Este viernes el Jurado Nacional de Elecciones de Perú (JNE) entregó, más de un mes y medio después del balotaje del 6 de junio, las credenciales de presidente electo a Pedro Castillo Terrones.
La confirmación oficial de la victoria del maestro rural y sindicalista de 51 años se había conocido a inicios de la semana, siete días antes de la emblemática fecha prevista para la asunción del nuevo mandatario: el 28 de julio en que Perú celebrará 200 años de su independencia.
A casi dos siglos de aquel hito para la emancipación americana en el que fue clave José de San Martín y desde un balcón que da a la plaza limeña que honra al libertador argentino, Castillo prometió encarar un gobierno amplio y alejado de los “extremos” con que sus opositores asociaron a su figura para demonizarlo o impedir que llegue al poder.
Ya acreditado por el JNE, el próximo presidente llamó a hacer un país “más comprometido y más humano” y habló de unidad, igualdad y reactivación económica de las clases populares. Castillo sabe que su triunfo con el 50,13 por ciento y una diferencia final de 44.263 votos sobre Keiko Fujimori ha sido tan apretado como legítimo, pese a los reclamos sin pruebas que su rival esgrimió hasta hace un par de días y que promete convertir en una oposición sin tregua a partir de este miércoles.
Consciente de que las 37 bancas de su partido Perú Libre representan la fuerza política más votada pero son insuficientes para apuntalar proyectos dentro del Congreso unicameral de 130 miembros, el maestro que no abandona su sombrero debió afinar el lápiz de campaña a la hora de diseñar un gabinete sobre el que hasta último momento se han tejido especulaciones. El suspenso pareció obedecer a un delicado equilibrio entre los guiños a sectores que no lo votaron y a los que apuesta a sumar como aliados y la ratificación de promesas que cosecharon en las urnas el respaldo de 8.836.380 peruanos.
Será una semana cargada de simbolismos en Lima, adonde llegará un representante del Perú profundo y olvidado por las elites que hicieron todo lo que tuvieron a su alcance para impedir su arribo a la Casa de Pizarro. Incluso enrevesadas argumentaciones como las que formuló desde España Mario Vargas Llosa, quien en nombre de la democracia alentó a quienes buscaban impedir que quien ganó democráticamente su lugar fuera ungido.
Perú es, por lo vivido y lo que vendrá, protagonista clave de este mes tan ligado a los procesos emancipadores de América. Pero no fue el único.
Magnicidio
Julio de 2021 tuvo en su séptimo día la noticia de un magnicidio en el país más pobre de la región. El presidente de Haití, Jovenel Moïse, fue asesinado en la madrugada del día 7 y su esposa resultó herida en una acción comando cuya trama de involucrados aun hoy se vislumbra tan espesa y oscura como las aguas del Caribe que contamina la polución en el centro de Puerto Príncipe.
Más de una veintena de colombianos con pasado y/o presente en las fuerzas armadas de ese país, haitianos que también ostentan ciudadanía estadounidense, un exiliado venezolano que bajo la pátina de una compañía de seguridad privada en Miami proporciona mano de obra desocupada o mercenarios sin bandera, y un médico casi desconocido y con aspiraciones políticas al que presentan como instigador, son la parte hasta ahora más visible de una operación en la que también se menciona al FBI y la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA).
El gobierno estadounidense declaró “preocupación” por lo sucedido en el Occidente de la Isla la Española y contempla el envío de tropas. Como si esta empobrecida nación de 11,5 millones de habitantes que gritó su libertad e independencia en 1804 no hubiera tenido ya demasiadas intervenciones e injerencias externas.
De algunas de ellas podría dar cuenta Jean Bertrand Aristide, quien dos veces fue elegido presidente por inmensas mayorías (en 1991 y 2001) y luego derrocado por un golpe de Estado o por presiones emanadas en Washington. El excura salesiano, que el 15 de julio cumplió 68 años, regresó este viernes de Cuba, adonde viajó a tratarse de Covid-19. Castigado por múltiples tragedias, naturales, políticas y sociales, la “nueva” crisis de Haití suma tensiones.
Escándalo
Apenas horas después del magnicidio en Haití, otra noticia atravesó por su impacto y posibles derivaciones las fronteras de esta parte del mundo. El canciller de Bolivia, Rogelio Mayta, denunció el pasado día 8 que el anterior gobierno de Argentina, que presidía Mauricio Macri, envió material bélico al Ejecutivo de facto que encabezó Jeanine Áñez, tras el golpe de Estado que derrocó al presidente Evo Morales.
