DEPORTES
eliminatorias brasil 2014

La Selección extrañó demasiado a papá Messi y quedó en cero

Al equipo, que tuvo un buen arranque, le costó jugar sin el capitán y empató con Colombia. Leo, sin ritmo, entró en el complemento y poco pudo hacer.

Kun apagado. Agüero no tuvo un gran partido. Se quedó tempranamente sin su socio Higuain y debió luchar arriba contra los centrales. Aquí, marcado por Carlos Sánchez.
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Un golpe por golpe prometedor que mantuvo al público de pie al principio; dos expulsiones que sacaron de la cancha al 9 local y a su marcador y revolvieron el desarrollo del juego; el alto voltaje que enmarcó la entrada del mejor del mundo; un final silencioso, casi desinteresado, impropio de dos selecciones que hasta aquí han sido lo mejor de las Eliminatorias. Cuatro fotografías que explican los avatares de una noche en la que el Monumental terminó siendo el escenario de un empate que nadie recordará demasiado. Apenas quedarán los ecos de las protestas de un lado y del otro por un árbitro que fue malo por donde se lo mire, y la bronca argentina por ese gol no concedido en el segundo tiempo. Poquito y nada, al final de cuentas.

En todo caso, una certeza que ya se conocía y anoche se patentó: sin Messi, nada es igual. Aunque suene a obviedad, no está de más tenerlo claro a esta altura. Sin el as de espadas, ausente durante la mayor parte del partido, la Selección de Sabella es un equipo más, uno de tantos. Que puede ser ordenado, tener la mayoría de los puestos resueltos y otros atacantes de primer nivel. Incluso un plan de contingencia. Pero eso no le quitará la etiqueta: sin Leo, las revoluciones bajan y lo extraordinario se vuelve ordinario.

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Fue Di María el encargado de gestionar los ataques argentinos en el primer tiempo. Preferentemente por derecha, aunque también rotó hacia el otro costado de la cancha, fue quien se acercó más a Biglia-Mascherano para tomar la pelota en esa zona, girar y armar. Con su causa colaboraban bastante los movimientos perezosos de Colombia cuando retrocedía, que le dejaba al rosarino margen suficiente para mirar la cancha de frente y libre de obstáculos. Una pelota en cortada del propio Di María a Higuain que el delantero demoró en resolver ante Ospina, a los ocho minutos, fue el momento cumbre de ese arranque. Cuando Argentina menos extrañaba la electricidad del capitán, que miraba sin salirse de su sillón del banco.

Los colombianos no defraudaron. Entraron al Monumental sin ataduras, a vivir el partido como viven la vida. Alegremente. Cómo entender, sino, las subidas simultáneas de Zúñiga por derecha y Armero por izquierda, una acción que desesperaba a Pekerman porque se olvidaban de los espacios libres que dejaban detrás de sus arranques. O, tal vez, José se enojaba porque a los dos laterales no les importaba demasiado el asunto. Vaya a saber.

La acción que marcó el punto de inflexión del partido fue la expulsión a dúo de Cristian Zapata y Pipita Higuain, por darse patadas sin la pelota por medio. Hasta ahí, la Selección había sido más incisiva que su rival y acumulado las oportunidades de gol necesarias como para merecer más que el empate. Del otro lado, Falcao parecía ausente, como si no reconociera esa cancha en la que se hizo hombre. Y futbolista. Hasta cabeceó como un defensor un gran centro de Zúñiga.

Pero las rojas por par beneficiaron a los visitantes, que encontraron la manera de desarticular los ataques de Argentina juntándose más y haciendo al equipo más corto. Del otro lado, Biglia corría sin encontrar los espacios ni la pelota, y a Mascherano se le hacía muy ancha la cancha. Montillo, el supuesto reemplazante de Messi, era un correcaminos detrás de Zúñiga que participó poco y nada en ataque. Mala señal.

Ni hablar después de la entrada de Messi, cuando Falcao pasó a ser un cono amarillo visto con largavistas para todos sus compañeros. Leo zigzagueó un par de veces entre decenas de piernas, pero se notó que su mejor estado de forma no es el de estos días. Con eso, nomás, le alcanzó para que los visitantes recularan más todavía. Es que, en el fondo, Colombia sabía que un punto era como venir a Buenos Aires a comprar dólares y que te los vendan al precio oficial. Por eso se fue contando billetes. Argentina, igual, no se preocupó demasiado: sabe que se va acercando la hora de averiguar la cotización del real.

 

En el banco de suplentes había un trono

Para las universidades que estudian fenómenos sociales: ¿cuánto puede soportar un ser humano que viajó de Ameghino, de Cochinoca, de Koluel Kayke y de Elortondo a Núñez para ver jugar a Messi  y no pudo hacerlo? ¿Qué tiempo demora esa abstinencia? Poco: 27 minutos y 28 segundos. Eso es lo que tardó el público en corear su nombre, una vez que pitó el pito. Fue el momento en que Higuain pareció tener 12 años.

Había sido extraña la salida del diez a la cancha. Tal vez no sabía ni el camino al banco. Tal vez no conocía las comodidades que ofrece la mejor platea del Monumental. Tal vez, el último partido de la Selección que había visto tan cómodo había sido antes del 17 de agosto de 2005, cuando debutó ante Hungría. Ahí estaba él, con las mangas de la camperita en posición de guantes.

Su primera reacción fue cuando Ospina le tapó un remate a Higuain, y Rojo en el área (Rojo en el área) mandó el cabezazo por arribita: se tomó la cabeza. Y así vivió el partido, con gestos.

En efecto, ayer Messi podría haber jugado de entrada, porque el Barcelona envió un comunicado en el que informaba que había sido dado de alta. Sin embargo, la comodidad de la tabla permitía cuidar armas. Finalmente entró a los 12 del complemento. La primera que tocó fue a los 12 y 45 segundos: pase-gol a Zabaleta que terminó en uuuhhh. Después, dejó pasar una pelota para que Agüero la empujara a la red, pero el árbitro que no le gustaba a Pekerman cobró off side.

Más allá de todo, lo bueno es que volvió a jugar Messi. Y a Ecuador, ese dato, no lo hace reír.