María Esther Ponce es una santafesina que vivió muchos años en Buenos Aires y que hace una década se instaló en Río Ceballos para disfrutar de su jubilación y de la cercanía de su hermana Graciela y su familia cordobesa. Los vecinos la conocen como “Pelusa”, la mujer que escribe poesías y que a los 75 años todavía se anima a “entreverarse” en algún picado. “Ahora parezco (Diego) Maradona, por lo gorda que estoy. Pero siempre me gustó mucho jugar a la pelota. De chica lo hacía en el campo con mis primos y poníamos a las tías en los arcos”, le cuenta a PERFIL CORDOBA.
Admite que hoy se siente “emocionada” y “halagada” por ser reconocida como protagonista de la primera experiencia mundialista de las mujeres del país, una historia que rescató del olvido Lucila Sandoval, ex arquera de All Boys, San Lorenzo, Ferro, Independiente, Boca y Excursionistas, y fundadora del colectivo “Pioneras del Fútbol Argentino Femenino”.
“En aquel momento no nos dábamos cuenta de lo que estábamos haciendo”, afirma “Pelusa” sobre la participación en el Mundial de México en 1971. “La AFA no tuvo nada que ver, al contrario. En aquel tiempo el fútbol femenino era un entretenimiento, una especie de circo. Se jugaba en los barrios y se convocaba a las chicas por los diarios o los canales de TV para partidos o giras. Así llegué a integrar “Las Estrellas del 13”. Más adelante me llegó la invitación para sumarme a la selección”, recuerda.
Una aventura
María Esther partió a tierras aztecas junto a con otras 15 jugadoras, sin DT, sin mucho dinero (“llevamos pesos argentinos, que allá sólo servían para encender cigarrillos”) y sin camisetas, con los buzos que les había regalado el gremio UTA.
“Viajamos como pudimos, con la ilusión de defender la bandera. Fuimos a la deriva. A una aventura. Después allá nos dieron todo, aunque los primeros uniformes y botines eran medio truchos”, rememora.
El debut fue ante México y con 80 mil espectadores en las tribunas. “Pasamos de jugar en los potreros al Estadio Azteca. ¡No lo podíamos creer! Se nos doblaban las rodillas”, cuenta “Pelusa”.
Luego del 1-3 ante las locales llegó el turno de enfrentar a Inglaterra. “Un exjugador argentino, Norberto Rozas, se ofreció a dirigirnos. Pero no tenía mucha idea”, señala. La goleada 4-1, con cuatro tantos de la número “10” Elba Selva, sería un hito: en conmemoración de ese triunfo, el 21 de agosto se celebra el Día de la Futbolista Argentina.
El periplo se completó con dos traspiés: 0-5 ante Dinamarca, el campeón, y 0-4 con Italia en el duelo por el tercer puesto. “Al final del torneo nos preguntaron si queríamos medallas o dinero y decidimos lo segundo. También hicimos un amistoso con las mejicanas para traer algunos pesos. No era fácil ser futbolista en esos años”, destaca.
De aquella experiencia “Pelusa” recuerda varias anécdotas: la arquera que cantaba en un bar para poder comprar estampillas y escribirle a su familia, las compañeras que vendían autógrafos, el “asadazo” en Guadalajara previo al último encuentro, el sombrero de Mariachi que le regaló un hincha y la excursión a Cuernavaca que pagó Wolf Ruvinskis, un luchador europeo que había vivido en Córdoba y Buenos Aires antes de radicarse en México para convertirse en actor y cantante y que como dueño del restaurante “El Rincón Gaucho” fue anfitrión de la selección. “Un tipazo”, apunta.
El repaso incluye el choque del colectivo con una camioneta cuando marchaban hacia un entrenamiento: “por la noche sonó el teléfono en la habitación del hotel y las chicas me pasaron la llamada, porque soy muy charlatana. Era ‘el Gordo’ José María Muñoz (reconocido relator radial de la época), que hablaba desde Argentina para saber si estábamos bien”•.
Del Rojo y Sabalera
“Varias chicas viajaron el año pasado al Mundial de Francia para un homenaje que hizo la Fifa, pero no pude estar porque me encontraron hace poco”, señala la exdefensora, que se muestra entusiasmada por el presente del fútbol femenino.
“Cada vez hay más mujeres jugando y lo bueno es que pueden empezar desde chicas. Se creció muchísimo. No tengo dudas de que las selecciones argentinas van a sumar muchos logros”, enfatiza.
En el marco de la celebración del Día de la Mujer, María Esther recibirá un homenaje hoy en la cancha de Independiente de Avellaneda, el club de sus amores. “Mi papá, Juan, me llevaba a ver al Rojo desde que yo tenía cuatro años. Él fue quien me alentó a jugar. Mi mamá Eduarda, en cambio, me decía ‘nena, dejá esa pelota’; no le gustaba mucho”, comenta.
“En Santa Fe soy sabalera, de Colón, y en Córdoba no tengo preferencias por ningún equipo, aunque el que me cae más simpático es Talleres”, concluye.