El 13 de septiembre del año pasado, R. (42) tomó coraje y se dirigió al Polo de la Mujer para denunciar a sus tíos, Bernardo Bazán y su esposa, por lo que ella considera fueron abusos sexuales que padeció desde que tenía cuatro años hasta su adolescencia.
Nueve días después, el 24 de septiembre, J. y A. —hermanas entre sí y primas menores de R.— también se presentaron para denunciar hechos prácticamente idénticos y señalaron también al hijo de los tíos.
La causa, que incluye a las tres víctimas, está radicada en la Fiscalía de Delitos contra la Integridad Sexual, a cargo de Juan Ávila Echenique, quien imputó a Bazán.
Sin embargo, el caso ingresó a un análisis técnico sobre la posible prescripción del delito, ya que han pasado más de dos décadas de los hechos relatados por las tres, hoy mujeres adultas. Lo que puede interrumpir los plazos de prescripción son nuevos hechos delictivos cometidos por los denunciados.
Por eso, R., a quien Perfil CÓRDOBA entrevistó, clama para ser citada a declarar en la Fiscalía. Ella tiene mucho para contar. También su hermana, puntal emocional en la lucha por recuperarse de los traumas que deja el abuso sexual infantil, está dispuesta a dar su testimonio. Hasta ahora no fueron convocadas.
Dos días después de que presentó la denuncia, el 15 de septiembre de 2024, R. cuenta que fue sometida a una paliza por la familia de Bazán, como venganza por haber ido al Polo de la Mujer.
El 20 de agosto de este año, el mismo hombre siguió a su sobrino de 12 años tocándole la bocina cuando iba a la escuela. Cuando el chico se dio vuelta, le hizo un gesto obsceno.
Ambas situaciones fueron denunciadas. Este último episodio mereció la intervención de un Juzgado de Violencia Familiar que dictó orden de restricción de acercamiento de Bazán hacia la familia del adolescente.
La gravedad del caso toma mayor dimensión cuando se advierte que los tíos denunciados, durante algunos meses, tuvieron la custodia de R. y su hermana cuando eran niñas.
NdR: La entrevista con R. tiene declaraciones estremecedoras y muy dolorosas. Incluye detalles atroces que habitualmente se evitan publicar para no revictimizar a las víctimas.

—¿Cuándo comenzaron los abusos?
—Más o menos a los cuatro años. Lo relaciono con mi primo. Jugábamos con él como si fuese un bebé. Recuerdo una situación puntual, una pañalera, una cucheta, una cama y que él —Bazán— me tocaba, me metía los dedos. Era la casa de mis abuelos, que fallecieron, y ellos fueron a vivir ahí. Tengo dos primas que también son víctimas. Recuerdo un día en que tapó todas las ventanas. Fue la primera vez que me penetró. Nos hizo jugar a las escondidas. Yo grité y me tapó la boca. Tenía seis o siete años.
—¿Ustedes iban seguido a esa casa?
—Siempre nos mandaban ahí porque en mi casa, en ese momento, usando los términos nuevos, había violencia de género, entonces ellos nos cuidaban.
—Esto que te pasaba, ¿pudiste contárselo a alguien?
—No, nunca se lo conté a nadie.
—¿Cuándo te das cuenta de que te estaba haciendo daño?
—Cuando veía otras parejas que iban de la mano, enamorados, y yo no, tenía rechazo por los hombres.
—¿Ya de grande?
—Sí.
—¿En tu casa tampoco pudiste contarle a alguien?
—No, porque tenía miedo a la reacción de mi papá. Me doy cuenta de que era abusada a mis 12, 13 años, pero prefería que me lo hiciera a mí y no a mi hermana. Él me decía que si no era conmigo, iba a ser con ella.
—¿Con qué frecuencia sucedían?
—Cada vez que podía. Cuando él me hacía cosas decía: “Juancito quiere visitar a Juancita”. Los domingos se juntaba toda la familia a jugar al truco. Cuando se hacía de noche, él hacía saltar los tapones para que la casa quedara a oscuras, y ahí me agarraba en una pieza mientras todos estaban en el comedor esperando que volviera la luz. Nosotros nos bañábamos en esa casa y él se asomaba por la banderola del baño. De grande, una vez él y su mujer, mi tía, me dieron té de orégano porque no me venía (la menstruación). Después, en Google, me entero de que el orégano es abortivo.
—¿Qué rol cumplía tu tía?
—Ahora y después de mucha terapia me doy cuenta de que era cómplice. Porque mi tía me tenía totalmente encapsulada, me hacía odiar a mi mamá, a mi papá y a mi hermana. Me decía que confiara solo en ella, al punto que cuando entraba a bañarse, me hacía entrar con ella y yo me quedaba parada en la puerta. Creo que muchas veces vio que mi tío me tocaba. Ella tiene una obsesión con él. Me decía que a ella podía contarle todo. Creo que lo hizo a propósito para que, si en algún momento yo quisiera hablar, solamente lo hiciera con ella.
—¿Le dijiste a tu tía que él te hacía daño?
—Decidí callarme para evitar problemas. Quedé bajo su custodia cuando tenía 13 años porque mi mamá y mi papá tuvieron problemas.
—¿En qué momento se cae el velo de ponerte en contra de tu familia y tu hermana?
