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Casos en aumento

Ansiedad en adolescentes, ¿qué hacer?

Qué les está sucediendo a los adolescentes, por qué hay tantos casos de ansiedad y qué pueden hacer los padres. Un trastorno que afecta a uno de cada tres de jóvenes en esa edad, datos a los que aún se les debe sumar el factor pandemia, que con toda seguridad agravará el fenómeno.

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Ansiedad en adolescentes. | cedoc

A veces, los adultos miramos hacia atrás y recordamos la adolescencia como un período sin tantas preocupaciones. Los adolescentes de hoy, en cambio, entre el acceso ilimitado a la tecnología y las redes sociales, viven rodeados de estímulos que, sumados al veloz ritmo de vida que llevan, aumentan sus niveles de ansiedad.

Esta realidad se ve reflejada, además, en diversos estudios y la propia experiencia de los profesionales de salud mental, que dan cuenta de un incremento de la ansiedad entre los jóvenes. De acuerdo con datos de 2019 del Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos, cerca de uno de cada tres adolescentes de entre 13 y 18 años puede tener un trastorno de ansiedad. Y a estos números falta sumarles el factor pandemia.

Cambios esenciales. ¿Qué está sucediendo en la mente adolescente? ¿Cómo se explica este aumento de casos? Las licenciadas en Psicología y docentes de la carrera de Psicología de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral, Paz Magnanini y Magdalena Tiesi, señalaron que en esta etapa de la vida se producen muchos cambios esenciales: la crisis de identidad, el proceso de autonomía (la necesidad de independencia-dependencia) de los padres, la elección vocacional y las transformaciones a nivel físico por las que atraviesa el cuerpo.

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A estos cambios normales y esperables se agrega la abundancia de estímulos que reciben los adolescentes, la mirada exacerbada del otro sobre todo lo que hacen a partir de la constante exposición que facilitan las redes sociales, y la pandemia, que fue “la cereza del postre”.

“El encierro por la pandemia de coronavirus y el hecho de no haber podido ir a la escuela, hacer deporte e interactuar con sus pares exacerbaron los síntomas de ansiedad”, explicó la licenciada Magnanini.

Tanto ella como Tiesi reciben a diario a adolescentes con una ansiedad creciente. El ritmo en que vivimos y el acceso a la información y a la tecnología desde edades cada vez más tempranas hacen que los adolescentes “funcionen mentalmente más acelerados que nosotros”, indicó Magnanini. “No tienen tolerancia a la espera, todo es ya, y todo lo hacen como automáticamente, con un acelere mayor”, describió.

“A un grupo de alumnos les pusimos una película nueva y les pareció lenta. Si observamos, los dibujos animados nuevos tienen ‘cortes’ todo el tiempo entre las escenas. Este es el estímulo constante del que hablamos”, explicó Tiesi. 

La ansiedad es parte de la vida. Es nuestro sistema de alerta que se activa en función de un peligro o amenaza. Pero, tal como agregó Tiesi, “si esta situación se cronifica, y el estado de tensión es constante, puede afectar la calidad de vida, comprometer las relaciones sociales, el rendimiento académico, el estado de ánimo, la alimentación, el sueño y la salud física”.

El rol de las redes sociales. No son las únicas culpables del aumento de ansiedad entre los adolescentes, pero sí juegan un papel importante. Después de todo, más que una “segunda vida” virtual, en muchos casos las redes sociales se convierten en el medio de socialización por excelencia. Y puede ser, a la vez, el medio en el que sienten el peso de la exposición.

Este fenómeno se enfatizó durante la pandemia. “Están expuestos todo el tiempo a la mirada del otro y el qué dirán, que siempre existió, pero se exacerbó. Existe una mayor conciencia de la mirada ajena: si estás o no estás en las redes, lo que publicás y lo que no”, advirtió Tiesi.

