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Soltar a Guzmán

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En la mira. Hay planes B en torno al ministro de Economía. | NA

Si repasa las noticias que llegan desde Argentina, cualquier persona que viva en el exterior y sepa algo de nuestra historia reciente puede confundirse a que vuelve a haber un revuelo sobre la posible salida de un ministro de Economía similar a los casos de Domingo Cavallo o Roberto Lavagna.

Sin trayectoria ni peso político-económico propio, Martín Guzmán está muy lejos de poder equipararse a tamañas influencias y densidades, uno en los 90 y el otro en los inicios del nuevo milenio. Sin embargo, es curioso el tamaño de las olas que su figura desata, en especial dentro del convulsionado espacio oficialista.

El kirchnerismo le dedica diariamente un rosario de culpas. El más reciente en público, no será el único, corrió por boca una vez más de Máximo Kirchner. El ahora ex jefe del bloque de Diputados del FdT volvió a correrlo por izquierda, al decir que el ministro se queja de la falta de apoyo, pero bien que lo respaldan el Presidente, el FMI, los empresarios, la CGT y nada menos que Clarín, la marca emblema del mundo K para referirse al demonio.

Hay que decir que, al menos esta vez, el hijo de la vicepresidenta no distorsiona la realidad. Lo que evita mencionar es el por qué de semejante sostén a Guzmán: los une el espanto más que el amor.

El temor unificador se vincula a que el reemplazo al frente del Palacio de Hacienda provenga de las filas cristinistas, lisa y llanamente. Más allá de su racionalidad y buenas maneras aun en medio del incendio, ése es el principal soporte del ministro.

A ello se suma la percepción que tiene Alberto Fernández, ante la andanada sin fin de La Cámpora & Cía., que entregar a Guzmán es abdicar ante Cristina Fernández de Kirchner. Y no está dispuesto a hacerlo. Al menos por ahora. Con él nunca hay que dar nada por seguro.

Sin embargo, la aceleración inflacionaria y la presión política que empiezan a ejercer otros sectores del FdT por los efectos ecónomico-electorales del empobrecimiento de los bolsillos (traducción: gobiernos peronistas provinciales), han encendido algunos movimientos en torno a un Plan B para Guzmán.

El más evidente de ellos fue el protagonizado por Sergio Massa. Hasta ahora el presidente de la Cámara de Diputados venía siendo muy crítico con el ministro, pero desde las sombras. Decidió prender la luz con el publicitado asado en su casa junto a economistas de (su) confianza y el reclamo público a que se eleve el piso de Ganancias para quienes ya empiezan a recibir compensaciones salariales a tono con la inflación proyectada, que motivó la réplica de un Guzmán inusualmente enfurecido.

Cerca de Massa se comenta que ambas movidas fueron conversadas tanto con la vicepresidenta como con el Presidente. En los pasillos del Senado se corrobora la admisión que acaso la única manera de desembarazarse de Guzmán no sea desde el kirchernismo sino desde el massismo.

En la comitiva que estuvo por Europa circuló el dato de que Fernández y Massa acordaron por teléfono que éste saliera a pedir la suba del mínimo no imponible y que el Presidente se olvidó de avisarle a su ministro de Economía. Curioso descuido.

Esa desatención presidencial podría no haber sido accidental si es cierto que se reactivó la opción albertista al recambio en el Palacio de Hacienda. Las economistas Cecilia Todesca Bocco (hoy a cargo del área económica en Cancillería) y Mercedes Marcó del Pont (a cargo de la AFIP) parecen ser las preferidas si hay que soltar a Guzmán.