—Hice mucha terapia, estuve medicada, sin que mi mamá y mi papá supieran. Trabajaba en un hospital, un día saqué un frasco de Alplax y cuando iba a tomar las pastillas, me di cuenta de que estaba por hacer algo mal. Entonces decidí buscar una psicóloga. Ella me dijo: “Yo te ayudo, pero me tenés que devolver ese frasco”. Me acompañó un montón y decidí irme a vivir sola, a pesar del miedo de que él apareciera en cualquier momento. Apenas empecé a trabajar, él se presentó en el hospital. Yo tenía 18 o 19 años. Mi psicóloga me dijo que si él iba a mi departamento, la llamara. Mi primera psicóloga me salvó la vida. Me enseñó a cargar la mochila y poder salir. Tuve asma nerviosa, anorexia, intenté cortarme las venas. Mi mamá me llevó a la guardia del Hospital de Clínicas. Cuando corté todo esto y no me hizo más nada, empezó la crisis.
“Nuestro foco está en que se haga una investigación exhaustiva”
Cuándo y por qué decidió hacer la denuncia: “Estoy segura de que hay más víctimas”
El miedo de R. se percibe en sus palabras y en su cuerpo. El movimiento permanente de sus manos, sus piernas, denotan sus nervios. En el diálogo, sin embargo, muestra una férrea decisión de visibilizar el caso porque quiere que la Justicia la convoque. Tras rememorar y narrar los episodios que vivió, cuando la entrevista concluye, tiene síntomas de un nuevo ataque de pánico.
Ella cuenta que un día, hace dos años, encontró a su tío denunciado en el cementerio y que la miró “de igual a igual”. “Empecé a correr porque me dio un ataque de pánico”, recuerda.
Y explica en qué momento preciso decidió ir al Polo de la Mujer para denunciar a su tío, Bernardo Bazán. “Fue el año pasado, él le mandó esta selfie a mi hermana”, muestra una foto enviada por un amigo donde se ve a Bazán en el autorretrato.
Fue iniciativa del tío enviar la foto a la hermana de R. “Fue una provocación. A mi hermana le dio un ataque de llanto. Por la bronca, me decidí y fui a hacer la denuncia”.
“A los dos días, me agarraron mi prima y mi tía —era un domingo recuerdo— y me dieron una paliza. Me patearon en el piso, literalmente. Las denuncié y constataron las lesiones. Mi prima me amenazó diciéndome que me iba a meter un tiro en la cabeza”, afirmó.
-—¿Después de eso lo volviste a ver?
—No. Hasta el mensaje mafioso, pedófilo, a mi sobrino.
—¿Cómo cayó en tu casa que denunciaras a tus tíos?
—Reaccionaron como cualquier familia lo haría. Les pedí por favor que no hicieran nada porque quiero hacer todo por la vía legal.
—¿Y ellos te acompañan ahora?
—Tengo más confianza con mi hermana. A mis padres quiero mantenerlos al margen. Una vez mis primas contaron que el hijo de Bazán abusó de ellas. Les creí porque a mí me hacía lo mismo. No tuve duda que se repetían los patrones, era la misma conducta que el padre tuvo conmigo. Me alejé de toda la familia. Cuando mi hermana habla, salen estos dos casos que son los de mis primas. Cuando yo denuncié, ellas dijeron que también querían denunciar y recién ahí pude escuchar su testimonio y saber bien a fondo que a ellas les pasó lo mismo que a mí. Estoy segura de que hay más víctimas. Es muy perverso, siento que me quiere volver loca. Tengo mucho miedo de que me hagan algo. Vivo con la sensación de que en cualquier momento me van a hacer algo a mí, a mi hermana o a los chicos, porque los dos son monstruos.
—Cuando decís los dos, ¿a quién te referís?
—A mi tío y a mi tía. Hace un tiempo fueron personas al local (N.deR: negocio de su propiedad) y sacaron solos el tema. Contaron que (Bazán) tenía armas. Y terminan diciendo: "Vengo de tomar mate con tu tía". Fue un mensaje muy claro.
—¿Hay orden de restricción de acercamiento?
—No.
—¿Qué significa para vos que este hombre hoy no esté preso y te lo puedas cruzar en cualquier momento?
—¡Qué pregunta! Me da bronca que no me llamen a declarar, que no me hagan la pericia. Pasó un tiempo largo, pero tendrían que entender que no es fácil denunciar. Primero uno tiene que aprender a sobrevivir y reponerse de todo lo que pasó. No sé si estoy fuerte para la denuncia, pero se metió con mi hermana y eso me llevó a hacerla. No uso malas palabras, pero estoy enojada y digo que parece que hay que ir con el c*** roto para que se muevan.
—¿Las heridas que deja un abuso sexual desde la infancia se curan?
—No. Sufro de ansiedad y de ataques de pánico. Tengo mucho miedo.
En medio de tanto dolor y traumas, R. es una mujer resiliente. Además de independizarse, hoy tiene dos locales: un kiosco y otro de insumos de limpieza. Actualmente, está cursando materias de tercer y cuarto año de Abogacía en la Universidad Nacional de Córdoba y una Tecnicatura sobre Investigación de Escena del Crimen en la Universidad Siglo 21.