“La primera referencia que tengo de Ernesto en relación al deporte es cuando íbamos juntos a ver fútbol de primera. Él era hincha de Rosario Central y como a mí me gustaba el fútbol, me llevaba a la cancha”. El recuerdo sitúa a Juan Martín Guevara a fines de la década del ’40, a casi 700 kilómetros de la Córdoba donde nació y vivió sus primeros años (“en la calle Chile al 200, en una casa que ya no está más”) y de la mano de su hermano mayor, por entonces estudiante de la Facultad de Medicina de Buenos Aires, rugbier empedernido y aprendiz de periodista, aún lejos de ser el “Che”.
El testimonio no es rebuscado ni mucho menos. Con los años, Ernesto Guevara de la Serna pasaría a la historia como un líder revolucionario, pero bien pudo haberlo hecho como un gran cultor del deporte. En distintas etapas de su vida (de “Ernestito” al “Che”, pasando por “Teté”, “El Pelado”, “Fuser” y “el Chancho”), practicó no menos de 15 disciplinas, al estilo de los viejos “sportsman” de principios del Siglo XX. Fue una especie de Jorge Newbery, aunque nada “cajetilla”.
La experiencia inicial estuvo condicionada por el asma, la enfermedad que lo trajo a Alta Gracia, y que lo hizo “un chico enclenque” según escribió su padre, Ernesto Guevara Lynch, en el libro “Mi hijo el Che” (1988, La Habana). “La práctica de la natación viene por mi madre (Celia de la Serna) y por mi tío Jorge, que era un nadador de aguas abiertas, de largo aliento. Seguramente por el asma, Ernesto se esforzó en ese deporte”, sostiene Juan Martín. La pileta del Sierras Hotel y El Tajamar albergaron los primeros chapuzones. La técnica y el estilo llegarían después en el Córdoba Lawn Tenis, donde el “Che” también jugó tenis y ping-pong.
Si la natación fue influencia materna, el legado paterno fue el ajedrez. “La inclinación de Ernesto por ese deporte viene por el lado de mi viejo, aunque mi vieja también lo jugaba”, apunta Juan Martín. Aquella pasión por el juego-ciencia quedó reflejada en sus participaciones en las Olimpiadas Universitarias, en los torneos que organizó en el Ministerio de Industrias de Cuba y en los duelos que animó con grandes ajedrecistas, como el argentino Miguel Najdorf, el checoslovaco Miroslav Filip, el yugoslavo Meter Trifunovic, el cubano Rogelio Ortega, el mejicano Armando Acevedo y los soviéticos Mijail Tal y Victor Korchnoi. El tablero y los trebejos acompañarían al “Che” hasta sus últimos días en Bolivia.
Pero la atracción de Ernesto por los deportes traspasó los consejos médicos y los gustos heredados, y hasta llegó a ser tema de conflicto familiar por “culpa” del rugby. No era habitual observar a un medio scrum que, además de lucir llamativas orejeras, cada tanto acudía a la ayuda de un inhalador. ¿Quizá el primer gran acto de rebeldía? “Yo no diría rebeldía, sino voluntad. Es cierto que hubo disputa entre mi padre y mi madre sobre cómo tratar lo del asma. Pero en definitiva, el que puso voluntad para superar siempre los ataques fue Ernesto”, apunta su hermano menor. Estudiantes de Córdoba, Yporá y Atalaya fueron los clubes que contuvieron aquella empeñosa afición por “la ovalada”. “También se dice que jugó en el SIC, pero no me consta”, apunta el más chico de los cinco hijos del matrimonio Guevara Lynch-De la Serna. Y añade: “Del rugby surge aquel apodo de ‘Fuser’, por Furibundo Serna”.
El fútbol le dio a Ernesto la chance de destacarse como arquero, el puesto que le demandaba menos desgaste físico, aunque algunas veces su carácter persistente lo hiciera ganarse un puesto “al centro”, donde por lo general le encomendaban la marca personal del más habilidoso de los rivales. De niño lo practicó en Alta Gracia (donde era simpatizante de Sportivo) y en Bouwer, y antes de los partidos solía sorprender a sus amigos recitando de memoria las formaciones de los principales equipos del país. De grande, “la redonda” formó parte de varios pasajes del famoso viaje en motocicleta de 1952, junto a su su amigo y ex DT de rugby Alberto Granado. Juntos animaron partidos en Chile, en Perú y sobre todo en Colombia, donde los contrataron para ser técnicos de Independiente Sporting Club, un humilde equipo que también reforzaron (“porque eran muy malos”, según el “Che”) y casi hace historia al perder por penales la final de un torneo relámpago. Al respecto, es conocido el texto de la carta que Ernesto le escribió a su madre: “Me atajé un penal que va a quedar en la historia de Leticia”.
En tierras cafeteras también conocería a Alfredo Di Stéfano, por entonces integrante del llamado “Ballet Azul” de Millonarios de Bogotá. “Hablamos de fútbol, de medicina y de las sierras de Córdoba”, supo contar Granado sobre aquel encuentro con “la Saeta Rubia”, uno de los ídolos de juventud del “Che” (los otros fueron dos “Chueco”: el automovilista Juan Manuel Fangio y Enrique García, un wing izquierdo de Rosario Central).
