Perfil
CóRDOBA
UNA METÁFORA DE LA ARGENTINA

Que no se pudran más las uvas

27-11-2022-Uvas
. | CEDOC PERFIL

“La Argentina es el país del futuro. El problema es que va a seguir siéndolo siempre”.

Georges Clemenceau, presidente francés, a principios del siglo XX

“¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que dará este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”.

José Ortega y Gasset, Meditación del pueblo joven

Se atribuye al fabulista griego Esopo la primera versión de la “Fábula de la zorra y las uvas”. La zorra va paseando hambrienta y descubre en una viña un racimo de uvas que le apetece, intenta tomarlas pero están muy altas y en vez de aceptar su imposibilidad las desprecia diciendo: “No las quiero, están verdes”.

Este bello y metafórico relato ha sobrevivido dos mil seiscientos años y ha sido reformulado muchas veces manteniendo el sentido original: la no aceptación de la realidad y la búsqueda de una excusa falsa, echando culpas a personas y objetos, para justificar la impotencia de no lograr algo. Casi una radiografía de la mecánica populista que paraliza a la Argentina y la estanca. La condena a transitar el presente y quedarse encerrado en él, sin salida. Por eso se apela a hacer rígido, unidireccional y mentiroso el pasado, construyendo un relato de lo que no sucedió como si hubiera ocurrido, con el fin de justificar la actualidad como el resultado de los errores ajenos y no como la consecuencia de los desaciertos propios. Se alude a un futuro incierto que nunca llegará del todo porque siempre habrá alguien confabulado para impedir ese porvenir venturoso.

Es muy bella la versión de “La zorra y las uvas” del siglo XVIII de Félix María Samaniego y por demás recomendable la obra de teatro del mismo nombre del contemporáneo brasileño Guilherme Figueiredo, quien cuenta la vida de Esopo, el feo y deforme esclavo que merced a su talento de fabulista había logrado la libertad. La historia confirma que fue liberto y que con una falsa acusación se lo ejecutó. Fue reivindicado tras su muerte.

El dramaturgo toma estas circunstancias y construye una acción donde ubica a Esopo en la disyuntiva, al estar condenado por un robo que no ha cometido, de mentir sobre su condición de esclavo. De ese modo podría salvar su vida, pues el delito no es mortal para alguien sin libertad. El texto pone en boca de Esopo inolvidables sentencias cuando le proponen hacerse pasar por esclavo para evitar la sentencia a muerte:

“Si han de creer esa mentira, ¿por qué no creen en la verdad, que es más fácil?” Quien ha sido su amo, Xantos, cuya mujer Cleia se ha enamorado de Esopo, le pregunta: “¿Cuál verdad”? “La de que yo no robé la copa de oro de Apolo. La de que no soy tu esclavo”. Xantos le replica: “Pero… si ellos mismos pusieron la copa de oro en tu alforja, ¿cómo pretendes imponer la verdad?” La trama tiene su desenlace en la contestación del protagonista: “Has llegado al punto que yo quería, Xantos. Raramente los hombres saben soportar la verdad… Quiero mi libertad… Elijo el castigo de los libres”. Y Esopo marcha hacia su final reivindicando que está verde para el amor y para la vida pero maduro para la libertad.

https://www.youtube.com/watch?v=ipWk_5J07nM

La fábula muestra que se aleja de las soluciones quien niega la realidad y les echa la culpa a las personas y a los objetos de lo que no logra alcanzar. El dramaturgo brasileño agrega un giro más a la sabiduría de Esopo. Si se cede libertad, es decir la capacidad de hacer lo adecuado con un objetivo, a cambio de fines subalternos, como permanecer en el poder o servirse de él, típicos del populismo corporativo que nos conduce hace años, es probable que los resultados sean nefastos.

Como sintetiza Esopo en la obra, raramente los seres humanos soportan la verdad. Por eso vivimos rodeados de fantasías y soluciones simples (y falsas) para situaciones complejas. Como cuando se circunscribe el problema educativo a tener mayor inversión y se cree que con ella, sin hacer nada más, se mejorarán los resultados o cuando se piensa que teniendo déficit que se cubre con emisión de una moneda sin ninguna confianza no habrá inflación.

Son ilusiones que se alimentan de la idea de que en general las cosas marchan bien y que solo falta ajustar detalles. Si no, no se entiende que las políticas públicas solo se modifiquen en detalles y no en aspectos estructurales. Son falsedades que se sintetizan en aquella metáfora porcina de pedir “un chancho gordo que pese poco”.

Por eso son tantos los que se niegan a pesar el chancho y dan sofisticadas explicaciones ideológicas sobre por qué los chicos no aprenden o los precios se comen todo, sobre todo el salario de quienes trabajan. Y para eso hacen lo posible por quedarse con la libertad del resto, mediante cepos, impuestos excesivos, retenciones indiscriminadas, regulaciones, etcétera. Cuando los estudiantes no aprenden, no crece la producción y bajan las exportaciones o los precios escalan, prefieren decir que las soluciones “están verdes” y no ver cómo construir una escalera para llegar a las ansiadas uvas.

