En los últimos años, Alberto Ajaka se ha transformado en uno de los actores más requeridos de la escena argentina. Con un currículum que abarca desde series exitosas de streaming y televisión como ‘Menem’, ‘¿Apache: La vida de Carlos Tévez’, ‘El lobista’, ‘Signos’ y ‘Guapas’, hasta el cine como ‘La extorsión’, ‘Un crimen argentino’, ‘Casi muerta’ y ‘Juan y Eva’, el actor llega a Córdoba para presentar en el escenario de Ciudad de las Artes, un clásico indiscutido del teatro nacional: ‘Made in Lanús’, la obra dirigida por Luis Brandoni y en la que comparte escenario con grandes figuras de la escena nacional como Malena Solda, Cecilia Dopazo y Esteban Meloni.
En diálogo con Perfil Córdoba, Ajaka compartió detalles sobre la vigencia de la obra, los desafíos de su carrera y su trabajo en la aclamada serie sobre el expresidente Carlos Menem.
—‘Made in Lanús’ es una obra que llega antecedida de un gran nombre. ¿Siente la presión de llevar a escena un clásico tan arraigado en la memoria colectiva?
—Llegamos con una obra con nombre propio, pasa muchas veces eso. De todas maneras, el teatro se valida cada vez que pisás el escenario. El nombre de una obra no significa nada. Sin embargo, no desconocemos que es una propuesta que contiene su carga y su historia. ‘Made in Lanús’ es un clásico del teatro rioplatense de los últimos 40 años y se convirtió en un reflejo de la circunstancia del país.
—¿Cuál es el eje de esta nueva versión y cómo dialoga con el presente?
—La obra cuenta la historia de dos parejas muy queridas. Mi cuñado y mi hermana vuelven a la Argentina después de muchos años afuera, vuelven a la casa familiar donde vivo yo, con Joly, el personaje que hace Malena Solda. Y hablamos del desarraigo, del amor, de nuestra tierra. La obra transcurre en dos tercios en tono de comedia, pero trata temas muy profundos. El episodio que desata la migración y la vuelta, tiene raíz política, por razones de persecución y demás. Pero hoy los motivos que esgrimen para querer irse son, sobre todo, económicos: el estándar de vida, la dignidad que se tiene en el norte rico, en este caso es EEUU pero podría ser Madrid. Nos gusta tanto ir a Miami y tenemos tanta aprehensión por esa ciudad, es una contradicción que tenemos en nuestros genes. Después de 2001, la obra empieza a ser más actual. A partir de allí, se sufre una sangría permanente.

—El tema del desarraigo es universal, ¿cree que esa es la clave de la empatía que genera en el público?
—Totalmente. Todos tenemos alguien afuera. Mucha gente se siente identificada con la obra, es una obra que genera empatía. Habla de los argentinos de las grandes ciudades, tenemos esa fantasía del afuera. Vemos cómo un pariente o un amigo se va a vivir afuera y corre, huye de manera desesperada tratando de tener una vida digna, y algunas veces la obtiene. En el medio está el amor, un concepto medio shakesperiano. Los personajes sufren lo que sufren porque se aman entre sí, condición inevitable para que el drama suceda. La obra lo narra de manera inteligente.
—Usted ha tenido la suerte de trabajar en diversas ficciones. ¿Cómo define el momento laboral actual de los actores en Argentina?
—Es un momento malo, igual que el de toda la Argentina. Yo tengo la suerte de estar en esto, la he peleado. Tenemos la decisión de salir a todo destino con la obra, vamos a muchos lugares donde habitualmente el teatro no llega. Es un momento malo, largo ya y no hay una perspectiva de mejora. En la Argentina no hay televisión abierta que haga ficción, por muchos factores, a diferencia de Colombia, México, Brasil, o EEUU que sí cuentan con ficciones en la televisión abierta. Que haya desaparecido esa fuente de trabajo es gravísimo. A eso se suma que estamos con el desfinanciamiento del Incaa y el streaming no logra contener a la masa laboral. Hoy, hay excedente de mano de obra en todos los rubros, y eso se da en la actuación y vuelve más precarios los sueldos y las condiciones de trabajo.
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El desafío de hacer a Emir Yoma.
—La serie Menem ha sido una de las más exitosas de los últimos años en materia nacional. ¿Cómo compuso al hermético Emir Yoma?
—Fue un desafío interesante. No hay registros de él, ni en el momento ni cuando él estaba en la escena política, salvo en una salida de un juzgado donde responde escuetamente. Así está claro, el tipo siempre permaneció en las sombras. La ficción se centra en el personaje de Carlos Saúl, yo fui parte de un engranaje, uno intenta aportar para que todo funcione de manera perfecta.
—¿Qué libertades le dio la falta de material de archivo?
—Da libertad, menos exposición, menos cotejo con la realidad. Decidí llevarlo de manera muy formal, con la silueta. Me divertí bastante, intento además pasarla lo mejor posible. Esa silueta quedó bien y tuve muy buenas devoluciones, algo inesperado porque el personaje no tiene una presencia dramática para impactar, sino que está al servicio de la narración, pero en su medida impactó bien. Son satisfacciones que hacen a esta profesión. Me fijé mucho en el aspecto, lo que en la calle diríamos ‘la facha’.
—¿Qué otros proyectos tiene por delante luego de la gira?
—Estuve haciendo dos películas en la primera mitad del año: una es un proyecto sobre el caso Barreda, y la segunda película es ‘Pepita la pistolera’, una cinta protagonizada por Luisana Lopilato donde yo soy el villano. Y sí, seguiremos girando con ‘Made in Lanús’. Como nos está yendo muy bien, la presentaremos en el verano 2026 en Mar del Plata.