Se debía River una alegría para cerrar un año que se le había puesto torcido a partir de la eliminación de la Libertadores. Una copa más para el ciclo Gallardo. Otra vez, con la marca de un estilo que respeta la tradición riverplatense. Con valor agregado de habérsela ganado a un rival de jerarquía que le jugó de igual a igual.
Lejos estuvo de parecerse a una final, donde habitualmente los rivales se estudian y se miden hasta buscar los huecos para lastimar. Fue puro vértigo, con llegadas de ambos lados. Más verticales las de River, por las bandas las de los tucumanos. Y de esa manera llegaron los goles: dos en dos minutos. Primero Scocco, a los 9, tras un pase preciso de Enzo Pérez, que el ex Newell´s mandó dentro del arco aprovechando una salida en falso de Sánchez. Lejos de perder el eje, Atlético reaccionó rápido y tras un cierre a destiempo de Pinola, el Pulga Rodríguez puso el 1 a 1.
El gol marcó el problema que aqueja a River desde hace meses: es uno del medio hacia adelante (incisivo pero sin pólvora en las llegadas) y otro endeble y dubitativo cuando defiende, sobre todos cuando los rivales le ganan la espalda a Ponzio. Así, las desinteligencias estuvieron a la orden del día, pero no se concretaron en gol porque el ataque del Decano se cargó casi con exclusividad en el veterano Rodríguez. Toda la determinación que River no había tenido para definir la serie de Libertadores contra Lanús, la tuvo en el arranque del complemento. Copó el campo rival, ahogó en la salida y en la primera llegada, Saracchi llegó al fondo tras un pase largo de Maidana y mandó un centro Nacho Fernández, luego de bajarla con sutileza convirtió en el segundo gol de River. Desde allí, River fue lo sólido que sus hinchas reclaman: presión en el medio, juego a dos toques y voraz en ataque. Cerca de los 11, Scocco perdió una chance increíble cuando elevó su disparo mano a mano con Sánchez. El gol bien podría haber liquidado el trámite; como pudo sero también un cabezazo de Maidana que dio en el palo. Y como terminó festejando un nuevo título, el séptimo en la era Gallardo. Una marca más de un estilo.