Llegó a la reunión con una tablet. Nada fuera de lo normal. Se sentó y esperó a que Matías Lammens le dijera todo lo que quería comentarle para dejar en claro que la tablet que llevaba consigo no era un artefacto decorativo. Lo prendió y le mostró la jugada que define su estilo de juego. “El estilo Guede”. En la pantalla, Pablo Guede le relataba al presidente de San Lorenzo el gol que Germán Lanaro, volante que llevó de Nueva Chicago a Palestino, le convertía a la Universidad de Chile en el campeonato chileno. El 5 del equipo “árabe” empezó la maniobra en su propio campo y, tras varios toques de sus compañeros, terminó disfrazándose de
goleador.
Al parecer, se trata del hombre ideal para ser el reemplazante de Edgardo Bauza. Un opuesto que quiere, con su ofensivo estilo, volver a subir a los de Boedo a lo más alto del continente. ¿Pero de dónde salió este fundamentalista de la presión?
Alumno del mejor. Sin dudas, uno de los hechos que marcaron su manera de ver el fútbol fue el haber tenido a Pep Guardiola como profesor cuando empezó a estudiar para dejar de ponerse los cortos y pasar del otro lado de la línea. Esa admiración por el hoy entrenador del Bayern Munich se vio alimentada por la amistad que supo construir con el fallecido Tito Vilanova, compañero suyo en el Elche español. Cuando Vilanova y Guardiola iban a Málaga, el argentino siempre aprovechaba para hablar de fútbol. Su frase de cabecera lo marca de cuerpo entero: “A nosotros, cuando bajamos la intensidad, nos meten goles. No nos podemos descuidar dos minutos. Cuando bajamos la intensidad, nos hacen daño”.
Su llegada a Palestino fue un guiño del destino. Uno al que el Chicago que supo ascender a la B Nacional lo ayudó cuando derrotaron a Platense 3-1. ¿Por qué? Porque en ese partido estaban los dirigentes del club chileno, que habían ido a Vicente López a ver al entrenador calamar, pero que se enamoraron de ese Torito megaofensivo. Y lo espiaron durante una semana para sacarse todas las dudas. No les quedó ninguna y el argentino cruzó la cordillera.
Los que vivieron la estadía del entrenador en Palestino destacan su dedicación por lograr la excelencia: es un enfermo de los detalles. “En un año que lo tuve, no repitió ni un solo ejercicio”, aseguró el defensor Fernando Meza en un programa radial esta semana. Tan detallista es que, luego de una derrota en Arica, le recriminó al utilero por la presión que tenían las pelotas o por haber puesto un cono a diez centímetros de donde correspondía, en un entrenamiento.
Así es Pablo Guede. El que esta mañana se juntará a tomar un café con Edgardo Bauza para que le cuente detalles de un plantel que necesitaba aire puro. El que pidió a la dirigencia que haga un esfuerzo para contratar al preparador físico español Marcos Alvarez, quien supo ser parte vital del cuerpo técnico de Juande Ramos en el Sevilla ganador de dos copas UEFA. Ese que exigió a los dirigentes que no vendan a Héctor Villalba porque “lo va a potenciar”. Un hombre que en la reunión de presentación con Lammens se definió así: “Matías, soy ofensivo, pero no suicida”.