La visión negadora de la realidad cruza a la sociedad argentina en todas las direcciones. Tiene bolsones de mayor intensidad en algunos sectores pero es un mal que está instalado generalizadamente. Se actúa como si las dificultades se fueran a arreglar solas, sin tomar decisiones drásticas de cambio.

Justamente la enorme difusión de ese modo de abordar la realidad es el que les permite mantenerse en los lugares de decisión, amparados por corporaciones que defienden intereses particulares, a quienes conservan un statu quo que solo garantiza el fracaso. Este modo de gestionar lo público ha dado los resultados de pobreza, indigencia, mala calidad educativa e institucional, desconfianza en la política y la justicia que nos abruman.

La pregunta que cabría es si la decadencia se debe a las malas gestiones de los distintos funcionarios o si aunque hicieran bien las cosas, por la debilidad estructural del Estado, no tendrían éxito. Como le sucedía a la zorra a la hora de querer alcanzar las uvas.

No se puede olvidar que de cuarenta años de democracia que se cumplirán el año próximo, los últimos veinte han estado a cargo de un mismo grupo político, con una sola interrupción de cuatro años muy condicionados porque no tuvieron continuidad, como sí pasó con el resto del período. ¿Están verdes las uvas o la zorra no llega? ¿Y si se probara con construir una escalera o un banco para alcanzarlas? Es decir, abandonar los relatos y acercarse a los hechos, a las cosas como las llama Ortega, a los problemas y gestionarlos. Pero no con voluntarismo, con eslogan, con inescrupulosidad, con demagogia, como hace el populismo, sino con datos, con evidencias, con coraje y con programas sin mentiras, contando la realidad, asumiéndola y fijándose metas. Yendo contra las encuestas y lo políticamente correcto, pero enfocados en verdades comprobables con evidencias y no meramente retóricas.

Otra pregunta que se debería formular es sobre la calidad de la información con que cuenta el Estado para sus políticas, lo cual les da mayor o menor fuerza y por lo tanto efectividad a sus acciones. Un Estado que no logra determinar quiénes y en qué condiciones reciben planes sociales, como ha sucedido con los “Potenciar trabajo”, difícilmente sea efectivo para combatir la pobreza. Por eso la conserva y la incrementa.

Todavía no se sabe muy bien cuáles planes son los irregulares. Solo ha quedado claro que el dato depende del sector del gobierno que lo dé y sus deseos de ir contra otro grupo oficialista. Algo similar se percibe del Sistema Integral de Información Digital Educativa (SInIDE). Se lanzó en 2012 y todavía está en pañales. Mientras, Córdoba Mendoza y Santa Fe, que empezaron más tarde, cuentan ya con sistemas mucho más avanzados que el resto de sus provincias hermanas y que… la Nación. Algo difícil de explicar.

Frente a este panorama lo que hay que preguntarse es si este estado de cosas es producto de la ineficacia o es deliberado para no hacer lo que hay que hacer para salir de la debacle. Es decir, ¿la falta de datos confiables es ineficiencia o una construcción política funcional a quien ejerce el poder? No caben dudas que la mala información en educación es funcional a quienes controlan el sistema. Porque tener datos de calidad compromete al gobernante, le pone un foco que es difícil de soportar. Ya no hay relato sino realidades.

Lo que se debe modelar, preparar, es el futuro. Se llegará a una próxima gestión con el país hecho trizas y eso no hay que esconderlo, más bien hay que hacerle buenas tomografías computadas para saber la profundidad de las lesiones. Y tener preparados los planes para torcer el rumbo decadente partiendo de construir rápido información de calidad, algo que en tiempos de la inteligencia artificial está al alcance de la mano.

Luego, la tarea será lenta y trabajosa, más de una vez dolorosa. Ahí se necesitará una narrativa política consistente y sólida que expliqué los caminos. Pero es eso o seguir fingiendo que las uvas están verdes porque no se las alcanza.

La Argentina no tiene futuro si no logra aprender lo que Esopo enseñó hace dos mil seiscientos años. Es decir que no se puede seguir echando la culpa a los demás o a las circunstancias de lo que uno mismo no es capaz de hacer. Por esa vía se seguirá en un presente de desazón, sin futuro y con un pasado fraguado que permite el autoengaño. Si se sale con esfuerzo y valentía de ese círculo vicioso que lleva tantos años y al que el país está perversamente acostumbrado, quizás se disfrute en el futuro de la dulzura de las uvas y el frescor del vino nuevo que con ellas se puede elaborar.

(*) Esta columna se publica en Mendoza Post.