La inflación, protagonista de la economía del primer trimestre 2023, se siente, minuto a minuto, en los ciudadanos de a pie. Basta con ir a hacer las compras para corroborar que con los mismos billetes se compran menos unidades.
Lo que está pasando ahora con los precios de los alimentos impactará en todos los indicadores sociales, aunque eso se visibilizará recién entre julio y agosto, de acuerdo con los cronogramas de difusión del Indec y de las consultoras que se especializan en investigar la pobreza, como el Observatorio de la Deuda Social de la UCA.
Es una verdad rotunda que no logra mostrar señales de desaceleración, a pesar de los anuncios que el gabinete económico insiste en transmitir. En el termómetro callejero, la temperatura es tan alta como la ola de calor, y la sensación, el menos en parte, es que la política mira hacia otro lado.
No se trata solamente de si febrero arrojará o no otro 6% de inflación, ni siquiera de qué pasará en marzo, un mes estacionalmente caliente en materia de precios por el inicio de clases, las subas de combustibles, entre otras cuestiones.
A esta altura del incipiente año se descree de la meta del 60% de inflación anual. De hecho, en el último REM (encuesta que elabora el Banco Central entre las principales consultoras del mercado) las expectativas inflacionarias anuales se elevaron al 102%. Las más optimistas calcularon un 99,9% hasta diciembre y un 6,1% para el corto mes pasado.
El punto aquí es que lo que más sube son los alimentos; ese rubro le marca el ritmo a un primer trimestre que, a su vez, le pone pimienta a la meta del primer semestre, que debería estar en torno al 30% para que la inflación no se convierta en el plato fuerte y único de la campaña electoral.
Las consultoras advierten que durante la última semana de febrero las subas de precios de los alimentos y bebidas volvieron a tomar impulso respecto de la anterior y treparon un 1,6% marcándole la cancha al comienzo de marzo. Frutas y verduras, carnes y pan están en la mira de las subas que vendrán, con menor o mayor impulso. Todos alimentos troncales en la canasta básica.
Seguramente, la alta inflación complicaría más los planes electorales del oficialismo. Del mismo modo, le daría más argumentos de fuste a la oposición para fortalecer sus alternativas en las urnas. Todo eso desde la perspectiva del marketing político.
Más allá de eso, interpelará a toda la dirigencia política, que no logra ver que esos indicadores sociales que se conocerán entre julio y agosto, en plena campaña de las PASO, están, en realidad, gestándose ahora. Justo ahora, cuando ya se sabe que la pobreza del tercer trimestre 2022 (último dato disponible hasta el momento) trepó al 39,9%.