Cuando me llegó la información de que Netflix iba a presentar una queja ante ciertos servicios de noticias por competencia desleal, mi alerta de fake news se activó a pleno y la cargó automáticamente en mi lista de titulares truchos (más larga ya que la de odiadores seriales a los que he cancelado como amigos en mis redes). Pero, pensándolo bien, no sería ilógico que la plataforma de streaming se sienta intimidada en su capacidad de producir ficción, ante hechos de la realidad como el episodio de la no vacunación de Beatriz Sarlo, un culebrón que mantuvo expectantes a grandes y chicos mientras la carne y la nafta aumentaban con una ferocidad digna del lobo de Caperucita.
Que si a la dosis se la habían ofrecido o no de parte de la esposa de Axel Kicillof, que si le acercaron la propuesta por debajo de la mesa o por arriba, que si está bien o está mal haber convocado a famosos para participar de una campaña a favor de la Sputnik; lo cierto es que la llegada de la Sarlo a los tribunales de Comodoro Py para hacer su declaración tuvo una cobertura como si se tratara del juicio a O. J. Simpson. Y su mención a Soledad Quereilhac como la RRPP que le cursó la invitación para el VIP, desató un escándalo que duró apenas unos minutos pero que marcó picos de rating comparables a los de Master Chef.
Como una especie de respuesta a eso que Kicillof consideró un intento de ensuciar a su familia, desde el Frente Grande de Córdoba, Horacio Viqueira denunció ante la Justicia a Elisa Carrió, por aquella acción penal que la fundadora de la Coalición Cívica inició contra el presidente Alberto Fernández en enero, cuando lo acusó de un supuesto “envenenamiento” de la población mediante la vacuna rusa. Carrió también podría ser demandada por el Club de Fans de Vladimir Putin en Argentina, quienes considerarían discriminatorias sus palabras. “Habiendo tantos disidentes para envenenar allá, mirá si van a usar ese método en Argentina”, me dijo el presidente de esa entidad, Dardo Clavo.
Para colmo, ante tantas nuevas “cepas” del virus que empiezan a aparecer en el mundo, la producción de los programas de radio y tv ya no sabe si consultar con un epidemiólogo o un enólogo. Si esto sigue así, no debería llamarnos la atención que se empiece a hablar del “maridaje” entre una vacuna y una determinada variante de Covid. Y no faltarán los analistas económicos que entiendan que las restricciones a los viajes hacia países de donde puedan provenir estas recientes variedades de coronavirus, constituyan “otra intervención estatal para frenar las importaciones”.
Los que agitaron infructuosamente el peligro de contagio como la razón para no realizar la interna en la UCR cordobesa fueron los de la lista Convergencia, quienes sufrieron un revés judicial y finalmente deberán medir hoy sus fuerzas con los opositores de Sumar. Lo insólito es que, pese a sus nombres, estos dos sectores prefirieron ni converger ni sumar, para terminar sometiéndose al voto de los afiliados. “El que gana conduce y el que pierde acompaña”, dice la vieja máxima de la política partidaria, aunque desde los dos bandos temen que el derrotado prefiera bajarse del auto antes que sentarse en el asiento del acompañante. O, al menos, que intente después poner palos en la rueda.
Mientras tanto, en el oficialismo provincial resisten a pie firme las críticas a la postulación de Juan Manuel Delgado como Fiscal General, que recibió ocho apoyos y seis impugnaciones en la audiencia pública por su pliego en la Legislatura. Entre otras cosas, al candidato le facturan ser un “hombre de la bolsa”, lo que desató la ironía de un legislador schiarettista: “Sólo falta que digan que para Halloween se disfrazó de Freddy Krueger; o que lo vieron en el Corso de San Vicente con una careta de Chucky”. Este miércoles será la votación en el recinto, donde no se sabe si quienes responden a la línea de Carlos Caserio respaldarán la iniciativa, si van a rechazarla o si apelarán a frases al estilo Cleto Cobos, como “mi afirmación es negativa” o “mi voto niega que no, pero afirma que ní”.
Sommelier de la política