Vaya a saber uno dónde termina este escándalo de los vacunatorios VIP, que no sólo se llevó puesto al ministro de Salud de la Nación, sino que además echó un manto de sospecha sobre Horacio Verbitsky y dejó a los ciudadanos comunes intrigados sobre otras prerrogativas escondidas detrás de la campaña de vacunación. ¿Los que estaban en la lista de privilegiados habrán tenido acceso también un meet & greet con Ginés González García? ¿Se habrá dispuesto una medida de vodka para quienes se apliquen la Sputnik y una de scotch para los que reciban la de Oxford? ¿El personal de enfermería les dedicaría a estos pacientes frases de contención como “sana sana colita de rana” o “este te arremangó, este te pasó alcohol… y este pícaro gordito te vacunó”?
Antes de que estallara el affaire de la vacunación paralela, Ginés González García había asegurado que no estaban dadas las condiciones sanitarias para votar en agosto, por eso ahora ningún funcionario del oficialismo querría expedirse sobre el tema de las PASO. Se escudan en “razones de estado”, “afonía súbita” y hasta “secreto de sumario” cuando les preguntan su opinión acerca de la viabilidad de las primarias, no sea cuestión que de repente los acusen de repartir hisopos entre sus amigos o de traficar barbijos descartables a través de avionetas provenientes de Paraguay que aterrizan en pistas clandestinas de Formosa.
Las derivaciones del episodio que afectó al gabinete nacional también salpicaron a Córdoba, aunque por aquí los invitados especiales a vacunarse alegan razones atendibles: Daniel Passerini como personal de salud y Aurelio García Elorrio como docente en funciones mayor de 60 años. La que no se sabe si recibió su correspondiente dosis es doña Jovita, a quien el legislador de Encuentro Vecinal Córdoba intenta sumar a la rama femenina de su partido, tal vez con la intención de captar votos entre la comunidad LGBTIQ+; y también para ampliar su base de simpatizantes en Traslasierra, donde la anciana tiene más arrastre que una crecida del río Panaholma.
Otro sello partidario cordobés, el Frente Cívico, estuvo muy activo en los últimos días tratando de construir a nivel nacional una confederación de partidos provinciales. Para revalidar las aspiraciones a ser candidato de Juntos por el Cambio, su principal referente sacó a relucir una larga… trayectoria en la política. “Mido más que el negro de WhatsApp”, se ufanó el líder de ese espacio, Luis Juez, en lo que algunos detractores ya anticipan que sería otra de sus tantas “promesas incumplidas”. No conforme con el exabrupto, Juez elevó el tono hot de sus afirmaciones al definirse como “el más tocador de timbre”.
Desde el PRO siguen respaldando la postulación de Gustavo Santos para encabezar la boleta de senadores, que es la ubicación en la que el fundador del Frente Cívico pretende ser nominado. Mientras la dirigencia de Buenos Aires presiona para posicionar al exministro de Turismo, en Córdoba evalúan las consecuencias de que Juez fuerce una interna. Después de sus recientes declaraciones, temen que, si pierde por un porcentaje ajustado, en vez de reclamar que “abran las urnas” como en 2007, podría exigir que “abran las braguetas”. O que pida elecciones “limpias” y haga alguna alusión a la higiene de los ecuatorianos que derive en un nuevo conflicto diplomático.
Mientras tanto, en el área de educación prevén que el retorno a clases en los colegios de Córdoba será más difícil de resolver que la interna del radicalismo. Vi en un noticiero a docentes de la escuela normal Comisario Fierro, ubicada en el barrio Ciudad Gótica Anexo, quienes coincidían en que el principal obstáculo para que los chicos regresen a la escuela es “la grieta”. Ante el gesto de incomprensión del cronista, señalaron las grietas en las paredes de las aulas, que tenían un trazado similar al del cutis de Keith Richards. De no llegar a tiempo con las obras de reparación, se especula con que el año lectivo se desarrollará mitad con asistencia presencial y mitad de manera remota, hasta lograr que profesores, maestros, alumnos y padres entren en un torbellino de locura al estilo del Guasón y se pongan a bailar en las escalinatas del Parque Sarmiento.