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Una canción de amor

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Amor, soledad | Unsplash | Bruno Kelzer

Ese azar en verdad inducido que suele regir la deriva de la escucha musical contemporánea me lleva, una vez más, a una canción de Roberto Carlos (ocurre a menudo y me gusta, o me gusta y por eso ocurre a menudo). Se trata en este caso de “Si el amor se va” (del volumen “Para siempre –en español”), que empieza diciendo así: “Si el amor se va/ qué vacío inmenso queda en nuestra vida/ cuánta soledad”.

Escuchado es mejor que leído, por supuesto, porque media la tersura de la voz de Roberto Carlos, más el encanto singular del leve corrimiento de su pronunciación. Pero aun así, no hay caso, salta a la vista (y al oído) que la letra, lo que dice, es de una simplicidad total, linda con lo perogrullesco. Ninguna elaboración, ninguna sofisticación verbal o conceptual; la letra (que así empieza y así sigue) no despega de lo evidente, de lo más obvio, casi de lo redundante: se va el amor, queda un vacío, queda la soledad.

Un asunto muy actual

No despega, es cierto, pero tampoco parece intentarlo: dice lo que dice, dice lo que es, y ya. Y tal vez de eso se trata. De expresar, en una canción de amor, que cuando el amor se acaba, que cuando el amor se va, lo que ocurre es terrible pero claro, que nos supera pero no nos sorprende, que nos aturde, pero en el fondo es simple. Vacío. Soledad.

Y lo que dice la canción es tan elemental porque, en cierto modo, lo que viene a plasmar es ni más ni menos que eso: que cuando el amor se va, es decir, cuando ya se fue, cuando se fue y es definitivo, no solamente no hay nada que hacer: tampoco hay, en sentido estricto, y aunque callar resulte imposible, nada que decir.