Esta vez, la embajada de Estados Unidos adelantó unos días su tradicional festejo del 4 de julio. Con más de dos mil invitaciones cursadas, fue éste quizá la celebración más masiva de los últimos años.
Y quizá por ser un año electoral, esta vez, los políticos en campaña y funcionarios de primera línea, no participaron de un festejo en el que los mencionados –en líneas generales– decían presente. De esta manera, la ilusión de los medios invitados de ver bajo un mismo techo a Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta quedó reducida a un deseo incumplido o a conformarse con la presencia de Guillermo Yanco –pareja de la ex ministra de Macri–, quien se mantiene al margen de la disputa entre los protagonistas de la interna de Juntos…¿Juntos? O por caso, tener a Gerardo Morales a mano para consultarle cuándo presentará las pruebas de las acusaciones -por ahora, sin fundamento– que su imaginación creó para organizar allanamientos solo posibles porque el gobernador de Jujuy armó una policía y un poder judicial a dedo.
El vacío que dejaron los políticos lo cubrió “la justicia”, sin duda, el organismo que, salvo excepciones, tiene la peor imagen en los últimos tiempos. En el dining room del Palacio Bosch –convertido para esta celebración– en el salón con la mejor barra de tragos, se ubicó Sebastián Casanello, el juez que tuvo que sortear las operaciones maquinadas por ciertas corporaciones mediáticas y por “periodista-operadores”. En el ballroom de la residencia del embajador, se agruparon los representantes del llamado lawfare judicial: Mariano Borinsky, Mariano Llorens, Julián “coima humanitaria” Ercolini, Diego Barroetaveña. También se ubicaron allí María Eugenia Capuchetti, Sandra Arroyo Salgado, Julio Conte Grand y Alejandro Gullé, procurador general de Mendoza.
Así como Diego Barroetaveña esquivaba cualquier cámara que registrara su presencia, a quien se lo vio entusiasmado con una charla informal fue a Mariano Borinsky con el represente en Argentina de las raquetas Wilson. Quizá porque obtuvo de dicho empresario alguna información tenística que pueda entusiasmar a su compañero ocasional en ese deporte, Mauricio Macri.
Fuera de los mencionados, también hubo una asistencia importante de embajadores y algunos empresarios que horas antes habían estado en la sobria concurrencia que concitó Javier Milei en el almuerzo del Consejo Interamericano del Comercio y la Producción, en un hotel de Recoleta. Y también Fabiola Yañez, quien llegó antes de las 18.30, estuvo con el embajador Marc Stanley y su mujer Wendy Hillebrand, y se retiró media hora después.
La fiesta en la embajada de Estados Unidos
Sorprendió que el embajador diera un discurso en castellano. Uno que en principio era más extenso pero dada la complejidad del idioma decidió acortar. Igualmente fue un detalle que en un punto, sumó. El cierre del mismo incluye una sutil chicana en el que el diez de la Selección Argentina fue protagonista. “Ahora Linón (Lionel) Messi es del Miami”, dijo Marc Stanley. Las interpretaciones de esa frase quedaron por cuenta de los presentes. Por lo visto, la inclusión del jugador en el equipo del hijo del ex socio de José Luis Manzano y jefe de Adelina Dalessio de Viola, es un hecho que entusiasma a Marc Stanley dado que en la barra, ofrecían un trago creado especialmente y que bautizaron “Messi In Miami” que de todos modos, se ubicó último en la preferencia de los cuatro ofrecidos: The NYC –casi un tributo a Sex&The City–, El Gaucho, y el más pedido, La Chicana.
Como suele suceder en esta celebración del 4 de julio, la fiesta se divide en dos: la protocolar que incluye el besamanos interminable, un discurso, las fotos de rigor; y el post-party, que es la fiesta para el personal de la embajada y algunos invitados. Esta vez, esa segunda parte se centró en la pista de baile. Mapping multicolor en el techo de la carpa montada en el jardín y música onda rave que alcanzó su apogeo cuando el dj puso la #Session52 de Bizarrap con Quevedo, el dueto más escuchado en Spotify del productor argentino.
EI / ED