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QUE LEEN LOS QUE ESCRIBEN

Autores cordobeses recomiendan las lecturas que más los impactaron

Un buen escritor es, antes que nada, un gran lector. Nadie mejor que ellos a la hora de recomendar lecturas que van desde ensayos hasta poesías.

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Cinco autores cordobeses nos recomiendan sus lecturas | CEDOC Perfil
Cada uno con su perfil bien definido, cinco de los escritores locales más reconocidos cuentan cuáles fueron -y por qué las lecturas que más los impactaron durante 2017. Las recomendaciones contemplan géneros variados, que van desde ensayos, diarios y cuentos, hasta narrativa y poesía. 


María Teresa Andruetto
(Lengua madre, Stefano, La mujer en cuestión)
Siempre hay un problema en las listas, porque cuando se lee mucho, se tiende a olvidar lo que se leyó durante los primeros meses del año y se pondera los últimos. Además, hay mucho no leído que hubiera merecido y por causas miles no se leyó. Aún así, aquí van algunas lecturas que me impactaron: 

Releí (porque a casi todos los cuentos los había leído en ediciones desperdigadas) los conmovedores cuentos de Daniel Moyano en Mi música es para esta gente (Caballo Negro). Cierta capacidad de perdonar y un conocimiento muy hondo de lo humano alumbra la escritura de Moyano, uno de los más grandes narradores argentinos de todos los tiempos. 

También releí Crónica de mi familia, de Vasco Pratolini (Tusquets). Editado en la colección de rescate de libros hermosos, raros que elige Juan Forn, me reencontré con esta lectura de juventud, este libro tan sencillo y conmovedor en el que el gran escritor del neorrealismo italiano relata la relación con su hermano, como fondo de la miseria, la guerra y la posguerra. 

En cuanto a nuevas lecturas, Los diarios de Emilio Renzi y Un día en la vida, de Ricardo Piglia (Anagrama), tercer tomo del diario de vida y de lecturas de un escritor extraordinario y, quizá, del mejor lector de literatura argentina que hemos tenido (y perdido). También leí muchos libros espléndidos de poesía el año pasado. 

Elijo dos traducciones: una es Materia de este mundo, de Sharon Olds, con traducción de Inés Garland e Ignacio Di Tullio. Antología de la impresionante poeta norteamericana (Gog y Magog). Tremendos poemas sobre la experiencia de una mujer, el sexo, la maternidad, los padres, el envejecer, la enfermedad. A todo eso que nos pasa, Olds lo vuelve poesía e interpelación. 

La otra es El pájaro rojo, de Mary Oliver, con traducción de Natalia Liederman y Patricio Foglia (Ediciones Caleta Olivia) , una poesía muy en consonancia con la naturaleza, que celebra la luz y que nos llama a ser conscientes del milagro de vivir. 

Reyna Carranza
(Para ahogar un loco amor, Donde vive la loba, Regreso al paraíso)
Entre la profusa oferta de títulos, temas y autores que me mantuvieron ocupada en 2017, destaco algunas ediciones recientes como La Herida, de Jorge Fernández Díaz, y otra no tan reciente como la muy cuidada y hermosa de Mujeres, artes y oficios (Editorial Comunicarte), en la que me reencontré con Palabras al rescoldo, de Teresa Andruetto, y  Plegarias domésticas, de Silvia Barei. Bellísimo libro de poesía que, por mi parte, merece un fuerte aplauso. 

Pero siempre es bueno y enriquecedor volver sobre lo que se escribía en otros tiempos, por lo que rescaté de mis estantes La Madre de Dios, de Leopold Sacher Masoch (1836-1873), escritor austríaco sobre el que he dado algunas charlas haciendo hincapié en su novela autobiográfica La venus de las pieles, publicada en 1875, y que la autora británica E. L. James plagió de manera flagrante en 50 sombras de Grey (2011). Dato bastante oscuro que pareciera que a nadie le importó demasiado. 

Sacher Masoch publicó este libro en 1883, reeditado ahora por El Cuenco de Plata. Considerado un alto referente en lengua alemana de todo lo acaecido en la Europa central del siglo XIX, este autor es también maestro indiscutible en la construcción de personajes perversos y, al mismo tiempo, terriblemente puritanos. 

La Madre de Dios gira en torno a sectas religiosas funcionales a la corrupción que proliferaba entre funcionarios y terratenientes de la época, y que se servían de ellas para sus propios fines de dominación. 

Novela macabra, atrapante, que no se limita a ser un fresco social del antiguo Imperio, puesto que su coordenada principal es la sexualidad. Conductas transgresoras que décadas después Sigmund Freud se encargaría de analizar con singular lucidez. 


