Basta con leer la primera denuncia que presentó Luna Giardina (26) para comprender que el ideario y la conducta del uruguayo Pablo Laurta (40) culminarían en una tragedia. El sábado 11 de octubre la asesinó a sangre fría con un disparo en la cabeza junto a su madre, Mariel Zamudio, en su casa de barrio Villa Serrana de Córdoba Capital.
El doble femicida, quien también fue imputado por el homicidio criminis causae del chofer Martín Palacio en Entre Ríos, expresó públicamente, en entrevistas y por redes sociales, su pensamiento misógino enhebrado en discursos de odio hacia las mujeres. Luna, a pesar de ser su pareja, no sería la excepción.
La joven acudió a la Justicia el 17 de octubre de 2023. Fue a la Unidad Judicial 19 de barrio Argüello, poco después del mediodía. Allí relató su calvario, a pesar de tener en ese momento solo 24 años y ser madre de un niño de cuatro. Contó que se habían conocido a fines de 2018 y que el 14 de octubre de 2019 nació el hijo de ambos. A partir de entonces vivieron, alternadamente, tres meses en Uruguay y tres en Argentina.

Múltiples violencias
Del relato de Luna aquel día, se deduce que la relación de pareja con Laurta estuvo signada por violencias de toda índole. “Me obliga a hacer cosas que yo no quiero”. “No me deja tener redes sociales, celular ni trabajar”. “Me pega cachetadas, pero dice que no son fuertes”.
Hay detalles de violencia económica, como privarla de recursos e intentar quedarse con su casa luego de prometer saldar deudas y no cumplir con los pagos. También de agresiones sexuales. Llegó a dudar de si el hijo de ambos era realmente propio y se hizo un ADN que comprobó la filiación.
“En 2020 –continúa Luna– tuve un atraso en mi periodo de menstruación, por lo que pensé que estaba embarazada y él me dijo que si yo estaba embarazada me iba a obligar a abortar”. “Él no quería usar métodos anticonceptivos ni preservativos”, subrayó y señaló que le impidió hacerse el control ginecológico con el argumento que “ningún hombre puede permitir que un médico pueda ver a una mujer”.
A lo largo de su declaración, Luna Giardina dijo de mil maneras que tenía miedo. Una de ellas fue cuando se refirió a la cuenta en X (ex-Twitter) –ahora bloqueada– de la organización “Varones unidos” que él administra y contó que allí se había publicado una noticia de Brasil, en la que un hombre asesinó a su expareja luego de divorciarse. Laurta respondió: “Lo sorprendente es que esos desenlaces no sean todavía más comunes y que haya despistados que todavía se sigan casando”.
La denuncia quedó radicada en la Fiscalía Distrito IV Turno 6, a cargo de Jorgelina Gutiez. Ordenó una medida cautelar de restricción de acercamiento. También tomó intervención el Juzgado de Violencia Familiar a cargo de Victoria Jalil, quien otorgó a Luna un botón antipánico.
A comienzos de enero, Laurta se instaló en el techo de una casa próxima a la de su expareja. Estuvo allí tres días. Cuando bajó fue detenido. Estuvo preso un mes, hasta el 8 de febrero del año pasado por violar la orden de restricción.

Le hicieron una pericia psicológica que determinó que “no era peligroso” ni presentaba un perfil psicopático. Obtuvo la libertad y se fue a Uruguay. Mientras tanto, la jueza Jalil procuró colocarle una tobillera electrónica para garantizar que no se acercara a la joven, pero se fue antes de que se la pongan.
Una de las veces que ingresó por control migratorio le secuestraron un arma de fuego.
Preguntas sin respuestas
¿Por qué no se derivó el caso a una Fiscalía de Violencia de Género, con todos los parámetros que aparecían?
¿Por qué no se profundizó sobre el perfil digital misógino de Laurta?
¿Es posible que un presunto triple asesino –acusación que le imputan– que hasta desmembró el cuerpo de una de sus víctimas, fuera peritado hace un año y medio por psicólogos y psiquiatras sin que advirtieran los rasgos espeluznantes que hoy aparecen?
La manosfera y los discursos de odio
El fenómeno denominado “manosfera” está presente en Argentina y la región. No es mayoritaria, pero existe una subcultura digital con redes de intercambio que difunden discursos antifeministas, misóginos y, en casos extremos, apología de la violencia.
Las plataformas más activas son los grupos cerrados de Telegram, foros anónimos, subcomunidades en Reddit, canales y cuentas en X, Youtube y otras que reproducen la “píldora roja” –a lo Matrix, la capacidad de advertir lo real frente a la ilusión– o material de “masculinismo”. Todas son ideologías o movimientos culturales que buscan definir el rol del varón frente al género, basados en discursos que menosprecian a las mujeres.
En la era de las redes sociales, cabe la pregunta de si los operadores judiciales, fiscales y jueces observan con detenimiento los perfiles digitales misóginos, como el caso de Pablo Laurta, donde se advierte con total claridad un discurso de odio.
Sus expresiones hablan por sí solas: “Los hombres ya no tenemos presunción de inocencia”, señaló en una entrevista en Montevideo, donde cuestionó las leyes de protección a las mujeres ante la violencia machista. En X profirió: “Pronto recibirán lo que se merecen”. “No habría futuro para una sociedad donde las mujeres tengan un estatus superior al de los hombres”. “Si nos deshacemos de la carga del feminismo, la tasa de natalidad se arreglará sola”.
Según relevó este medio, los y las fiscales penales en Córdoba tienen diferentes miradas sobre las redes sociales. Hay algunos funcionarios que analizan perfiles de denunciados, otros son totalmente indiferentes.
En los tiempos que corren, es hora de que escudriñen allí porque son una fuente de información sustanciosa de perfiles e idearios. No todos los adeptos al masculinismo son femicidas potenciales, pero los discursos de odio –que la Justicia debería investigar– aportan al caldo de cultivo para que algunos tomen coraje para matar con argumentos supuestamente racionales alimentados en esos foros.
En sus redes, Laurta militó el antifeminismo al punto de justificar la muerte. Luna lo denunció, no le creyeron que llegaría a tanto.