Córdoba atraviesa un nivel crítico de inaccesibilidad urbana: según datos trabajados por la Fundación Relevando Peligros, el 69% de las manzanas de la ciudad no tiene ninguna de las ocho rampas reglamentarias, y de las que existen solo el 13% está en buenas condiciones.
El problema se profundiza en corredores céntricos, colectivos, barrios densamente poblados y zonas escolares, afectando a miles de personas que dependen de rampas, veredas y cruces seguros para desplazarse todos los días.
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En diálogo con Perfil Córdoba, Rosario Perazolo Masjoan, usuaria de silla de ruedas; y Germán Vicentini, vicepresidente de la Fundación Relevando Peligros, describieron un escenario común: una ciudad donde moverse sin ayuda es casi imposible.
"Hasta acá podés pasar"
Rosario lo vive en carne propia: no utiliza las veredas porque la mayoría no tiene continuidad entre una esquina y otra, ya sea por rampas inexistentes, autos estacionados sobre la senda peatonal, basura acumulada, escombros, postes o desniveles imposibles de sortear.
Rosario convive a diario con un escenario que la obliga a cambiar sus rutas y estrategias de movilidad. Las veredas, dice, no son una opción: “Yo desde que habito en la ciudad voy por la calle: capaz había una rampa en una esquina, pero estás yendo por la mitad de la vereda y hay un auto, una bolsa de basura, escombros, o quizás está rota. La ciudad no está en condiciones".
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A eso se suma el miedo constante al circular por la calle: “Todos los días siento que me puede pasar algo. Todos los días salgo pensando ‘me van a pisar’. Pero quedarme encerrada no es una opción. No tener libertad ni independencia no es una opción. Y estas son las reglas de juego”.
Los datos de la accesibilidad en la ciudad
El último relevamiento que realizó la fundación data del 2010. A pesar de su fecha, el vicepresidente asegura que los datos "no cambiaron para mejor", dado que se mantienen igual o peor en diversas zonas de la ciudad.
- El 69% de las manzanas no tiene ninguna de las rampas que debería tener.
- De las rampas existentes, solo el 13% está en condiciones óptimas.
- El 50% es resbaladiza y no cuenta con superficie antideslizante.
- El 25% tiene tramos faltantes, baldosas sueltas o bordes sin nivelar.
- El 27% presenta desniveles peligrosos en la unión con la calzada. Muchas están construidas con materiales precarios o directamente mal diseñadas, con pendientes casi imposibles de transitar.
“A veces las rampas son toboganes. He visto rampas a 45 grados. Son un peligro real”, advierte Vicentini.
Veredas: una trampa cotidiana
La infraestructura básica tampoco ayuda. Baldosas partidas, desniveles, cazuelas de árboles profundas, cartelería que invade la línea municipal y accesos de cocheras sin normativa generan un circuito riesgoso.
Rosario lo confirma: “La mayoría de las veces termino circulando por la calle porque no puedo avanzar por la vereda. Es inseguro, pero es la única opción”.
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Asimismo, asegura que la accesibilidad va más allá de una necesidad: "vas al centro y cualquier local de ropa tiene un escalón para entrar; una farmacia, un escalón; un kiosco, un escalón. La gente lo sube inconscientemente. Es como que nos dijeran: "podés entrar hasta acá".
Senda podotáctil: un sistema incompleto y mal conectado
La accesibilidad, aclara Vicentini, no solo involucra a usuarios de silla de ruedas, sino también a personas ciegas, con movilidad reducida, con discapacidades transitorias —como una fractura—.
En ese sentido, las sendas podotáctiles apenas cubren algunos sectores del Centro y no están conectadas entre sí. “Las personas ciegas necesitan que la senda vaya de rampa a rampa. Acá empieza y termina en cualquier lado”, explica.
El llamado camino seguro, que debería garantizar un corredor libre de obstáculos de 1,20 metros de ancho y 2,10 de alto, tampoco se cumple. “Un cartel, una rama o una cazuela pueden provocar un accidente grave”, remarca.
Colectivos, una lotería diaria
El transporte urbano reproduce la misma lógica de precariedad. Las unidades con escaleras poseen elevadores, pero “en la mayoría de los casos no funcionan”, señala la fundación. Las paradas, además, se ubican muchas veces sobre cazuelas o superficies irregulares que complican cualquier maniobra.
“Ahora es una lotería. Uno sí, uno no. Tenés que adivinar cuál viene”, describe Rosario sobre su vínculo con los colectivos. Esa incertidumbre limita actividades básicas como estudiar, trabajar o simplemente desplazarse por la ciudad.