A la pregunta ¿qué es el arte contemporáneo?, Terry Smith da una respuesta obvia que, según el historiador de arte, viene siendo la misma desde 1980: “El arte contemporáneo es la red institucionalizada a través de la cual el arte de hoy se presenta ante sí y ante los distintos públicos del mundo”. Mucho más interesante, por cierto, se pone su hipótesis y su armazón teórica en el libro que lleva como título esa pregunta, cuando ella es enunciada de otro modo. No tanto por la esencia, sobre qué es, sino en qué momento podemos incluir al arte contemporáneo en la historia. Someterlo a ese análisis es tan indispensable como fascinante. Smith advierte el error de darle a lo “contemporáneo” la categoría de fuera del tiempo que se piensa desde lo poshistórico. Con las dificultades que el análisis histórico acarrea sobre el pensamiento del presente, no quiere renunciar a todas las herramientas que la historia del arte y la crítica pueden ofrecer para esto. Se aferra, no sin riesgos, a ese afán, a ese impulso de la modernidad de periodizar.
En ese sentido, la mirada sobre los años 60 se vuelve altamente benéfica para pensar la diversidad de contextos de producción artística. Si bien esos años son ubicados en el período que el modernismo alcanzó su máximo esplendor, justamente por eso perfila su agenda contemporánea. Allí la vanguardia se vuelve futuro.
La paradoja en el centro, la exhibición que se inauguró por estos días en el Museo de Arte Moderno, explora los límites de esa pregunta inicial. Al seleccionar las 130 obras del patrimonio del Museo, constituidas a partir del conjunto de adquisiciones y donaciones gestionadas por sus dos primeros directores, Rafael Squirru (1956-1963) y Hugo Parpagnoli (1963-1970), no sólo se intenta buscar una respuesta a cuándo comienza el arte contemporáneo argentino sino de qué modo. Porque Javier Vila, el curador de esta muestra, reconoce el valor de ruptura del corpus conformado por obras de Carmelo Arden Quin, Antonio Berni, Nelson Blanco, Oscar Bony, Jorge de la Vega, Juan Del Prete, Mirtha Dermisache, Noemí Di Benedetto, Lucio Fontana, Raquel Forner, Luis Gowland, Alberto Greco, Alberto Heredia, Alfredo Hlito, Enio Iommi, Kenneth Kemble, Raúl Lozza, Tomás Maldonado, Marta Minujín, Tomás Monteleone, Luis Felipe Noé, Carlos Pacheco, Margarita Paksa, Aldo Paparella, César Paternosto, Federico Manuel Peralta Ramos, Emilio Pettoruti, Liliana Porter, Mario Pucciarelli, Emilio Renart, Jorge Roiger, Rubén Santantonín, Mario Stafforini, Antonio Trotta y Luis Alberto Wells. Pero, también, necesita volver a pensarlo. Ahí es donde ubica a Lucio Fontana como una suerte de avanzada, un poco anterior en el tiempo. Fontana produce un tajo, una herida, y no sólo en el sentido más literal con sus famosos cuadros. A continuación, la grieta se expande y el arte se diversifica, también siguiendo un proceso que no atañe sólo al contexto local. Los 60 son ruidosos, violentos, destructivos. En todo caso, la paradoja, ese límite del pensamiento de dos ideas contrarias, hace estallar las artes visuales pero también se enfrenta con la música y la literatura.
El hallazgo de esta exposición es, justamente, no resolver la contradicción aparente de su título. Desde la periferia se logra algo que es muy extraño: un conjunto de obras que sostienen la posibilidad del arte contemporáneo desde su misma esencialidad. Esa que lo constituye en la diversidad y en la reticencia a un poder estético que las resuma. Son contemporáneas en su versión inaugural de esa posibilidad. Son en potencia, y esa es la forma más apropiada de una indagación sobre la contemporaneidad.
La paradoja en el centro
En el Museo de Arte Moderno, Sala Dr. Ignacio Pirovano.
De martes a viernes de 11 a 19. Sábados, domingos y feriados de 11 a 20. Lunes cerrado (excepto feriados)
Avenida San Juan 350