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Fabián Clementi

Quien quiera leer que lea

“Tenista Clase B”: una mirada crítica del circuito profesional en la pluma de un exjugador cordobés. Cuando la historia la escriben los que no ganan.

Fabián Clementi
Dos pasiones. Clementi se inició en el tenis a los 8 años y llegó a ser profesional. Esa experiencia está reflejada en su actual oficio de escritor. | Fabián Clementi

De John McEnroe a Charles Baudelaire. Los espejos de la vida le devuelven a Fabián Clementi dos imágenes diferentes. Y él mismo se encarga de ponerle palabras a esos reflejos: “El tenista quedó en aquel niño y en aquel jovencito, ambos hundidos en el océano del fracaso. Y el hombre de hoy, gracias a la escritura, se sumerge para intentar rescatarlos”. 

A los 47 años, Fabián sigue empuñando la raqueta como “profe” del Sport Club de Villa María, actividad que –según cuenta- le permite “sobrevivir en la vorágine” mientras procura “evolucionar como escritor y poeta” y desarrollarse en un ámbito que le permitió reencontrarse con la pasión.  

“Tenista Clase B” se titula su novena incursión en el mundo de la literatura, esa “burbuja sagrada” que hace tres décadas eligió como refugio. “Me tiró un salvavidas en un momento muy malo y no paré hasta hoy”, comenta.

“Es un libro de relatos que se pueden leer como crónicas. En lo estilístico también tiene algo de novela y en lo temático trata de reflejar lo que las cámaras no muestran: la historia de aquellos tenistas que no llegan a triunfar, que son la mayoría”, refiere.

“En un porcentaje muy alto es un escrito autobiográfico. De hecho, el personaje se llama como yo. Ahí empiezan los problemas, porque expones cosas y aparece gente”, precisa.

Quienes lo vieron adentro de una cancha hablan de Clementi como “un gran jugador” que tuvo su momento de gloria al ganar en 1991 la final del torneo argentino de juveniles frente a Franco Squillari, que compartió circuito con el brasileño Gustavo “Guga” Kuerten y el chileno Marcelo Ríos y que abandonó los courts en forma prematura.

“La mía fue una camada perdida. Por diferentes motivos ninguno llegó lejos”, afirma el sanfrancisqueño que fue contemporáneo de Gastón Etlis, Lucas Arnold y Marcelo Charpentier y que recibió el apodo de “Furia” en su apogeo. 

Cuenta que su mejor ranking fue el puesto 745 del mundo y que ganar puntos ATP le permitió ser “alguien” en el tenis y acceder a “otro tipo de contactos” que le abrieron puertas para hacer giras importantes por Europa. “Todo eso fue hasta que la cabeza me explotó y dejé de jugar”, enfatiza.

Retiro anticipado

Clementi tenía 21 años cuando decidió ponerle fin a su promisoria carrera. “De repente no podía pegar un golpe, que es lo peor que te puede pasar. Nadie lo entiende cuando lo contás, pero realmente te olvidás de jugar. Los sicólogos dicen que es un mecanismo de defensa que tiene el cuerpo frente a tanta represión acumulada”, señala.

“En un momento te das cuenta de que no podés lidiar solo con todo, se te detona la cabeza y viene la frustración. Y después llegan la ansiedad, los ataques de pánico y la depresión. En mi caso puede superarlo, pero me llevó tiempo. Mi reacción en aquel momento fue decir ‘basta’ y abandonar el circuito”, puntualiza.

 

Tenista Clase BTENISTA CLASE B. La historia de los que no llegan a triunfar en al máximo nivel mundial.

Tras el retiro Fabián se dedicó a enseñar tenis. Lo hizo en Brasil, Sunchales, Freyre, Porteña y Morteros. “Me dieron cabida en muchos lugares pero nunca en San Francisco, la ciudad donde nací y la que más representé como deportista”, apunta. Hoy se reconoce como un “sobreviviente” en un ambiente que lo tilda de “raro” por su afición a la literatura. “Actualmente doy clases de tenis para adultos, aunque también me gustaría ayudar a algunos jóvenes que están empezando”, enfatiza. 

Lleva casi dos décadas en Villa María, donde vive con su pareja Julieta y su hijo Pedro (“le tira más el fútbol pero ahora me está acompañando al tenis”) y también hizo “un poco de periodismo” escribiendo sobre su deporte favorito en un diario local.

“Hoy estamos viendo la camada más linda de la historia, con esas dos bestias que son Nadal y Federer”, apunta. De todos modos, reivindica al estadounidense McEnroe como “el genio máximo” de la especialidad. Sin olvidar a Björn Borg y Guillermo Vilas.


El tenis es un tema recurrente en sus libros, aunque señala que el paso del tiempo, los afectos y la literatura curaron heridas y que no es el resentimiento lo que impulsa sus escritos.

“Uno no quedó resentido, sino dañado. Ese daño te lo producen los padres, los entornos, los entrenadores y los sponsors, que en lugar de ayudarte te van metiendo en una olla a presión. Eso hace que tu confianza empiece a funcionar como una montaña rusa, hasta que un día se desploma y no la levantás más”, subraya.

Y añade: “En el tenis es muy difícil llegar sin dinero, talento y pasión, pero los factores externos son importantes. Los entornos deben ser sensatos y ubicados, no fanáticos. Deben apoyar con los pies sobre la tierra y tratando de priorizar la tranquilidad y la felicidad del deportista. Eso es clave”.