El castillo de Neuschwanstein, situado en los Alpes bávaros de Alemania, inspirador del castillo de la Bella Durmiente de Disney, es una obra maestra arquitectónica que encarna la visión romántica y excéntrica del rey Luis II de Baviera, conocido como "el rey loco".
Este sábado, el Comité del Patrimonio Mundial de la Unesco en París decidirá si Neuschwanstein y los otros famosos castillos construidos por el rey Luis II (1845-1866), Herrenchiemsee y Linderhof, así como la casa real menos conocida de Schachen, se convertirán en Patrimonio de la Humanidad.
La construcción de Neuschwanstein comenzó en 1869, impulsada por el deseo de Luis II crear un refugio personal que reflejara su fascinación por las óperas de Richard Wagner y un ideal medieval idealizado.

El rey idolatraba a Richard Wagner, a quien salvó de la quiebra llevándolo a Múnich y dándole la oportunidad de poner en escena sus obras.
Luis II subió al trono a los 18 años, en 1864, en plena era de la industrialización. Fomentó la transformación de la región antes predominantemente agrícola. Pero también era un hombre extravagante, egocéntrico y de un espíritu artístico exquisito.
El rey se escondió de la política del mundo, evitó encontrarse con personas y aparecer en público. Por el contrario, prefirió refugiarse en un mundo fantástico que plasmó en su castillo de Neuschwanstein.
Neuschwanstein: un mundo fantástico, una obra de arte habitable

A diferencia de los castillos tradicionales diseñados para la defensa, Neuschwanstein fue concebido por el rey como una obra de arte habitable, con torres, pináculos y una estética que evoca los “cuentos de hadas”.
El diseño, a cargo del escenógrafo Christian Jank en lugar de un arquitecto convencional, priorizó la fantasía sobre la funcionalidad. "El rey exige que cada sala sea un poema, un reflejo de su mundo interior, aunque ello signifique trabajar sin descanso bajo su escrutinio", escribió Jank en sus diarios.
Luis II pretendía que su futura casa pareciera un castillo medieval. Uno de los modelos fue el Wartburg cerca de Eisenach en Turingia. De esta forma, incorporó elementos neorrománicos, con influencias góticas y bizantinas, evidentes en sus arcos ojivales, frescos vibrantes y detalles ornamentales.
La Sala del Trono, inspirada en una basílica, destaca por su cúpula estrellada y mosaicos que representan escenas celestiales, mientras que la Sala de los Cantores rinde homenaje a las sagas wagnerianas con murales de Parsifal y Lohengrin.

La construcción fue un desafío técnico monumental y revolucionó a las pequeñas aldeas bávaras de la zona.
Situado en un terreno montañoso cerca de Füssen, el castillo requirió la excavación de miles de toneladas de roca y el uso de grúas de vapor, una novedad para la época. Más de 200 artesanos trabajaron en los interiores, tallando madera, pintando frescos y elaborando vitrales.
Pero el castillo también fue una obra de arquitectura moderna en el siglo XIX, al contar con calefacción central de aire caliente, teléfono y un intercomunicador eléctrico, pequeños ascensores para el transporte de la vajilla y cisternas de agua caliente en sus baños.
La construcción de Neuschwanstein dejó al reino de Baviera al borde de la ruina

Una crónica del periódico alemán Allgemeine Zeitung, de 1873, describió el proyecto como "una empresa de proporciones colosales, donde el rey vierte su alma en cada detalle, desde los frescos hasta las torres que parecen desafiar las nubes".
Un obrero, Hans Müller, citado en un diario local de Füssen en 1871, comentó: "Trabajamos de sol a sol, moviendo rocas que parecían montañas, todo para cumplir la visión de un rey que nunca veremos".
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El pintor Wilhelm Hauschild, responsable de varios frescos, escribió en una carta de 1875: "Pintar en Neuschwanstein es como dar vida a un sueño; cada pincelada debe capturar la fantasía del rey o enfrentamos su descontento".
Los costos, estimados en más de 6 millones de marcos de oro, dejaron casi vacías las arcas del reino y la construcción, que nunca se completó del todo, se detuvo tras la muerte de Luis II, dejando varias secciones inacabadas.