Para la licenciada Magnanini, los jóvenes están más conectados pero, a la vez, la soledad, el ostracismo y el retraimiento con el teléfono es mayor: “Superconectados desde las redes y más soledad, al mismo tiempo. Quizá no haya padres tan presentes porque trabajan los dos. Acceder a un adolescente y la vinculación con los papás siempre fue un desafío. Pero ahora, además, están menos tiempo juntos”.

Aparte, los adolescentes, que están en plena construcción de su identidad, corren el riesgo de hacer propio lo ajeno. No solo consumen la “vida perfecta” que se muestra en las redes, sino lo negativo y depresivo, y quizá se apropian de estas situaciones.

Ante el enorme desafío que plantean las redes sociales, las psicólogas aconsejan a los padres y madres estar presentes y fomentar los vínculos reales: “Nada reemplaza la presencia del adulto. Poder pensar juntos, estar ahí, mirando y acompañando a nuestros hijos. Sentarse y hablar un rato. Ver qué consumen en el teléfono, con quién hablan, a qué juegan y qué aplicaciones tienen”, resaltó Magnanini.

Promover tiempos de ocio sin tecnología es otro consejo de las expertas, para favorecer los espacios de conexión con ellos mismos. “Cuanto mejor desarrollen su identidad personal, menos caerán en una identidad compartida, y en la mirada ajena de reconocimiento y validación”, añadieron.

Aunque no lo parezca, los adolescentes nos observan permanentemente. Entonces, sirve también cuestionarnos como adultos qué valores reflejamos y qué tan sobreexigidos estamos, o cuánto nos influye y afecta lo que se espera de nosotros y de nuestra familia.

Cuándo es momento de consultar. Las licenciadas Magnanini y Tiesi enumeraron algunos síntomas y signos de ansiedad para estar atentos:

Dificultades en lo social: temor o rechazo a situaciones de exposición social, como dar lecciones o exámenes orales, ir a cumpleaños o reuniones, o estar con amigos.

Temores específicos a lugares o cosas, como animales, ascensores o aviones.

Dificultades reiteradas y persistentes para dormir y temores asociados.

Excesivas preocupaciones cotidianas por temas como el rendimiento académico o social, la mirada del otro, las enfermedades o la muerte, entre otros.

Síntomas físicos repetidos y repentinos como temblores, taquicardia, sudoración, malestares estomacales, dolor de cabeza o temor a que algo malo les pase (sin explicación médica alguna).

Pensamientos que dificulten la rutina o rituales obsesivos: por ejemplo, tener que hacer ciertas cosas antes de salir de casa.

Cambios en relación con el peso y la alimentación, y alteraciones del estado de ánimo, como enojos frecuentes, irritabilidad y ataques de ira. 

Lo importante de todos estos síntomas es que se pueden volver cada vez más intensos y obstaculizar la vida cotidiana. Para poder abordarlos es necesaria la ayuda externa.

Terapia. Una de las terapias más recomendadas en estos casos es la TCC (terapia cognitiva conductual). “Se trabaja con herramientas prácticas y concretas, se busca el cambio en los esquemas mentales que potencian la ansiedad; se tiene como objetivo el modificar la forma de ver las cosas, de aproximarse a las situaciones para que no se eleven alertas que potencien la ansiedad”, amplió Magnanini. Otras herramientas aliadas son el mindfulness y el ejercicio físico.

Para Tiesi es importante recordar que cada persona es única y de la misma manera lo es cada profesional de la salud, por lo que es clave buscar a un experto con quien sentirse cómodo.

Las psicólogas concluyeron con la advertencia de que cuanto más se demore en buscar ayuda, mayor podría ser el impacto negativo en la personalidad, el estado de ánimo, la construcción de la identidad y la autoestima. 

La adolescencia es una etapa crucial para la formación de la identidad, los adultos de hoy sabemos lo difícil que es transitar estos años. Con todos los estímulos que los rodean en el contexto actual, sin dudas, es más duro para los jóvenes; por ello, es fundamental tomar medidas a tiempo.