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Una Selección popular, pero imposible de ver

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Euforia. Messi, el gol y el festejo de la tribuna vip. | AFP

A los 79 minutos de Argentina-Ecuador, Messi hizo el golazo de tiro libre. Un minuto antes había entrado Paredes por Mac Allister, para que Enzo Fernández jugara un poco más adelantado, como lo hace en el Chelsea. La primera intervención de Paredes, al minuto 82, sin todavía haber tocado la pelota, fue darle un hachazo a uno de ellos y pum… tarjeta amarilla. ¡Un poco de ADN bostero en la gélida noche de la cancha de River! Según decían en las redes, había algunos blancos en las plateas y detrás de los arcos, ¿será cierto? No lo sé. No pude conseguir entradas para ir, entonces no puedo afirmarlo ni desmentirlo. Cuando entré al sitio web de venta de tickets, me salió el número 51.236 de la cola virtual, con, según informaban, más de una hora de demora. Tuve una ilusión moderada. Ahora que el Monumental lleva el nombre del supermercado de De Narváez, creció en capacidad y tal vez yo tenía alguna chance. A la hora exacta me llegó la confirmación de que todo estaba agotado. 

Esta es, sin dudas, la selección más popular de la historia, pero es casi imposible de ver. Imposible fue para los millones que salieron a festejar la final contra Francia, que nunca vieron pasar el micro y que, por razones nunca aclaradas, tampoco fueron a los balcones de la Casa Rosada; y es dificilísimo, ahora, conseguir entradas. No importa: vi el partido con Tomi en La Americana de Callao, con poca gente alrededor, por cierto. ¿Será La Americana una muestra representativa? Tampoco lo sé. El rating televisivo superó los 40 puntos, muy, muy masivo. Pero la pizzería estaba a medias vacía, y sin clima de partido, quizá la lluvia de todo el día y el fresquete que hacía influyeron en algo (días antes, habíamos visto ahí Boca-Racing: conseguimos la última mesa de casualidad).

Tal vez, precisamente por ser tan masiva, esta Selección derrame hacia públicos que no son tan futboleros, sino espectadores más eventuales. Por ejemplo, la del 86 –y el propio Maradona y ni hablar de Bilardo– fue una Selección bien para futboleros. Esta Selección, al núcleo duro de futboleros, le suma un segundo anillo, bien amplio, que ve en el equipo y en Messi algo más que tácticas y jerga futbolera. Messi, ya instalado en Miami como chico con juguete nuevo, cada día se va convirtiendo en una atracción turística del star-system norteamericano que, probablemente, no sepa ni cuántos jugadores juegan por equipo. ¡Ojalá que la próxima vez que juegue la Selección venga a verlo Selena Gómez, como hace allá! (dicho al pasar, que me agredan miembros de la revista Seúl es casi un orgullo para mí, implica que voy por el buen camino). 

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Entre tanto, la Selección no terminó nunca de encontrar el funcionamiento. Sí, por supuesto, mereció claramente ganar, más allá de que se comió dos contragolpes que si hubiesen sido contra un equipo de más jerarquía hubieran terminado adentro. El medio campo, el motorcito del equipo, estuvo errático. Enzo de 5, tan atrás, tal vez no logre ser el eje del medio, Mac Allister no entró mucho en juego y menos aún Nico González, que no encontró nunca su lugar. Pero no mucho más. Contra Bolivia, en la altura, va a ser otra cosa, bien particular, como todos los partidos en La Paz.