La rivalidad los altera. Los pone “verdes”, como se queja una mujer cuando ve que la defensa de Gimnasia deja solo al verdugo. “Hoy es Argentina contra Inglaterra”, dice Darío, que el 31 de octubre le llevó una torta de cuatro pisos a Diego Maradona por su cumpleaños. El pibe está más inquieto que esa máscara de Lobo que prolonga el túnel por el que salen los jugadores.
El sábado platense amaneció con afiches con el rostro de D10s y una frase que los hinchas triperos quieren imponer desde que la escucharon del DT: “Somos el pueblo”.
Unos 27 grados de térmica que subieron cuando se destaparon las latas de humo, que le hicieron salir mocos azules a los del sector de la Chimenea.
Carlos, nacido en 1950 y testigo del Lobo del 62, llegó con el gorro visera de Venezuela. “Esa es la cábala”, le sonríen. Desde que Gimnasia es local con Diego, jamás hubo tanta gente. El alcohol hace un efecto extraño: un muchacho se pelea con otro después de predicarle que “la realidad es una construcción de uno con el otro...”, pero no lo quiso oír y le dio un cortito.
Así va el mundo, incluso con un motoquero que se arriesga a pasar con la camiseta albirroja. Vaya a saber dónde encontró refugio. Y otro pibe que lleva los colores de Boca cuando un policía lo salvó de la ira de muchos, por más maradoniana que sea.
Maxi hamaca su cuerpo arriba del paraavalancha en la cabecera de la Facultad de Medicina, pero ya se resigna a no encontrar la fórmula antipincha. Ayer ni siquiera funcionó el modelo de camiseta que diseñó Le Coq Sportif, similar al de Argentina contra Inglaterra en 1986. “Quizás un empate, una mano de Dios”, se esperanzaban en el minuto 78. “Imposible, con estos tipos no podemos más, ni agarrándolos con un equipo malo”, se resignó Juan.
El partido termina, y el Gallego Méndez, ayudante de Maradona, se quiere pelear con un fotógrafo que lo insultó. A la salida, un centenar de arriesgados pinchas saltaban en medio de la calle cada vez que el semáforo se ponía en rojo. No hubo escándalo de casualidad.
Diego, que en la previa se abrazaba con Hebe de Bonafini, se fue sin poder levantar los brazos como héroe. La descongestión fue rápida. La multitud ni paró a saborear un chori. La locura fue pincha. La fiesta de su nuevo estadio de 1 y 57, el próximo fin de semana, será completa.