El rebrote de la pandemia, el comienzo de las clases: todo lo demás puede esperar. El rey emérito en Abu Davi o la crisis del Barcelona. Y no solo aquí. Alemania regresa a las cotas de marzo con más de dos mil positivos en 24 horas. Italia vuelve a los datos de mayo y Francia con casi cinco mil contagiados en un día, también retorna a registros de la temporada alta de la covid-19, al punto que el Gobierno alemán recomienda evitar los viajes a París y a la Provenza.
¿Estado de alarma de baja intensidad? La búsqueda de eufemismos, empezando por la nueva normalidad, se convierte en un ejercicio diario y mucho más en España donde no hay respuestas para la exhibición de las cifras más altas de toda Europa. Más extraño, aún, cuando a lo largo de la cuarentena se empezaban a registrar los datos más bajos de la zona. Ha sido después del final del confinamiento, con la lenta recuperación de las actividades –siempre a media máquina– cuando la infección ha vuelo a tomar fuerza. Tanto, que se esperaba el rebrote en otoño, pero este se ha hecho presente cuando la luz de agosto aún es intensa y las ventanas de todas las casas continúan abiertas de par en par.
Hoy, a primera hora de la tarde, una vez terminado primer Consejo de ministros después de las vacaciones, el presidente Pedro Sánchez comparecerá ante los medios para dar cuenta del estado de las cosas, pero, sobretodo para anunciar algún ajuste sobre el control y mando de la crisis sanitaria. Mientras duró el Estado de alarma, como es lógico, el liderazgo fue ejercido por el Gobierno central y las Comunidades Autónomas debieron seguir y cumplir las directivas que emanaban de Moncloa. No pocas fueron las fricciones, sobretodo por parte de las administraciones de Madrid y Cataluña. La primera, gobernada por una coalición de tres partidos de derecha, se enfrentó al Gobierno de manera brutal, cuestionando y poniendo en duda toda su actuación. Cataluña hizo lo propio desde el frente nacionalista. En ambos casos, en los despachos, la pandemia quedó en segundo plano mientras las cifras de contagios, colapsos en los hospitales y, lo peor, la lista de decesos, aumentaba. Pasado el período de excepción Madrid y Cataluña son comunidades con cifras alarmantes. Ahora Madrid, a la cabeza de los contagios, pide al Gobierno central que intervenga. De eso hablará el presidente.
Diario de la peste: problemas del primer mundo
Así están las cosas. El coronavirus nos pisa los talones, no hay protocolos muy claros y en unos días comienzan las clases y se carece, aún, de una logística eficiente para el difícil escenario en el que vamos a movernos.
Otra cuestión, es justamente esa: ¿cuál será el marco dentro de dos semanas o un par de meses? Estamos viendo como la segunda ola se despierta con un fuerte desfase estacional, con lo cual, ¿cómo programar el futuro? Se puede cuestionar a las administraciones y, sin duda, se comenten errores, políticos y técnicos, pero la variable de ajuste de la pandemia es diaria e imprevisible como lo demuestran las estadísticas y en todos los países, al menos de la Unión Europea para no abarcar más espacio con la muestra; se multiplican las contradicciones, el ejercicio invariable de prueba y error, al compás de los bruscos cambios constantes.
Los valores temporales y espaciales están fuera de los parámetros con los que nos veníamos relacionando con ellos.
A propósito del 11-S y la caída de las torres gemelas, Don De Lillo escribió un pequeño ensayo en aquellos días en el que decía "La tecnología, es nuestro destino, nuestra verdad. No tenemos necesidad de depender de Dios ni de los profetas ni de otros prodigios. Nosotros somos el prodigio". Ese era el encuadre hasta el momento exacto en el que un segundo avión se estrella contra la torre norte del World Trade Center. Porque una vez producido ese choque posterior, la reflexión cambia de rumbo: "Pero no importa qué grandiosos entramados tecnológicos nos aguarden, cada vez más complejos, conectivos, precisos y microfraccionados, el futuro ha caído presa por el momento de la simplicidad medieval, de las viejas y parsimoniosas furias de la degollina religiosa".
Hoy la cuestión no es religiosa pero sí posee un cariz medieval, el de las pestes frente a nuestra indefensión, lo cual la pone en un registro similar.
Abordando el mismo tema, en una novela que DeLillo escribió más tarde, El hombre del salto, un personaje también pone distancia entre el primer y segundo avión. "El primero aún parece un accidente", dice. agrega a continuación, "Cuando aparece el segundo avión" agrega a continuación, "ya somos todos un poco más viejos". Con la segunda ola, que ya anuncia su aparición, ocurre lo mismo.
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