Cristina Loza
(El revés de las lágrimas, El oso de Karantania, El año de las glicinas) 
Para un escritor leer es encontrarse, frente a frente, con un desconocido que empieza a hablar, en susurros o a los gritos, para darnos la percepción del mundo, de acuerdo con su mirada. La que, en algún punto, se parece a la nuestra, aún en los opuestos. Esa empatía es inefable. Eso me sucedió con La familia, de Gustavo Ferreyra. 

La historia de una familia argentina en las primeras décadas del siglo XX y el entramado denso, oscuro de los lazos, algunos indisolubles, en la toxicidad de un entorno que, mientras pasan las páginas, se nos hace temible y cercano. Esos personajes tan manifiestos en sus retratos nos llevan a pensarnos, a fijar la mirada en ese lugar, el que ocupamos en el árbol que nos dio vida. 
Inquietante espejo para mirarse mientras pasan las páginas del libro. 

Con John Berger tengo una relación muy larga, de gloriosa intimidad. Su manera de narrar el mundo rural en Puerca Tierra, el compromiso con el otro, su mirada de poeta y pintor y fotógrafo me fascinan de tal modo que revuelvo en mi biblioteca y van saliendo Hacia la Boda, El tamaño de una bolsa y la poesía restallante de Páginas de la herida. Deambulo en sus páginas, abro al azar, releo lo que en su momento me sedujo como si el que nunca conocí fuera un alma afín, amable y compasiva. 

Su prosa es poética, sus imágenes se quedan en nuestra retina mucho después de haber cerrado el libro y sus poemas nos muerden el corazón. Descubrí a Leila Guerriero por una crónica compartida en redes sociales. Me deslumbró y la busqué en las librerías. Encontré Zona de obras: conferencias, relatos, crónicas. Para quien escribe, es una fuente inagotable de herramientas, de frases, una manera de acercarse a la noticia de una descarnada pero a su vez tierna lucidez al narrar lo cotidiano y lo extraordinario. 

Para quien lee, es descubrir el hueso, la médula de las emociones, en las historias desmesuradas o pequeñas, usando las palabras con un preciosismo de relojería. Vale la pena buscar sus libros. 


Hernán Lanvers
(Saga África: Hombres como dioses, Harenes de piedra, Sangran reyes)
Actualmente estoy leyendo el libro Tres per sonajes de Sudáfrica: Rodhes Kruger, y Lobengula (de S. Cloete) donde se cuenta la historia de Cecil Rodhes, un aventurero, un verdadero pirata del Siglo XIX que llegó a ese país a los 17 años y en poco tiempo terminó siendo dueño de la mayor parte de su oro, de sus diamantes y hasta conquistó, a punta de pistola y de coraje, acompañado de tropas mercenarias, el Imperio Matabele, transformándolo en dos países a los que hasta puso su nombre: Rodhesia del Norte y del Sur. 

También estoy leyendo La herida, de Jorge Fernández Díaz, en la que Remil, el infame y a veces querible personaje que ya nos sorprendiera en El puñal, vuelve a hacer de las suyas. Un gran libro que trata de explicarnos -como si eso fuera posible- cómo se maneja el poder detrás del poder y las razones por las cuales este país con tantos recursos a veces supera el realismo mágico y se ríe de cualquier ficción. 

Susana Romano Sued
(Verdades como criptas, Escriturienta, Algo inaudito pasa)
Me impactaron de una manera notable, entre otros, los siguientes libros cuya lectura recomiendo: Colectivos y Parcialidades Políticas y Sociales: los desaparecidos y asesinados de Córdoba en los ’70, publicada por la editorial de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC, es una obra sumamente importante para la reconstrucción de nuestra historia reciente de Córdoba y el papel de la militancia política, objeto del proyecto de aniquilación del Terrorismo de Estado iniciado en la década del 70 antes del golpe de estado de 1976. 

Los secuestros, torturas y asesinatos cometidos por la Triple A en su accionar nacional, el comando Libertadores de América en nuestra provincia contra las y los protagonistas de un proyecto político y social revolucionario, son abordados rigurosamente. Ha acrecentado mi conocimiento de sujetos y hechos de trascendencia histórica que nos implican de una manera ética y que me han impactado especialmente. 

También recomiendo El chiste de Dios y otros cuentos, (Cuadernos negros, Colombia) de Luisa Valenzuela, la versátil y prolífica escritora argentina. Es un libro breve, que provoca la intensidad de la lectura en su maestría del narrar y sumergirnos en ese universo rico, exquisito e inteligente que la autora no hace sino acrecentar con cada una de sus obras. 

En todos los géneros que frecuenta, como la novela, el microrrelato, el ensayo y el discurso periodístico, produce una sinergia, una espiral enunciativa espléndida, que va del humor y la ironía a la dimensión fantástica y documental. Me impacta leerla y me impulsa a seguir considerándola la mejor de nuestras escritoras.-