La baronesa Marie von Ebner-Eschenbach, quien visitó el castillo todavía en construcción en 1880, quedó fascinada y escribió en su diario personal: "Es un palacio sacado de un cuento, pero su esplendor oculta la soledad de su creador".
Otro visitante, el escritor inglés Edward Bulwer-Lytton, describió en 1878: "Neuschwanstein no es un castillo, sino un poema de piedra; cada sala respira la pasión de un hombre que vive en otro mundo".
Luis II, sin embargo, apenas vivió en Neuschwanstein, ocupándolo por menos de 200 días antes de ser destronado tras ser declarado mentalmente incapaz, en junio de 1886.
La prima del rey, la princesa Isabel de Baviera, escribió en sus memorias: "Luis vivía en un sueño del que Neuschwanstein era la puerta; nunca comprendió el mundo real, pero su castillo es un testimonio de su genio atormentado".
La misteriosa muerte del rey Luis II envolvió a Neuschwanstein en la leyenda

Luis II fue destronado el 10 de junio de 1886, tras ser declarado mentalmente incapaz por una comisión médica liderada por el Dr. von Gudden, quien afirmó que el rey sufría de "paranoia" y era incapaz de gobernar.
La declaración de incapacidad fue controvertida, ya que von Gudden nunca examinó personalmente a Luis II antes del diagnóstico. El rey fue internado en el castillo de Berg, a orillas del lago Starnberg, bajo la supervisión de von Gudden.
El 13 de junio, Luis II y von Gudden salieron a pasear por los terrenos del castillo alrededor de las 6:30 de la tarde y no regresaron. Sus cuerpos fueron hallados horas después en aguas poco profundas del lago.
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La autopsia oficial concluyó que Luis murió por ahogamiento, mientras que von Gudden presentaba signos de estrangulamiento y golpes, sugiriendo una posible lucha. No se encontraron pruebas de heridas de bala u otras lesiones fatales en el rey.
Una carta de la princesa Isabel, publicada póstumamente, expresó dudas sobre la versión oficial: "Mi primo no se habría quitado la vida; su espíritu estaba roto, pero amaba la vida y su arte demasiado para rendirse".

La muerte de Luis II alimentó su leyenda como una figura trágica y romántica.
Como escribió el historiador bávaro Wilhelm von Giesebrecht en 1887: "El fin de Luis fue tan enigmático como su vida; un rey que vivió en un sueño y murió en un misterio".
La trágica muerte del rey, cuando tenía sólo 40 años, también agregó un aura de leyenda a su soñado castillo de Neuschwanstein, que hoy recibe millones de turistas. Su diseño, además, inspiró a Walt Disney, quien lo tomó como modelo para el castillo de la Bella Durmiente en Disneyland.
Las autoridades bávaras promueven su candidatura a la lista de la UNESCO, destacando su valor como "una expresión única de la visión artística de un monarca y su impacto global", según un comunicado.
La postulación resalta no solo su diseño innovador, sino también su construcción como un hito técnico y artístico del siglo XIX. No obstante, el proceso enfrenta desafíos, ya que la UNESCO exige un "valor universal excepcional", lo que genera debate sobre si el castillo cumple con los criterios.
De lograr la distinción, Neuschwanstein se uniría a otros tesoros culturales mundiales, perpetuando la memoria de un rey cuya vida osciló entre la genialidad y la tragedia.
Mientras tanto, el castillo sigue siendo un faro de la imaginación, evocando las palabras de un cortesano anónimo de la época: "Neuschwanstein no es solo piedra; es el alma de Luis, eternamente atrapada en un cuento de hadas".
ds