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Son las 11.50 de este miércoles 7 de enero de 2015 cuando a la pantalla de mi portátil llega la información de que ha habido un tiroteo en los locales de Charlie Hebdo. No sé nada más, pero que haya habido una ensalada de tiros en la redacción de un periódico es en cualquier caso una catástrofe anunciada.
Poco a poco voy enterándome consternado de la magnitud del desastre. Cabu, Charb, Wolinski, Tignous, Bernard Maris... Anuncian diez muertos, dos policías, numerosos heridos, se habla de “una carnicería”...

A las 12.50, tuiteo “Miércoles 7 de enero de 2015: nuestro 11 de septiembre”, pues creo efectivamente que habrá un antes y un después. Esto no ha hecho más que empezar.
Charlie Hebdo es, junto a Siné Hebdo y Le Canard Enchaîné, el honor de la prensa: porque una publicación satírica, y conste que periódicamente se meten conmigo, no deja títere con ca­beza, ni falta que hace. Son medios libres porque viven de la fidelidad de sus lectores. Sin publicidad, no tienen que bailarle el agua a ningún anunciante rico, ni adular a ningún accionista ni satisfacer a ningún dueño multimillonario. No están al servi­cio de ningún partido, de ninguna escuela, de ninguna capilla: son libertarios, en sentido etimológico.
Sobre las religiones en general, y el islam en particular, esta prensa dice bien alto y con humor, ironía o cinismo lo que mu­chos piensan y no dicen. La sátira les permite publicar aquello que lo políticamente correcto de nuestra época prohíbe dar a conocer. Al abrir las páginas de la revista, uno podía relajarse y reír a gusto, sobre todo porque en cuestiones de religión el resto de la prensa puede crucificar al cristiano, y hasta está bien visto, pero hay que tener mucho cuidado con los rabinos y los imanes. En Charlie se burlan lo mismo de la sotana que de la kipá y del burka. ¿O tal vez habría que escribir “se burla­ban”?

Sentado delante de la tele, horrorizado, tomo notas. Asisto a un resumen de lo que es nuestra época: antes de las 13 horas, un periodista egipcio habla en iTélé, dice con firmeza que ¡de nuevo van a atribuirles los hechos a los musulmanes! Incluso a esa hora, habiéndose producido el atentado en Charlie, el pe­riódico que publicó las “caricaturas” de Mahoma y que lleva años amenazado por ello, ¡no veo cómo se lo podrían atribuir a Israel o a los veganos! ¡Pero ya se empieza a blandir el insulto de islamófobo contra todo aquel que afirme que lo real se ha producido!

Los elementos lingüísticos probablemente suministrados por los comunicadores del Elíseo invitan a despolitizar los atentados que tuvieron lugar antes de Navidad: fueron obra de unos locos, unos desequilibrados, unos depresivos que además estaban muy borrachos en el momento de los hechos. Aunque gritasen “Allahu Akbar” antes de degollar a un policía, eso no tiene nada que ver con el islam. Las familias de los asesinos añaden más agua al vino protestando y diciendo lo buenísimo que era el criminal de su hijo, y su testimonio lo dan por la tele una y otra vez. ¿Quién dice la verdad? Rue 89, por dar un ejemplo, habla del “ataque presentado (sic) como terrorista (sic de nuevo)” en Joué-lès-Tours... Duerman, no se preocupen. Circulen, aquí no hay nada que ver...

iTélé, 13 horas. Una periodista nos dice que François Ho­llande ha abandonado precipitadamente el Elíseo y que lo han visto “bajar de dos en dos la escalera con su asesor de comunicación”. Me froto los ojos. No con el ministro del Interior o con el jefe del Estado Mayor de los ejércitos, no, sino con Gas­pard Gantzer, ¡su asesor de comunicación! Llega Hollande. Enhebra cuatro perlas retóricas y se va. En el coche, probable briefing con el asesor de comunicación.

Llega el comunicado de la AFP: uno de los asesinos gritó “Hemos vengado al Profeta”. Más tarde, pasan una y otra vez un video, y esta frase se oye perfectamente.
El periodista egip­cio no está allí para decirnos que eso no tiene nada que ver con el islam, pero es lo que dirán otras muchas personas que apare­cerán en la pantalla. Por otra parte, es exactamente lo que dice el imán de Drancy, Hassen Chalghoumi. Ni un solo periodista interviene para recordarle que en septiembre de 2012, cuando se publicaron las caricaturas en Charlie, ese famoso imán todo­terreno y juiciosamente judeocompatible consideró que la ac­titud del periódico era “irresponsable”. El mismo Hassen Chalghoumi se descuelga con un “nosotros somos las primeras (sic) víctimas” en LCI a las 14.07. En efecto, los musulmanes son las primeras víctimas y salen antes que Cabu, antes que Charb, antes que Wolinski, antes que Tignous, antes que Ber­nard Maris, antes que los dos policías y los numerosos heridos. Antes que sus familias, antes que sus hijos, antes que sus ami­gos. La letanía del “eso no tiene nada que ver con el islam” continúa. Tanto por parte de la derecha como de la izquierda. ¿Con qué tiene que ver entonces? ¿Ni siquiera es posible decir que tiene que ver con una desviación del islam, con una desfi­guración del islam, con una lectura falsa y errónea del islam? No, nada que ver, nos dicen. Es como Estado Islámico, que tiene tan poco que ver con el islam que hay que decir Daesh, como recomienda Fabius. Por lo tanto, Estado Islámico nomata ya que, al igual que la teoría del género, ¡no existe! Es Daesh, nos dicen. Pero ¿qué quiere decir “Daesh”? Es el acróni­mo de “Estado Islámico” en árabe. Abracadabra...

La clase política continúa ofreciendo su show. Interviene Sarkozy. Bandera francesa, bandera europea, fondo azul, nin­guna sigla del UMP: ¡aún se cree que es presidente de la Repú­blica! Invita a “evitar las amalgamas”, pero ¡no dice con qué! Muy astuto. (…)
Pasa una barra informativa en la parte baja de mi pantalla: Marine Le Pen denuncia que se trata de “un atentado terroris­ta cometido por fundamentalistas islamistas”. ¿Por qué una
vez más el personal político, suicida, le deja el monopolio de las palabras justas sobre situaciones que todo el mundo com­prende? Es en efecto “un atentado terrorista” y ha sido perpe­trado efectivamente “por fundamentalistas islamistas”.

*Fragmento del libro Pensar el Islam, editorial Paidós.