Manifestaciones de ciudadanos con firmas y ADN conservadores cortando calles y avenidas para protestar contra el gobierno, en poses y actitudes que más de una vez habrán denostado cuando quienes reclamaban eran de otro sector social, diferente partido político o simplemente distinto origen o linaje.
Sitios emblemáticos donde se concentraron munidos de banderas patrias, que agitaban en medio de gritos por libertades que consideraban conculcadas por las restricciones impuestas en nombre de la salud.
Quejas amplificadas por confinamientos que no dudaron en atribuir a una “dictadura” o parangonar con la Venezuela con la que asocian desde que asumió a la coalición que hoy está al frente del Poder Ejecutivo.
No, no se trata de Argentina sino de España, que después de un año y medio de pandemia de Covid-19 y pese a los alertas sobre una “quinta ola”, que se encendieron en las últimas horas, se asoma a un verano más esperanzador que el del año pasado.
Las analogías que se pueden hacer entre ambos países no se agotan en los tres primeros párrafos pero tampoco se trata de buscar espejos en realidades con particularismos y momentos diferentes. Cada quien habrá de relacionar según su lupa las historias o los presentes de ambos países pero las traspolaciones suelen estar reñidas con las historias de cada uno y no siempre terminan siempre con idénticos resultados.
Ávidos de alegrías. “España está en modo verano, en modo entusiasmo; hay buenos datos de empleo y, como se viene de cifras tan malas, cualquier aumento en la contratación, aunque sea precaria y temporal, es leído como algo bueno. Si hay una quinta ola no acabará como lo hicieron las anteriores, con tantos muertos, porque la vacunación da sus resultados y entonces se está viviendo un verano mucho más normal que el del año pasado. Hay muchísimo turismo interno, la gente se mueve dentro del país al ser todo incierto en el plano internacional… España está con ganas de descansar y de poner un poquito de alegría después de un año y medio tan tremendo”.
Las reflexiones pertenecen a Ana Rey, periodista cordobesa que desde hace más de 25 años vive en Barcelona y respondió a PERFIL CÓRDOBA desde el estudio que comparte con Joan, su socio catalán, en el barrio de Gracia. Allí conecta sus ideas como escritora, dibujante e ilustradora, entre otras actividades.
El atroz crimen homofóbico que acabó con la vida del joven Samuel Luiz Muñiz, hace una semana en La Coruña, generó espontáneas manifestaciones de dolor y repudio en esa ciudad gallega y en todas las capitales españolas. Y acaso también marcó un impasse en el clima de cierta “distensión” que se avizoraba en este comienzo de julio.
Esa tregua estival tampoco acalló del todo el rumor de otras expresiones que brotaron en los momentos más críticos de la emergencia sanitaria en la península.
“¿Quién no ha instrumentalizado políticamente a la pandemia? Es lamentable, pero aquí le ha servido a muchísima gente para usarla a su favor o en contra del otro como sea. El Partido Popular ha hecho una guerra feroz al gobierno desde el minuto cero; ha criticado, cuestionado cada una de las medidas que tomaba Pedro Sánchez, quien resistió bastante bien la embestida y logró salir... Por supuesto que sale con heridas, porque de este tipo de situaciones no se puede salir indemne. Pero la oposición no tuvo altura para negociar o apoyar cuando era una causa en la que estaba en juego la vida de la gente”, opina Rey.
Ana no considera a Vox como un efecto colateral de la pandemia, sino que apunta que su crecimiento tuvo más que ver con la crisis económica anterior al Covid-19, con cuestiones de inmigración y otros temas que suele explotar la derecha más extrema.
“Vox es pre-pandemia, se empieza a fortalecer con la crisis en Catalunya. Vox empieza a consolidarse en el resto de España porque con el expresidente Mariano Rajoy hubo todo un discurso de la derecha acerca del ‘Estado amenazado’, de la ‘democracia amenazada’, de la ‘Constitución amenazada’, que es el discurso con el que enfrentan al movimiento independentista catalán. Pero ese discurso es el que también hace caldo de cultivo a una extrema derecha. Un fenómeno que es ‘trumpista’ en algún punto, esa España que piensa que va a perder los privilegios…”
Nadie sabe aún la incidencia efectiva que esta crisis sanitaria global irá teniendo en la vida política de cada uno de los países que más la han padecido. Está claro que los modos de gestionar la emergencia pueden pasar factura en las urnas, como le ocurrió a Donald Trump en noviembre pasado. Sin embargo, no aconteció lo mismo en las últimas elecciones de Madrid, donde la presidenta de esa Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, criticada por polémicas decisiones en el peor momento de la pandemia, recibió un espaldarazo que la proyecta con otro vuelo en el PP, su partido.
