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Que caiga un graupel

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Bolsonaro. Se caracteriza por su discurso de odio hacia los grupos vulnerables. | cedoc

Estoy algo obsesionado con el asunto del graupel. La palabra –creo– se incorporó al castellano en lo peor de 2020, pero como estábamos ocupados no le dimos ninguna importancia. El lenguaje es así: ante una necesidad, surge una palabra. Ante una necesidad parecida pero diferente, surge otra. Y así es como los inuit tienen tantas palabras para llamar a la nieve y sus estados.

Ahora que sabemos que nieva cada medio siglo en Buenos Aires y que ya nos tocó la dosis en 2007, nuestra necesidad de poesía, de blancura suspendida del aire que respiramos, es reemplazada por el premio consuelo: meteorólogos coinciden en que puede que no haya nieve pero sí graupel. 

La palabra proviene del alemán, que debe tener una necesidad parecida, ya que a pesar de gozar de la palabra granizo (Hagel) se ha inventado Graupeln para cuando el granizo es finito y se forma mientras la gota de agua cae al suelo. El granizo es duro, destructivo y peligroso; el graupel es blando y juguetón, un remedo fayuca para la nieve que no caerá en el Río de la Plata.

Yo creo que si no lo llamamos granizo, o granizo blando, o granicito, es porque queremos empujarlo suavemente hacia la nieve, un viejo sueño romántico y gaucho de estos planos que se autoperciben europeos.

No sé cuántos inviernos durará la palabra prestada. Tampoco sé si el diccionario de la RAE se la va a comer. Si lo hace sería solo por nosotros.

Mientras tanto, al calor del verano en Estados Unidos, cuatro estados han acabado con la ley de aborto y otros varios (veintiséis en total) podrían llegar a votar de igual manera, a pesar de que en las encuestas sólo uno de cada diez estadounidenses piensa que la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) debería prohibirse sin importar las condiciones.

Tal vez haya que apropiarse también de estas palabras (IVE e ILE, donde la L es por “legal”), frente a esta necesidad. De lo contrario, podría pasar lo de Brasil, donde Bolsonaro condenó el aborto (¿o la ILE?) practicado a los siete meses de gestación a una niña de once años que había sido violada. Cabe agregar que fue a los siete meses y no antes porque la jueza de Santa Catarina falló en contra a pesar de las leyes vigentes. Sin las palabras adecuadas, cuesta comprender cuál es la naturaleza más criminal: ¿la de la jueza que desconoce la ley? ¿La de la ley que desconoce la violación? ¿La del presidente que desconoce los derechos de la niña? ¿La de dios que desconoce todo lo que se hace en su buen nombre?

Yo creo que antes de que hallemos las palabras justas un graupel apocalíptico nos borrará de esta faz superpoblada.