Hay partidos que transmiten nerviosismo. Que transmiten tensión. Esos en los que la gente, por más feliz y conforme que esté, genera un murmullo permanente, un “dale” repetido, un rezo antojadizo. Esos en que los plateistas se sientan y se paran casi como si estuvieran jugando. Por lo general son finales. O clásicos. Pero también partidos como el de anoche en el Monumental.
Porque River y Defensa jugaron un duelo hiperquinético, dramático, que no era una final pero se le parecía: por la dinámica que hubo adentro; por el clima que hubo afuera, en un contorno colmado y nervioso; y porque mucho más afuera, en La Boca y en todo el país, los futboleros y futboleras estaban pendiente de lo que ocurría.
Defensa y Justicia jugó un primer tiempo perfecto. No es fácil neutralizar al River de Marcelo Gallardo, pero el equipo de Hernán Crespo hizo todo bien: se defendió con la pelota, activó la participación de Pizzini y de Botta, que desequilibraron en ataque y contuvieron la salida de los laterales millonarios, y superpobló el mediocampo. Defensa fue insoportable. Y logró que esa condición se tradujera en el resultado por un centro de Pizzini que Lucero convirtió casi de casualidad: porque no quiso hacer lo que concretó, y eso desconcertó a Armani.
Era obvio que todo lo que sucedió en el primer tiempo no iba a repetirse. Porque si algo tiene este River es capacidad de reacción, o un técnico que encuentra las fallas y trata de resolverlas. Por eso, y porque la necesidad de empatar lo empujaba para adelante, River cambió el paradigma del encuentro: empezó a dominar la pelota y llegó con más o menos claridad (un centro o un mano a mano, como el que tuvo Nacho Fernández y le tapó Unsain). Pero la igualdad la concretó de otro modo: con un penal que Frías le cometió a De la Cruz, y que Juanfer Quintero transformó en gol.
Después de eso, River siguió y lo apabulló. El primer tiempo era un recuerdo lejano. Y la clave de ese cambio pudo explicarse con un apellido: el de Juanfer Quintero. El colombiano entró en el segundo tiempo y generó todo lo que el equipo no había podido generar en la primera parte. Hizo el gol, pero lo mejor fue lo que vino después: los pases (como el que le dio a Pratto para dejarlo solo contra Unsain) o el tiro libre que generó en las puertas del área de Defensa. Si en el nombre de Quintero puede explicarse el cambio en River, en el de Unsain se explica por qué el visitante se quedó con algo en la noche de Núñez. Porque Defensa se llevó un empate. ¿River? Dentro de una semana sabrá si este punto hay que festejarlo o lamentarlo.
Definicion: el sabado 7 a las 21
NA
La última fecha de la Superliga, más precisamente los partidos que protagonizarán River y Boca, se disputarán el mismo día y a idéntico horario. Según confirmó ayer la Superliga, los dos encuentros se jugarán el sábado 7 a las 21.
De esta manera, los duelos entre Boca y Gimnasia y Esgrima La Plata y Atlético Tucumán ante River, se desarrollarán al mismo tiempo, dado que de ahí podría salir el campeón del torneo.
River y Boca son los únicos candidatos a quedarse con el título, y entre semana debutarán en la Copa Libertadores: el millonario viajará a Ecuador para enfrentar a Liga de Quito, mientras que el xeneize jugará en Venezuela ante Caracas. Estos compromisos coperos apretaron las agendas de los dos equipos, por eso la Superliga determinó que la última fecha se dispute el próximo sábado. En caso de que no se defina, habrá un partido de desempate mano a mano con fecha a definir.