COLUMNISTAS
PANORAMA / CAMPAÑA

Partido del odio

Son no alineados con gran peso electoral que las redes aglutinan. Del Brexit a CFK y Macri.

1389_cangelis
APOLOGIA DEL ODIO | DIBUJO: PABLO TEMES

A mediados de 2016, el historiador económico Bruce Bartlett advertía en un artículo en el New York Times que el Partido Republicano se estaba convirtiendo en una coalición de personas unidas en una sola cosa: el odio. Explicaba que se trataba del “odio a los inmigrantes, odio a las minorías, odio a los intelectuales, odio a los homosexuales, feministas y muchos otros grupos demasiado numerosos para mencionar”.

Emergente. Nadie puede plantear que Barlett sea una persona de izquierdas habiendo sido asesor de Ronald Reagan y oficial del Tesoro con George Bush. El historiador señalaba que estos grupos minoritarios se han ido nucleando en el Partido Demócrata, tomando relevancia el caso de Alexandria Ocasio-Cortez (representante por Nueva York), y las primeras diputadas musulmanas de la historia: Rashida Tlaib (Michigan) y Ilhan Omar (Minnesota). La potencia de estas figuras está causando escozor en los clásicos votantes conservadores.   

También en Argentina se viene construyendo un espacio social de “haters” para usar el anglicismo de moda. El problema central para algunos argentinos son los migrantes, quienes –desde su perspectiva– se aprovechan del país. Colonizan a los hospitales públicos sin pagar, y ocupan el sistema educativo quitando oportunidades a los locales, quitando al mismo tiempo el trabajo a los argentinos. No obstante, según datos de las Naciones Unidas, los extranjeros que vivían en Argentina eran en 2017 el 4,9% de la población total, mientras que en 1914 eran 29,9%, pero desde aquella perspectiva se trata de una virtual invasión. Desde cobrarle el uso de cualquier servicio público, hasta su directa expulsión, emerge el abanico de propuestas para hacer frente a este presunto flagelo.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Antipolítica. Asimismo, se percibe un rechazo contra quienes reciben ayudas estatales ya sea en forma de planes sociales, asignación y ayudas con diferentes figuras. Por supuesto se debe diferenciar quienes perciben en la cuestión un problema, de quienes simplemente expresan el desprecio de los receptores de estas ayudas. Es claro a esta altura que nadie sale de la pobreza con una asistencia social que apenas permite sobrevivir, pero el discurso que los rechaza les adjudica una maldad manifiesta que se resume en frases que no dejan de circular: “se embarazan para cobrar un plan”, “son choriplaneros”, “cobran un plan descansar”. Este razonamiento se va ampliando para ir contra los millones de “cheques” que el Estado paga por año sin discriminar entre maestros, Policía y jubilados adquiriendo finalmente un cariz anti Estado para concentrar el ataque contra los políticos, que simplemente son “chorros que lo único que hacen es engordar sus bolsillos”.

Una presentación del Ministerio de Producción se viralizó por un polémico dibujo

Orientar electoralmente a los millones de odiadores dispersos es un objetivo de la campaña electoral y de los diestros lectores de redes sociales a fin de darles las herramientas necesarias para expandir su visibilidad. Un ejemplo histórico de cómo se logra movilizar a estos sectores es relatado en la película Brexit: The Uncivil War. Allí el excéntrico director de campaña Dominic Cummings –personificado por el actor Benedict Cumberbatch– tiene la tarea de construir una estrategia para lograr que el Brexit gane en el referéndum por la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea, yendo incluso contra los partidos mayoritarios (Conservador y Laborista). Cummings a lo largo de sus investigaciones descubre a millones de habitantes aislados que no suelen votar ni participar políticamente, clases medias bajas sin voz que se perciben olvidados por las políticas del Estado de bienestar, los denomina “el partido de los resentidos”. Será su tarea otorgarles insumos para su movilización electoral, aunque sea en forma efímera. Aún hoy se discute si dicha campaña (el referéndum fue el 23 de junio de 2016) fue basada en información falsa o como se popularizó después “fake news”.

Miénteme. El problema es que las “fake news” y los odiadores son complementarios. En las noticias tendenciosas, ya sean prefabricadas o simplemente sesgadas en su construcción, no hay engaño para estos sectores, sino discursos legitimadores que no hacen otra cosa que confirmar sus ideas. Una escena emblemática de la película señalada es cuando una seguidora de Boris Johnson –alcalde de Londres en esos días y militante por el Brexit– le plantea exaltada que Inglaterra iba a ser invadida por setenta millones de inmigrantes turcos, el rubio alcalde la mira condescendiente explicándole que esa es la población total de Turquía. A la militante no le interesa la respuesta, se siente más cómoda con su información inverosímil.

En la Argentina, el Gobierno intenta quedar fuera de los discursos antiinmigrante, no obstante, algunos miembros del oficialismo no cesan de enviar gestos en este sentido. Se podrá contraargumentar que el kirchnerismo en su momento también buscó agrietar las opciones con un discurso agonístico, que en su caso apuntaba a “los poderosos”, y “la corpo-monopo” –por algunos grupos de medios–. También hacia el final del gobierno de Cristina algunos repudiaban directamente a la clase media porteña que elegía al PRO para gobernar la Ciudad. En ambos casos este tipo de discursos son funcionales a la polarización y buscan ubicar en la dualidad a quienes no se sienten representados por las posiciones en tensión.

Ocupar todo. Por su parte, los “haters” suelen autoconsiderarse apolíticos, por eso una campaña electoral “a todo o nada” como la que se comienza a transitar en Argentina va a estar plagada de noticias falsas sobre las que juegan un rol central los bots y los trolls de las redes sociales, y algunos comunicadores que las trasladan a los “medios serios”. Lejos de ser unos personajes simpáticos bots y trolls cumplen varias funciones dentro de las redes: 1. Crean tráfico y viralizan o multiplican las noticias favorables. 2. Proponen discusiones convenientes, provocando a los adversarios para lograr respuestas agresivas. 3. Ocupan el “ancho de banda” y minimizando otras fuentes de información. En este sentido crean barreras de entrada a otros mensajes, aumentando el costo para el ingreso de otros discursos.

Algunos plantean si es posible establecer un marco de reglas de juego que elimine o al menos limite el uso de herramientas que estimulen discursos del odio.  Esto implicaría un diálogo productivo en la política argentina que hoy es inexistente.

*Sociólogo (@cfdeangelis)