“La pileta de lavar llena de agua y espuma. Dentro de la pileta un yacaré”. En Para salvar el latido, de Ernestina Perrens (Buenos Aires, 1965), las primeras dos frases ya marcan una distorsión, un extrañamiento perceptivo. La naturaleza se ha sublevado y se hace oír. Un feroz incendio se apodera lenta, pero inexorablemente de los Esteros del Iberá, en Corrientes, tragándose todo a su paso. “Cuerpos de animales descuartizados intentan recuperar un aullido […]/ Pero las llamas tragan los gritos./ El ruido del fuego es un silencio que se eleva alto en la noche y no deja oír nada más./ Silencio que se derrama por el desierto y espanta./ Un abismo voraz”. La prosa de Perrens se vuelve por momentos poética y el horror es narrado por medio de figuras retóricas. Dentro de ese tono lírico se puede leer, resignificado, el epígrafe de Marosa Di Giorgio que encabeza el texto: “Hace mucho que esa llamarada recorre toda la huerta”.
La novela de Perrens avanza lentamente, a través de capítulos breves que son muchas veces pequeñas escenas, destellos narrativos en donde nada está dicho explícitamente sino de manera sugerida o elíptica. Violeta es una mujer que se ha ido a vivir al monte correntino (hay aquí un nexo con Tacurú, la novela anterior de la autora) en compañía de Pedro, su pareja, un hombre más joven. La relación se deshace y esa vida rural parece separar sus destinos: “Él quiere comenzar de nuevo, volver a diseñar otros espacios, más claros y definidos, menos áridos […]. Aquí en los esteros todo preserva el sopor de la quietud. Ella lo entiende, pero no puede irse, como si una fatalidad la condenara a ese horizonte de humo”. También está Cardozo, un hombre amenazante, quien la atrae y la repele a la vez, alguien que la acecha para que Violeta abra el camino que le impide el paso a sus camiones de contrabando; y un enigmático hombre del ojo desviado que pasa trotando: “Violeta quisiera correr detrás de él […], cruzar los esteros, el fuego, hacia el sur. El hombre tiene un ojo desviado como Sartre, es lo que más le gusta de él y un gesto espectral que le deforma la cara”.
El contacto con el monte parece ser, en la novela, una exploración de la propia subjetividad de la protagonista, de los recuerdos de infancia y juventud que la asedian: “Quiso encontrar aquí una parte de lo que ella había sido o imaginaba ser. Los esteros eran esos recuerdos que nunca llegaría a comprender”. “¿Adonde regresar?”, se pregunta Violeta a través de la narradora, mientras maneja su automóvil con rumbo incierto por la ruta. Si la vida rural puede leerse en el texto como una huida del mundo de la ciudad, hay asimismo, restos de lo urbano que sobreviven condensadas en las marcas de los objetos: la raqueta de tenis Dunlop, la televisión Aurora Grundig, la bombacha de Sears, la remera Nike, las tarjetas de crédito American y Visa.
En Para salvar el latido la literatura narra la disolución de una cotidianeidad y la búsqueda de nuevos horizontes mientras el fuego hace estragos.
Para salvar el latido
Autora: Ernestina Perrens
Género: novela
Otras obras de la autora: Tacurú; Cáscara negra
Editorial: Paradiso, $ 20.000