Interesada desde siempre en la corporeidad del espacio, Marcela Gómez expone por segunda vez en nuestra ciudad, con una diferencia de 20 años entre muestra y muestra.
Esta vez es el Museo Municipal Genaro Pérez el que da cobijo a una obra que pretende sumergir al espectador en un espacio casi virtual, donde no se sabe a ciencia cierta lo que es real y lo que no lo es: una instalación inmersiva que va de lo lúdico a lo ultrasensorial. La instalación está a cargo
de una artista rosarina (vivió también en Córdoba), radicada en París desde hace 38 años, ciudad a la que se mudó siguiendo a su madre, exiliada por la dictadura militar argentina.
—¿Cómo fue que incursionaste en el mundo del arte?
—Cuando terminé la escuela me dije: yo voy a hacer arte. Y me lo planteé así, como un camino a seguir. Entré en la Facultad y ahí conocí a un escultor venezolano que me abrió muchas puertas allá para que yo expusiera. Él fue quien me dio confianza y me presentó gente. La primera muestra que hice en una galería fue a los 24 años.
—¿Fue una muestra de dibujo?
—Sí, dibujos en gran formato. La tela (lienzo) nunca me interesó porque es demasiado blanda como material. Hice toda una serie de dibujos; estaba bastante fascinada con la astrofísica, con los agujeros negros porque son cosas invisibles, por lo que era como darle una imagen a esas cosas invisibles. Y de a poco los dibujos me fueron llevando a la escultura. Salí de las dos dimensiones y pasé a las tres dimensiones. Trabajé con hierro y de hecho sigo haciendo cosas con hierro, y también con caucho. Pero siempre con esta cuestión del espacio.
—Gravity es una consecuencia de este recorrido del dibujo hacia las tres dimensiones.
—Sí, esta instalación, que son ovillos de hilo electroluminiscente –se llama neón blando también– está hecha con un material que busqué específicamente, porque yo trabajaba con caucho y me decía: qué maravilloso sería que fuese luminoso. Pensé en el neón también y trabajé con él en un momento, pero es muy frágil y muy caro. Entonces me propusieron un recorrido nocturno en unas capillas en Francia y ahí empecé a buscar de nuevo y encontré este material. Claro que fue 15 años después. Es un material que fabrican los chinos.
—¿Esta instalación fue expuesta con anterioridad?
—Esta es la cuarta versión que hago. La primera fue en la galería de la embajada argentina en Francia; la segunda, en la Casa de América Latina, también en Francia. Pero fue creciendo: en la primera versión no se podía entrar. Era pequeña, de tres por cinco, el espectador tenía que estar alrededor. La segunda versión estaba en negro absoluto, ahí es donde empieza la cuestión inmersiva. Y la tercera fue para La Nuit Blanche 2014 (N. del E.: La Noche Blanca es una noche dedicada al arte contemporáneo, que se realiza en octubre en París; va desde las 19 hasta las 6 AM y es un evento gratuito para todo público). Eso fue grandioso porque ahí pude hacerla en una versión monumental, ya que la instalación medía 12
metros de alto.
—¿Y cómo es el tema de la música?
—Hay una banda sonora. Tiene un fondo compuesto por sonidos que captó la Nasa, de vibraciones de diferentes planetas y de la sintonía de la Tierra, por ejemplo; esa es la base. Luego hay una serie de irrupciones y ruiditos (palabras, niños que juegan, risas).
—¿Cómo fue ese proceso de selección musical?
—Me pareció importante que hubiese una sensación alegre y liviana. Gravity tiene esto de la gravedad. Cuando uno piensa en la gravedad, piensa automáticamente en el peso, pero también en el espacio. Trabajé con una amiga francesa que hace bandas sonoras y que ha participado en diferentes obras que he realizado.
—¿Es la primera vez que exponés en Córdoba?
—No, expuse en el Museo Caraffa en 1998, con una instalación que incluía varias cosas: dibujos, un círculo hecho de plumas blancas, hasta una serie de esculturas de hierro. Esa obra tenía mucho que ver con la fragilidad.
—Es tu segundo encuentro con el público cordobés, con una diferencia de 20 años…
—Sí, y estoy muy feliz de haber podido traer esta instalación. Yo vengo trabajando con esta obra luminosa desde 2012. Y se dio que se pudo hacer acá y es maravilloso.
—¿Cómo es el público de acá en relación con el público que hay en el exterior?
—Es un público muy lindo. Cuando expuse aquella vez en el Caraffa, por ejemplo, en aquel círculo grande de plumas blancas de pato que te contaba, cuando desmontamos la obra me encontré con que adentro de las plumas estaba lleno de papelitos con unos mensajes escritos, hermosos. En Francia nadie hubiese hecho una cosa así.
—¿Es más frío el público francés?
—Puede ser. En todo caso, es impensado que alguien se atreva a tocar así…
—… porque las obras no se tocan.
—No, no se tocan. Y es una lástima, con lo lindo que es. Y es tan tentador esto de las plumas.
—¿Cómo ves el arte contemporáneo hoy?
—Creo que hay un arte muy “EspectaculArt” –dice usando un acento marcadamente francés–. Por ejemplo, yo rescato el trabajo de Leandro Erlich (artista conceptual argentino), que hizo muchas cosas allá y que es muy bueno. Y me parece que ese es un arte de ese tipo, muy “EspectaculArt”, un arte que permite un acceso a la obra muy fácil, muy simple y para todos. Me parece interesante eso porque hay otra parte del arte que queda muy lejana, muy cerrada y es una lástima porque cuando el arte pierde la comunicación con la gente, no sé para qué sirve.-