El viaje nos llevó al sur chileno, a las Termas de Chillán, donde las piletas de agua a 40˚ compiten con los copos de nieve que se depositan en la cabeza de los bañistas.
El responsable del press trip, Carlos Couto, es un colega y gran amigo porteño que se deshacía en atenciones con el grupo de periodistas.
Una de las excursiones programadas era por el Valle de las Trancas, que es la zona donde se emplaza el complejo de Chillán y uno de sus atractivos es una cueva natural, un socavón en la dura piedra de la montaña.
La cueva tiene su nombre y es en recuerdo de una banda de hermanos cuatreros que asolaba la región allá por comienzos del siglo 19 y que la utilizaban para cubrirse de las inclemencias del clima y de las partidas policiales.
Hacia la cueva nos llevó Couto y cuando llegamos, se paró frente a ella y dijo: “Esta es la cueva de los pinchila”. Los colegas porteños, imperturbables, tomaban notas y hacían sus fotos.
Al regresar al hotel, un rato antes de la cena, una periodista cordobesa que conformaba el grupo, se acercó tímida y avengonzada a Couto y se entabló el siguiente diálogo:
-Carlos, yo no voy a poder publicar en el diario esto de la cueva.
-¿Por qué?
-Bueno, no puedo publicar ‘la cueva de los pinchila’ porque en Córdoba eso significa otra cosa, es el miembro viril, el pene.
Carlos pensó un rato y, ahogado por la risa, respondió:
-¡Nooo… no es la cueva de los pinchila, es la cueva de los Pincheira!
Así se llamaban los hermanos cuatreros y así se los conocía en la zona: ‘los Pincheira’. Cuentan que todavía hoy resuenan en la cueva los ecos de las carcajadas.
#vascoandariego