No tan indignados. La elección de Madrid tuvo condimentos especiales, como el haber sido el primer test electoral de fuste desde la llegada letal del coronavirus a España, o que el entonces vicepresidente del país, Pablo Iglesias, renunciara y bajara a esa puja regional, en una apuesta que terminó con el líder de Podemos anunciando su retiro de la política.
Apenas semanas después de que se cumpliera una década de las manifestaciones y protestas multitudinarias del 15-M, las dos fuerzas políticas que emergieron como abanderadas de aquellos indignados sufrieron sendos reveses. La ‘nueva derecha moderada’ de Ciudadanos casi desapareció del mapa y la izquierda contestataria y cogobernante de Podemos quedó muy atrás en la contienda madrileña.
¿La pandemia se llevó también a aquellos indignados de 2011?
“El que desapareció casi del todo es Ciudadanos, puesto que solo le queda representación en Andalucía, en una coalición, pero nada más. En Madrid, antes de las últimas elecciones gobernaban en coalición y tras esos comicios, Ciudadanos murió en esa comunidad”, afirma Rey.
“En el caso de Podemos, ha ido perdiendo votos, que en muchos casos fueron otra vez al Psoe (Partido Socialista Obrero Español), pero aun está en coalición en el gobierno nacional y encabeza ministerios importantes, como el de Trabajo o el de Igualdad, lo que no es poca cosa. Son carteras que no serán las más decisorias pero son importantes en una crisis como la que vivimos, para discutir una probable reforma de la ley laboral o una renta mínima. Otra sería hoy la película en España si hubiera ocurrido la pandemia con un gobierno del PP. No estaríamos contando esto, sino cosas mucho más dramáticas a nivel social. Y esto no es porque esté Sánchez; es porque está Sánchez con Podemos ahí, molestando, en el sentido de vigilar que ciertas medidas o cuestiones sociales no se desatiendan. Claro que esto genera cierto desgaste que quizá repercuta en futuras elecciones y habrá que ver la salida de Pablo Iglesias en qué acaba”, se explaya Ana.
Pero no solo Madrid y la proyección nacional de su disputa doméstica agitaron las arenas políticas de esta España que anhela entrar en la “pospandemia”. Los indultos que el pasado 22 de junio anunció Pedro Sánchez para nueve líderes independentistas catalanes, condenados y presos tras el referéndum de octubre de 2017, patearon otra vez el tablero.
-La pandemia y este indulto, ¿archivan por ahora el discurso de los independentistas?
-“No, ellos siguen reclamando un referéndum por la autodeterminación. Sánchez dijo a eso que no, rotundamente, pero ellos replican que muchas veces el presidente dijo que no y luego fue sí, o medio sí… Es todo un juego político y algo sacarán unos y otros. Un referéndum se hará, de acá a unos años, porque ya está pactado. ¿En qué términos? No será de autodeterminación, pero algo le preguntarán a la ciudadanía. Alguna ficha van a tener que mover. El apoyo de Esquerra Republicana a Sánchez no va a salir gratis. Lo bueno es que se mueva políticamente y no judicialmente”, dice Rey.
Consultada sobre posibles paralelismos entre las reacciones en España y Argentina frente al Covid-19, Ana se sitúa imaginariamente en las calles de sus dos países y evita simplificaciones. “La derecha ha hecho un discurso sobre la libertad durante la pandemia; ha pervertido el lenguaje y llamado libertad a cosas que no lo eran, o al menos no eran un ejercicio responsable, sino más bien un egoísmo institucionalizado que nada tenía que ver con la libertad. En eso me parece que se ha jugado con la misma moneda en los dos sitios”.