Ernesto también mostró sus habilidades en las canchas de golf de Alta Gracia y de Villa Allende (su padre lo calificó como “un excelente jugador”), y en el Tiro Federal. Al listado de disciplinas que practicó se suman esgrima, patinaje, equitación, boxeo, pelota vasca, montañismo, caza, pesca, ciclismo y hasta béisbol, con el Comandante Camilo Cienfuegos como ladero. Ya encaminado hacia la revolución cubana, tendría como entrenador al luchador mejicano Arsacio “Kid” Vanega. “La lista es larga, pero sin duda que es en el ajedrez donde Ernesto puso pasión y cabeza”, dice Juan Martín.
-¿Cuál piensa que sería la posición de Ernesto respecto al deporte actual, ya convertido decididamente en negocio y muy lejos de aquel espíritu lúdico o de confraternidad que inspiró sus orígenes?
-Lo que puedo decirle es lo que me produce a mí: lástima. Y a veces, desagrado. Sobre todo cómo los padres estimulan a sus hijos para una competitividad que tiene al dinero y la fama como zanahorias. Creo que él estaría de acuerdo con lo que le digo. Así es como me gustaría que fuera.
-Llama la atención que siendo la del “Che” una imagen omnipresente en las canchas de fútbol, haya un solo club en el mundo (Club Deportivo y Social Ernesto Che Guevara, Jesús María) que haya tomado su nombre y se haya basado en su ideario para armar una propuesta deportiva y social. ¿Esto pasa porque se ha mercantilizado demasiado la imagen del “Che”?
-Lo que más se mercantilizó es el fútbol. La imagen del “Che” es vendedora, pero no parece serlo para los clubes mercantiles. Sin duda lo de las publicidades en las remeras y otras cuestiones muestran claramente esa mercantilización.
-La figura de Ernesto se vincula de distintos modos a dos íconos del fútbol argentino: Diego Maradona, que lleva tatuada la imagen de su hermano, y Lionel Messi, con quien el “Che” comparte el lugar de origen. ¿De quién lo ve más cercano?
-Yo he dicho en alguna entrevista que las dos imágenes más conocidas en el mundo son las de Cristo y la del “Che”. Un amigo me dijo: ‘Me parece que te pasaste, la de Cristo es más conocida’. Le di la razón, pero también le dije que al “Che” lo asesinaron hace 50 años y a Cristo hace 2000, y que dentro de unos años alguien podrá hacer esa comparación y ver si el “Che” se acercó. Esto lo digo porque ni Maradona ni Messi van a pasar a la historia en ese nivel de Cristo y del “Che”. Si es por su condición de rupturista de la convenciones, creo que Maradona está cerca del “Che”. Messi, no.
El 'Che' periodista. Ernesto Guevara también fue cronista deportivo. Su primer artículo, que firmó con el seudónimo “Chang-Cho”, fue publicado el 5 de mayo de 1951 en “Tackle”, un semanario de rugby que duró 11 números y donde compartió staff con su hermano Roberto, ex jugador del SIC. Su segunda y última experiencia en el periodismo fue la cobertura de los Juegos Panamericanos de México, que se disputaron entre el 12 y el 26 de marzo de 1955, como redactor y fotógrafo de la Agencia Latina, de origen peronista. Ahí entrevistó, entre otros, a la tenista cordobesa Viola Livetti, su ex compañera de raquetas en el Córdoba Lawn Tenis, quien seis años después (cuando Ernesto ya era el “Che” y presidía el Ministerio de Industrias en Cuba) llegó a ocupar el primer puesto del ranking nacional. “Mi trabajo fue algo agotador en todo el sentido de la palabra, pues debía hacer de compilador de noticias, redactor, fotógrafo y cicerone (N. de R.: guía turístico) de los periodistas que llegaban de América del Sur”, resumió en una carta que le envió a su amiga cordobesa Tita Infante. En esos Juegos Panamericanos, Argentina terminó segunda en el medallero, detrás de Estados Unidos, con 80 preseas (27 de oro, 33 de plata y 20 de bronce).
¡Hasta salió en "El Gráfico"! El primer viaje de Ernesto Guevara, 4.500 kilómetros recorriendo distintas provincias argentinas a bordo de una bicicleta, quedó reflejado en un aviso publicitario que difundió su foto y su testimonio sobre la utilización del pequeño motor, de marca “Micrón”, que le colocó al rodado para llevar adelante aquel periplo. El semanario deportivo “El Gráfico” lo publicó en la página 49 de su edición del 19 de mayo de 1950.
Juan Martín, el Guevara cordobés. Juan Martín Guevara (74) es el menor de los cinco hijos de Ernesto Guevara Lynch y Celia de la Serna (los otros son Ernesto, Celia, Roberto y Ana María) y el único de la familia que nació en Córdoba Capital, donde el “Che” vivió parte de su infancia y toda su adolescencia. Actualmente está radicado en Buenos Aires y se dedica a la difusión de la vida y la obra del líder revolucionario, de la que da testimonio en el libro “Mi hermano, el Che” (Alianza, 2016), que escribió junto a la periodista francesa Armelle Vincent. “Esto del libro me terminó de convencer de lo importante que es difundir, ya que el conocimiento de la imagen del ‘Che’ no coincide con el conocimiento de su pensamiento y de su lucha por los pueblos”, asegura.