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“Superministro”

Se acabaron las fichas

La llegada de Sergio Massa muestra que el Presidente claudicó. Concluyó así un golpe institucional nunca visto.

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DE REOJO | Sergio Massa | PABLO TEMES

Luego de la renuncia de Martín Guzmán, ni Alberto Fernández ni su jefa política, la expresidenta en funciones, estaban convencidos de darle las riendas del gobierno al presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa. Silvina Batakis no fue la persona deseada para encarrilar la economía sino que fue la única que dijo sí en el aquelarre que se vivió a comienzos de julio, durante el fin de semana en que Martín Guzmán renunció a su cargo. 

El plan Batakis fue un fracaso causado por la resistencia de Alberto Fernández al ingreso de Massa al gabinete, que terminó convirtiéndose en una bomba que estuvo a punto de hacer implosionar al Gobierno. No quedó otra opción, pues, que acudir a Massa. Ningún economista de renombre y prestigio aceptó subirse a este Titanic. CFK y AF tuvieron que dejar sus miedos de lado y ungir al presidente de la Cámara de Diputados como un ministro de Economía con poder para manejar las otras áreas vinculadas a su cartera. Para el tigrense es un trampolín de cara a la elección presidencial de 2023 y, para las dos cabezas del Ejecutivo, un competidor que, con muy pocos logros, podría volverse serio. Un detalle sirve para definir la psicología del flamante ministro: en la tarde noche del jueves, alguno de sus colaboradores se comunicaban vía WhatsApp con las redacciones de algunos canales para quejarse de que en los zócalos no se lo trataba con el título de “superministro” (sic). 

¿Qué ocurrió entonces para que aceptaran poner tanto en juego? 

La primera señal de alarma llegó desde Washington. Un economista que conoce la idiosincrasia del poder económico fue contundente: “Se dieron cuenta de que Batakis tenía buenas intenciones pero también fue claro para ellos que carecía de la pericia técnica para manejar una situación extrema y que no tenía un plan”.

Una agonía premeditada

La segunda alarma fue más bien un baldazo de agua fría. El encuentro del pasado miércoles del Presidente con los gobernadores fue definitorio. Fernández intentó reunirlos luego del encuentro de los jefes provinciales en el CFI. El desaire fue total. “Le dieron vuelta la cara y le marcaron la cancha como nunca antes. Le advirtieron que ya no tenía margen de maniobra y que no estaban dispuestos a caer con él”, aseguró el asesor de uno de los mandatarios fuertes del norte argentino. A AF no le quedó más remedio que claudicar y aceptar el plan SM, a quien no todos los mandatarios provinciales del peronismo quieren. Hasta el momento, no hubo una catarata de apoyos públicos hacia el tigrense. 

Al Presidente se le acabaron las fichas. Está terminado. Le queda un puñado de funcionarios de confianza en todo el Gobierno: Santiago Cafiero, Juan Manuel Olmos, Claudio Moroni, Vilma Ibarra y Gabriel Katopodis. Vilma Ibarra está en la mira de CFK, quien nunca le perdonará las críticas que escribió sobre ella en su libro Cristina versus Cristina. 

Las señales son claras y muestran la realidad. En la tarde del jueves fue el propio Massa quien visitó en su despacho del Senado a CFK. Ambos se conocen de memoria y no confían el uno en el otro. “Si Massa levanta el perfil y hace dos pases seguidos bien, cuando aparezca la primera encuesta de imagen que señale su crecimiento, CFK le clavará el aguijón y comenzará una nueva disputa de poder. Por más que los títulos de los diarios sean rimbombantes, lo único que tenemos por delante es un nuevo reloj de arena que le sirve al oficialismo para llegar más cómodo a fin de año”, resumió un peronista de la Cámara de Diputados. 

Cristina se puso a gobernar

“Batakis se había reunido con la cúpula del FMI y a su regreso la esperaron con un portazo. Esas desprolijidades bien argentinas en el exterior tendrán consecuencias, por más disfraz de superministro que se calce Massa. Para el mundo es uno más”, aseguró un operador económico internacional que conoce de cerca esa dinámica.
Lo de Daniel Scioli fue el otro gran papelón. Luego de afirmar entre sus pares que “el Ministerio de la Producción estaba hecho a su medida”, tuvo que hacer las valijas para volver a la embajada en Brasil.

Por si esto fuera poco, el FMI desmintió una información difundida por el Gobierno que indicaba que Alberto Fernández le había comunicado telefónicamente a Kristalina Georgieva la decisión de nombrar a Sergio Massa como nuevo ministro de Economía. Una infantilidad negligente. Esa conversación nunca existió. Lo notable es que esa información falsa fue filtrada por el propio AF.

Massa y su entorno están muy activos operando en círculos mediáticos que les son afines. Desde ahí dejaron trascender algunas de las medidas que anunciaría el miércoles próximo. Algunos de los economistas a los cuales consulta ya han salido a aclarar que de ninguna manera piensan incorporarse al Gobierno. 

Un gobierno sin rumbo

El nuevo ministro quería tener también bajo su órbita la AFIP y el Banco Central. CFK le dijo que no. El dato no es menor. Uno de los ejes del manejo del área económica es la política monetaria, que depende directamente del BCRA, cuyo presidente, Miguel Pesce, supo tener encontronazos frecuentes con el ex ministro Guzmán. De hecho, este fue un asunto que estuvo entre las causas que lo llevaron a renunciar. Pesce viene sosteniendo a rajatabla que no es necesaria una devaluación. Sin embargo, todos los economistas a los que Massa consulta piensan exactamente lo contrario. La idea de darle al campo un dólar de exportación equivalente al dólar bolsa representa una devaluación. 

Otra área clave que no manejará Massa es la de energía. Se habla de que, a causa de la buena relación que el tigrense tiene con Máximo Kirchner, no habrá allí sobresaltos. Lo cierto es que la segmentación tarifaria, medida necesaria para reducir los subsidios y bajar el déficit del Estado, llevará un largo tiempo y estará cargada de un enfoque ideológico que generará conflictos.

Culmina así un proceso que ha representado un golpe institucional nunca visto en la historia de la Argentina. La que manda es la vicepresidenta. Alberto Fernández ha quedado reducido a ser una caricatura risueña de una mitología casera.