El envío, que habría llegado a Bolivia a bordo de un avión Hércules el 12 de noviembre de 2019 (día en que Áñez asumió el gobierno), fue considerado como exponente de un “plan Cóndor del siglo 21” por el ex presidente Morales, quien horas antes de esa fecha había sido forzado a renunciar tras un “pedido” de los altos mandos de las fuerzas armadas y policiales.
La denuncia, rechazada por quienes hoy son oposición en ambos países y tildan las imputaciones a ex altos cargos del macrismo por este caso como persecución, promete nuevas derivaciones que excederán a este séptimo mes del año. Entre otras aristas a considerar está el posible uso de ese material en la represión a manifestantes el 15 de noviembre en Sacaba (Cocahabamba) y el 19 de noviembre en Senkata (El Alto), hechos que dejaron más de 20 muertos y cientos de heridos.
Urgencias
Mientras en La Paz y Buenos Aires crecía el escándalo, otro acontecimiento acaparó la atención e inundó las pantallas de TV y los debates y discusiones en redes sociales. Protestas que comenzaron en un barrio de La Habana y se extendieron luego hacia otras zonas de la capital y ciudades y pueblos de Cuba se convirtieron en los más multitudinarios reclamos en las calles de la isla desde mediados de los ’90.
En este país también de 11 millones y medio de habitantes mañana se evocará oficialmente el 68° aniversario del asalto al Cuartel Moncada, una acción rebelde planificada en Santiago contra la dictadura de Fulgencio Batista, que resultó fallida en lo inmediato, pero catapultó tras su detención y célebre alegato de autodefensa al joven abogado que sería el líder de la revolución triunfante seis años después.
Fidel Castro tenía en aquel 26 de julio 26 años. Los mismos que muchos de quienes este 11 de julio salieron a reclamar en un país donde al bloqueo impuesto hace seis décadas por Estados Unidos se le sumaron las medidas de asfixia impulsadas por Donald Trump, que revirtieron el deshielo acordado por Barack Obama y Raúl Castro. Y a ese viraje se agregaron en 2020 las restricciones y urgencias derivadas de la pandemia y su inocultable impacto en la salud pero también en el turismo, convertido tras el “período especial” en la gran fuente de ingreso para el país junto a las acotadas remesas.
La combinación de estos factores y la falta de arraigo de viejas consignas en muchos jóvenes se expresó en marchas que tuvieron eco y respaldo en Internet, en el exilio cubano de Miami y en quienes hace décadas auguran la caída del sistema de la isla.
Acaso las declaraciones del cantautor Silvio Rodríguez (de 74 años) y del dramaturgo Yunior García Aguilera (39), tras una reunión en la que García (arrestado en las marchas y luego liberado) pidió a Rodríguez que intercediera por detenidos aún presos, resumen mejor el momento.
“Tiene que haber más puentes, más diálogos, menos prejuicios; menos ganas de pegar y más deseos de resolver la montaña de temas económicos y políticos pendientes; menos costumbre de escuchar a quienes hablan lo mismo con las mismas palabras, década tras década, como si las generaciones no vinieran también con sus propias palabras e ilusiones”, expresó Silvio en uno de los párrafos.
“Fueron 70 minutos de franqueza. Ninguno convidó al otro a renunciar a sus posiciones ni principios”, escribió García y luego agregó: “También coincidimos en un proyecto (en su momento se hará público) que podría servir para el comienzo de un debate verdaderamente plural, inclusivo, cívico, respetuoso y amplio, que encuentre los consensos entre la diversidad que hoy nos caracteriza como cubanos”.
Relevos
El penúltimo domingo de este julio trajo otra sorpresa en el escenario político de Chile. El diputado y líder estudiantil de una década atrás, Gabriel Boric, le ganó la pulseada al favorito Daniel Jadue en las primeras de Apruebo Dignidad y será, con 35 años, el candidato presidencial de esa coalición de izquierda en noviembre. Por su lado, el ex ministro Sebastián Sichel (43 años), también rompió pronósticos y derrotó al viejo dirigente de la pinochetista Unión Demócrata Independiente (UDI) y será el abanderado de la derecha. La nueva Constitución parece enmarcar un cambio de época y relevo generacional, no solo de viejos partidos, al otro lado de la cordillera.